Desde los Consejos de Niños y Niñas trabajaron para la promoción y difusión de la Convención que ampara sus derechos a 31 años de su creación.
Este 20 de noviembre se cumplieron 31 años de la Convención Internacional sobre los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes.
Un tratado internacional de la ONU que compromete a los Estados parte a llevar adelante acciones para cumplir con el pleno ejercicio de los derechos básicos de este grupo etario. La Argentina ratificó esta Convención en 1990 y la incluyó en la Constitución Nacional.
Los 54 artículos que la componen recogen los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos de todos los niños, niñas y adolescentes. Su aplicación es obligación de los gobiernos, pero también define las incumbencias y co-responsabilidades de otros actores que participan del cuidado y crianza. Se incluyen aquí a las familias, docentes, profesionales, organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía en general en tanto adultos que deben ofrecer cuidado y protección.
Meri Affranchino, directora municipal del proyecto Ciudad de las Niñas y Niños, cuenta sobre los orígenes de la Convención. «Lo fundamental fue la creación de Unicef, a partir de allí aparece la convicción de enunciar los derechos de los niños y las niñas ya que si no se enunciaban expresamente, no todas las Naciones los estaban cumpliendo. En el año 1989 surge el proyecto de la Convención por los Derechos del Niño; Argentina adhiere como país y la incluimos en la reforma de la Constitución que se hizo en Santa Fe», señala. Actualmente, son 196 países los que han adherido a la misma.
El espíritu de la Convención, menciona Affranchino, fue darle a las infancias la categoría de ciudadanos, ponerlos a resguardo de las luchas de los mayores, que sean los primeros en cuidarse.
Consejos de Niñas y Niños
Sobre la relación entre la Convención y la creación de los Consejos de Niñas y Niños en la ciudad, Affranchino explica que está íntimamente relacionado ya que Rosario comienza a hacer acuerdos con Unicef en los años 96/97 y se suma a la iniciativa del pedagogo italiano Francesco Tonucci.
Es así como año a año los consejeros y consejeras piensan, discuten y deciden en conjunto y desde diferentes puntos de la ciudad, un proyecto que le presentan a las autoridades municipales.
«La idea fue colocar a la niña y al niño en el centro de la escena, escuchándolos y diciendo cosas que los adultos no pueden oír».
«Me parece que en ese momento se comienza a ver a los niños como escala de la ciudad. Rosario es una de las primeras ciudades que tiene Consejos de Niñas y Niños y que adhiere al proyecto de la Ciudad de los Niños, ya estaba Roma -por ejemplo- pero tampoco tiene el desarrollo que tiene Rosario. Acá se le dio un impulso fuerte, por la decisión de Hermes Binner, Chiqui González y Elida Rasino, que en aquel momento decidieron darle un peso a la infancia», señala la directora.
Y agrega: «Lo que se muestra es un principio de Tonucci que dice que si bien los chicos dicen lo que los adultos no pueden escuchar, también es la manera de decirlo como sociedad. De alguna manera si un adulto dice ‘saquen los autos de la calle que queremos jugar’ es tratado como un loco, pero si un niño dice eso, algunos adultos podemos escucharlo y pensar en estrategias. Cuando vos podés incluir esta idea, que no es para los niños sino con los niños para todo el universo poblacional de la ciudad, comienzan a aparecer propuestas que transforman el espacio público y la ciudad».
Experiencia en primera persona
En un encuentro que realizó el Consejo de Niñas y Niños, con chicos y chicas entre 8 y 11 años de distintos barrios de Rosario, se debatió sobre cuáles son los derechos que establece la Convención que consideran más importantes y los que más les gustan, y además, qué derecho o derechos agregarían.
En su mayoría, destacaron como derechos más importantes los de Salud y la Educación. «Si no tuviéramos salud, por ejemplo si nos agarra coronavirus, necesitaríamos alguien que nos cuide», expresó una de las chicas.
«El derecho de educación es el más importante, porque es muy importante saber leer y escribir, para poder comunicarse, por ejemplo, si no sabés que la ‘h’ es muda, saber lo básico de lengua, saber sumar y restar», comentó otra niña.
Además, entre los más importantes surgió el de «tener un nombre y un apellido», el derecho a la identidad. En este sentido, surgió el debate sobre qué es la verdad y qué implica ocultar información, si existe la mentira buena o la mentira mala.
También surgió que, en su mayoría, el derecho al juego es el que más disfrutan y desean.
Entre los derechos que agregarían mencionaron: a hacer menos tarea y tener más tiempo para la recreación, a ser diferente («aunque creo que ya existe pero no se respeta» comentó una niña); a poder llevar mascotas a la escuela; a la estabilidad monetaria; a que a partir de los seis años cada niño o niña pueda tener una mascota dependiendo del espacio de sus hogares; a la libertad y a cantar cuando tengan ganas.
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