La psicóloga Silvana Best, egresada de la Universidad Nacional de Rosario y especializada en el área de educación, se desempeña actualmente como investigadora y docente, coordinando a su vez el área de Práctica Profesional de la carrera de Psicología en la sede rafaelina de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales.
Además, coordina el Departamento de Orientación Educativa de la Escuela de La Plaza en Rafaela, poniendo al bullying, acoso escolar y sus nuevas aristas virtuales como ejes claves en su camino como investigadora.
Con el afán de continuar hallando herramientas propicias para un correcto abordaje en materia de prevención e intervención, lanzó su material bibliográfico «Ciber Convivencia ¿Es posible su gestión en la escuela?» (Bonum, 2022).
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La escuela constituye un espacio colectivo potente: lugar de interacción, de intercambio con otros, de creación de vínculos. Pero pese a esta potencia, entre muchos estudiantes de diversas edades imperan la agresión y el maltrato. Este libro revisa los conocimientos actuales sobre acoso escolar, cyberbullying y ciberagresión, y ofrece a la comunidad educativa lineamientos claros para comprender el alcance de los comportamientos agresivos que afectan a los adolescentes; también pone a disposición los métodos más idóneos de prevención e intervención. (Editorial Bonum)
Consultada por Aptus sobre cómo llegó a desarrollar este material, la experta indicó: «A partir de lo que mediáticamente se conoció como ‘La masacre de Carmen de Patagones’ (2004), los psicólogos escolares empezamos a tomar contacto con la temática del bullying. Era algo que no se conocía conceptualmente. Luego, en 2016, realizamos un estudio descriptivo en la ciudad con un enfoque epidemiológico. Así pudimos construir un diagnóstico sobre qué sucedía con el bullying y ciberbullying en el ciclo básico de las escuelas secundarias locales«.
¿El resultado? Altísimos índices de prevalencia, junto a vacancias y falencias en la formación de profesores, de directivos. También, una falta de comprensión de las y los chicos en torno al concepto de bullying en su totalidad: «A partir de todo ese trabajo, desde la facultad iniciamos diferentes proyectos de vinculación con el medio. Muchos incluyeron cursos de capacitación para docentes en ejercicio y en formación. Todo ello de manera conjunta con la Secretaría de Educación de la Municipalidad y el Ministerio de Educación de la provincia«.
«Eso se sumó a la experiencia de investigar y trabajar en escuelas, dándome cuenta de la falta de materiales bibliográficos que aunaran información científica actualizada. Asimismo, su forma de comprenderla y abordarla además en términos de estrategia y técnicas según lineamientos normativos que tenemos en Argentina. Así fue que decidí empezar a escribir el libro«, agregó.
A su vez, la profesional continúa trabajando en una adaptación transcultural respecto de un cuestionario irlandés en torno al concepto de ciberagresión. El mismo permitirá medir, diagnosticar y diseñar políticas educativas en términos «más macro». Asimismo, estrategias y programas de abordaje en escuelas y aulas sobre bullying, ciberbullying y ciberagresión.
Bullying, ciberbullying y ciberagresión
«Son temáticas que, en líneas generales, se enmarcan dentro del concepto de ‘convivencia’. En el libro lo sitúo dentro de la dimensión social de la escuela, que es lo más potente que tiene ésta«, sostuvo Best. Por su parte, la pandemia puso «crudamente en evidencia» el concepto de «ciberconvivencia», a raíz de las escuelas cerradas en tanto espacio físico, con una enseñanza que debió circular por entornos digitales y cómo eso repercutió en la población escolar en distintos aspectos.
«La pandemia mostró cómo muchas de las relaciones sociales que suceden en la escuela entre pares, entre adultos, y estrategias de enseñanza y aprendizaje, se canalizaban vía el ciberespacio. Esto obligaba a que nos apropiemos también de esos entornos, ejercitando así un pensamiento más crítico, más reflexivo y evaluativo. Y así, que esa apropiación se enmarque no sólo en criterios pedagógicos sino también éticos, comunicacionales y emocionales«, destacó.
Respecto del bullying, la definición que el libro retoma es aquella que visibiliza la dimensión social que tiene la escuela. Una dimensión relacionada a los vínculos de camaradería, de interacción, amistad. Así se muestra no sólo un costado conflictivo en las relaciones humanas (es decir, cuando hay bullying no hay conflictos en términos de confrontación de intereses y por ello la mediación de conflictos no es una adecuada estrategia de abordaje), sino que se trata de una agresión interpersonal injustificada. La misma obedece a la necesidad de algunas personas de ocupar cierta posición, estatus o poder dentro del grupo de pares. Y, para llevar esto adelante, la agresión es el medio.
