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«Se escribe para formularle preguntas al lenguaje»

Con sutileza y elegancia, la ensayista, escritora, docente y traductora María Negroni elabora en «El corazón del daño» una pieza literaria que escapa a encasillamientos y clasificaciones para convocar a abrir el lenguaje como una maquinaria multidimensional a la que podemos ingresar a través de fragmentos de una memoria que en algunas páginas pueden ser ensayos, en otras crónicas y en otras entradas de un diario.

Esa narradora que dice que su madre «siempre fue la dueña del lenguaje» también asegura que «la literatura es una forma elegante del rencor» y en la narración de ese vínculo toma fuerza una de las claves de lectura de este libro editado por Random House: la protagonista es una escriba que resignifica, discute y dialoga con el universo de esa madre.

«Cuando un libro encuentra su lector/a, lo que ese lector o esa lectora hace con él es lo único que cuenta. Lo que yo opine no tiene la menor importancia», afirma Negroni  sobre esa conjetura.

Directora de la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref) y traductora de poetas como Elizabeth Bishop y Sylvia Plath, la escritora tiene en este 2021 una secuencia de publicaciones que van desde «Film noir», dedicado al análisis de de títulos capitales del género y editado por La Marca, hasta «Pequeño Mundo Ilustrado», una colección de ensayos que reedita 10 años después Caja Negra y ella define como «una invitación a espiar» su biblioteca literaria y emocional.

«La primera edición salió en agosto de 2011, o sea que es un libro que escribí hace más de una década. Para esta reedición sólo agregué unas 30 entradas», cuenta sobre un trabajo que tuvo su germen en el cuaderno-diccionario que escribió para el Buenos Aires Tour: «Una lista de 27 palabras, definidas brevemente, que formaban, o al menos eso me pareció entonces, una suerte de mapa de mis obsesiones más fieles».

En esta entrevista, la autora de obras como «Elegía Joseph Cornell», «Objeto Satie» y «Cartas extraordinarias» dice que no le interesa pensar en géneros porque los define como «‘inventos’ editoriales, académicos, bibliotecarios para poder ubicar un libro en un estante y no en otro, cuando, en realidad, no hay otra cosa que lenguaje que vale (o no vale la pena), al margen de la forma que tome».

Con respecto a su tarea al frente de la Maestría de la Untref, en la que dan clases autores como Martín Kohan, Alan Pauls, María Sonia Cristoff y Liliana Heer, entre otros, reconoce que le permitió contactarse con «nuevas generaciones de escritores e imprimir un cierto sello estético» a su escritura.

Distinguida con la Beca Guggenheim en poesía y el Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI, Negroni tendrá más publicaciones en los próximos meses: Club Cinco Editores reeditará su novela «La anunciación», sobre su militancia política en los años 70 en Argentina, y sus trabajos «Archivo Dickinson», «Interludio en Berlín» y «Exilium» serán publicados en inglés.

En «El corazón del daño» la narradora dice que «un libro es una máquina de pensar, un dispositivo que encarna el más alto espíritu de contradicción», ¿qué temas te interesaban pensar al momento de comenzar la escritura de este libro?

-María Negroni: En realidad, no es que haya temas que me interesen o que me proponga pensar cuando comienzo a escribir un libro. El pensamiento viene con la escritura o quizá, es la escritura misma la que piensa y por lo general, piensa más rápido y mejor que yo. O sea que no tenía ninguna «agenda» previa. Me lancé a escribir ese libro como siempre me lanzo a escribir, sin saber hacia adónde ni por qué ni cómo hacerlo. Muchas veces he dicho que la poesía, y esto se aplica a la escritura en general, es una ceguera trabajada (y trabajosa).

«Pequeño Mundo Ilustrado» también permite pensar en esa colección arbitraria que se va estableciendo con los archivos personales y donde intentamos encontrar un sentido a la memoria. ¿Pensás en la escritura como un intento de resignificar el archivo personal?

-M.N.: En general, no pienso que la escritura sirva, de un modo específico, para nada, ni para recordar, ni para liberarnos de nuestros demonios, ni menos para construir una identidad. Creo, más bien, que se escribe para formularle preguntas al lenguaje, para entender qué es ese instrumento que tenemos entre las manos, cuál es la relación (siempre difícil e insuficiente) que las palabras establecen con las cosas. Dicho esto, creo que el «Pequeño Mundo Ilustrado» es un paseo en miniatura por los temas (objetos, libros, autores, artistas y cineastas) que me fascinan y obsesionan. Y en ese sentido, es una invitación a «espiar» mi biblioteca (la literaria y la emocional).

En el prólogo de «Pequeño…» te preguntás si no era la infancia la habitación favorita del poema y en «El corazón…» hay dos líneas que unen la infancia a la escritura y la poesía: «Se escribe, dicen, con una mano arrancada a la infancia» y «la poesía es la continuación de la infancia por otros medios». ¿Es la infancia un lugar inevitable para habitar a la hora de escribir?

-M.N.: Sí, la infancia es un estado de asombro frente al mundo. Una manera de mirar más inocente y, a la vez, más amoral porque el niño/la niña todavía no ha sido del todo integrado/sometido a las normas de la sociedad, y por ende dice y hace cosas inconvenientes, toca lo que no debe, se porta mal. Eso es un privilegio enorme. Si tenemos suerte, conservamos algo de ese espíritu cuando nos transformamos en adultos. Arte e infancia están íntimamente relacionados: en ambos casos se juega con seriedad.

¿Cómo te interesa pensar los géneros? Por ejemplo, «Pequeño…» puede leerse como un archivo de ensayos o como un diario de temas literarios, artísticos y «El corazón…» como una novela o la crónica personal del vínculo madre-hija.

-M.N.: Siempre digo que los géneros literarios no me interesan o más bien, que son «inventos» editoriales, académicos, bibliotecarios para poder ubicar un libro en un estante y no en otro, cuando, en realidad, no hay otra cosa que lenguaje que vale (o no vale la pena), al margen de la forma que tome.

Sos la directora de la Maestría en Escritura Creativa de la Untref. ¿Qué te aportó ese rol a la hora de escribir?

-M.N.: Me ha permitido dos cosas muy importantes: estar en contacto con las nuevas generaciones de escritores e imprimir un cierto sello estético (que incluye el respeto por la diversidad) a lo que se enseña. No veo, en cambio, que ese trabajo influya demasiado en lo que escribo (aunque, en realidad, todo lo que hacemos y vivimos termina metiéndose de un modo u otro en la escritura, ¿no?)

En los últimos años creció la participación de los autores y autoras en las redes sociales, que se convirtieron en una forma de intercambio de textos y también difusión de la propia obra, ¿qué aportaron o cómo creés que intervienen en la escena literaria contemporánea en Argentina?

-M.N.: No tengo opinión sobre este tema. Todo es todavía muy reciente a pesar de que a nosotros nos parezca que las redes sociales ya existen hace tiempo. Desde una perspectiva más panorámica, podría pensarse que existen hace 5 minutos y no sabemos cuánto durarán ni en qué podrían transformarse, en caso de subsistir. Mientras tanto, observo el fenómeno con curiosidad.

Fuente: Télam