«Como dice (Dan) Olweus, el concepto de bullying implica tres criterios para reconocerlo: no se genera por un conflicto siendo repetitiva y sostenida en el tiempo; una intención de dañar por parte del o de los agresores en relación al estatus respecto del grupo o clase; y que quien la sufre queda en un lugar de victimización porque es tal el deterioro de su salud mental y el impacto en su autoestima y autoconcepto que no puede salirse de esa situación por sí mismo», subrayó la autora.
Además de esta relación diádica entre agresor y víctima, existen otros enfoques que abordan el concepto desde sus distintas aristas: «Luego aparecen estudios como los de Christina Salmivalli que hacen una lectura del bullying como fenómeno grupal. Allí se recupera, de algún modo, la idea original de Heinemann, el psiquiatra que por primera vez describe y conceptualiza en Noruega al bullying. Lo que dice Salmivalli es que se monta una dinámica donde los integrantes de un grupo o clase ocupan distintos roles que no están tan ligados a las características personales sino a las interacciones que se van forjando en esa matriz grupal«.
Se suman posteriormente aquellos modelos socioculturales que ligan al bullying fundamentalmente a problemáticas sociales. Allí aparecen conceptos como «bullying homofóbico, o también aquellos ligados a cuestiones étnicas o de género». El último modelo, el social ecológico, retoma a Salmivalli añadiendo que la causa «no está sólo en las interacciones que tienen los chicos. Para que los chicos lleguen a ese modelo de interacción, hay un determinado contexto áulico, un determinado contexto escolar, una determinada comunidad, un determinado territorio y un determinado sistema educativo que se configura acorde a ciertas políticas y normativas». Así, la causa es multidimensional.
«De esta forma, se habilitan enfoques como los que retoma hoy Unicef. Allí se resalta que, para abordarlo, necesitamos poder trabajar en red, mancomunadamente, inicialmente escuela-familia pero haciendo partícipes a otros actores de la sociedad. Para esto, las políticas educativas son fundamentales«, sentenció.
Actualmente, el país no cuenta ni con programas ni con políticas educativas que aborden de manera preventiva, ni tampoco situaciones que ya estén sucediendo. «Sería importante que podamos empezar a caminar ahí porque, si bien en los países en donde sí se ha hecho el fenómeno no es erradicado, sí disminuyen muchísimo las tasas de prevalencia».
La importancia del compromiso social en su máxima expresión
«Es sumamente importante el trabajo escuela-familia, ninguno solo puede resolver. Como son situaciones que generan mucha angustia es importante que en ese trabajo seamos pacientes, honestos, seamos tolerantes, y además cooperativos, que nos animemos a hablar con franqueza, ensayar juntos recursos y evaluarlos», remarcó la autora.
Y agregó: «En la escuela, todos los actores que intervenimos tenemos posibilidades de hacer cosas para prevenir que el acoso suceda. Posiblemente sucederá, pero dependerá mucho la respuesta que tengamos para que podamos sobrellevarlo de manera saludable. Y así, que el deterioro o impacto, en especial sobre a quienes les toca sufrirlo, sea el mínimo posible y no sostenido durante tanto tiempo».
En tal sentido, es fundamental que «todos entendamos que estamos involucrados». Esto implica no reducir la problemática al docente que trabaja con el niño que sufre o con los niños que acosan. Ni tampoco a esas únicas familias o directivos de esa institución en particular. «Necesitamos capacitarnos. Por eso, libros como ‘Ciberconvivencia’ ofician de herramientas».
Para ello, dentro del material la autora propone estrategias muy claras, como por ejemplo empezar a no permitir el uso de apodos ni tratos agresivos. Marcar límites enunciando nuestra posición y «que de forma colectiva todos, activamente, repudiemos este tipo de conductas. No a las personas, sino a las conductas».
Finalmente, Best concluyó: «Mi principal anhelo es que el libro no duerma en la biblioteca de nadie. Que sea un recurso para poder hacernos cargo de lo que nos corresponde. Y así, poder comprender qué sucede en términos de vínculos entre pares en la escuela, sea en interacciones cara a cara o en entornos digitales. Analizar que esto no sólo impacta en la calidad de los aprendizajes que los chicos conquistan afectando así el derecho a la educación; sino que impacta en la sociedad respecto de qué ciudadanos estamos conformando«.
El material puede conseguirse en formato físico en el sitio web oficial de la editorial, así como también en distintas librerías del país a un costo de $1150.-
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