Por Victoria Zorraquín, profesora, investigadora y escritora especializada en Educación (*)
Es evidente que el salario docente es un problema, pero no el principal. Hace un tiempo, se dio a conocer un informe denominado “Enseñar, a pesar de todo”, del Observatorio de Argentinos por la Educación, donde se analiza los ingresos de los trabajadores dedicados a la enseñanza comparándolos con los de otras actividades. A partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el año 2020 y el primer trimestre de 2021, se analizan los ingresos laborales de trabajadores con formación terciaria, universitaria y de posgrado. De acuerdo al estudio, en varias actividades relevadas en la EPH, el ingreso promedio supera en más del 50% al ingreso promedio de los docentes: es el caso de los trabajadores dedicados a actividades financieras, suministro de electricidad y gas, actividades inmobiliarias, administración pública y defensa, entre otras.
Claramente, esto no puede seguir de esta manera, el salario es un tema en el que Argentina y la región deben trabajar firmemente pero no es lo único y mucho menos lo que define la labor del docente de hoy.
La falta de incentivo al docente
En la gran mayoría de las provincias el docente sigue sin encontrar alternativas horizontales de crecimiento. El sistema lleva a que muchos docentes experimentados y comprometidos con la enseñanza terminen en cargos administrativos o directivos para ascender en su carrera. ¿Tiene sentido esto? ¿Qué opción tiene un docente que se destaca profesionalmente pero no quiere asumir tareas administrativas?
La antigüedad sigue siendo la variable más importante para que un docente pueda elegir el lugar de trabajo, más importante que sus propios recorridos formativos de posgrado, o investigación pedagógica, entre otros. Definitivamente, esto explica que los mejores maestros no sean los que llegan a las mejores posiciones ni a las escuelas que más los necesitan.
Si, de verdad, queremos que la educación mejore y que nuestros educadores sigan teniendo ganas de superarse y evolucionar, más allá de la pasión por su profesión, es hora de modificar esta estructura arcaica del sistema educativo. Nuestros docentes comprometidos con la enseñanza de sus alumnos, necesitan incentivos.
Un tema que preocupa es el contexto en el que los educadores y escuelas existen y trabajan. Y cuando digo contexto no me refiero a situaciones estructurales porque hay otras profesiones en las que ese contexto puede ser mucho peor. Me refiero a la falta de respaldo y aliento que tiene un educador que hoy está en la más complicada de las trincheras.
De todas las profesiones que existen en una sociedad, no hay una que necesite tanta ´hinchada´ como la de un educador cuya misión por excelencia es entusiasmar a otros. ¿Cómo hace para entusiasmar con las trabas constantes y el clima de “todo está perdido“?. Porque si hay algo que les quita fuerza a los educadores que quieren soñar alto para llevar más aprendizajes para más alumnos por más tiempo, es el “no se puede” o “está prohibido”, o “es imposible”, o “no te van a dejar”. Quizás no está prohibido, pero es tan difícil, engorroso y burocrático el proceso, que es como si lo estuviera.
El miedo paraliza a los docentes
Durante el 2020-2021 con el cierre total de escuelas realicé una investigación acerca de las emociones docentes en pandemia. Entrevisté a muchos docentes de distintos distritos y provincias y descubrí que la emoción que más se repetía era el miedo. Primero miedo a la enfermedad y al contagio, pero también mucho miedo a perder a sus alumnos para siempre, miedo a quedarse sin trabajo, miedo a la desaparición de su escuela (en el caso de rurales y agrarias). Luego se profundizó el miedo al sistema educativo y a las autoridades en general, miedo a equivocarse, miedo a ser sancionados.
El miedo es una emoción que se repite e invade, que se manifiesta de diferentes formas, y que no permite avanzar. Con esos miedos se hace muy difícil trabajar y es cada vez más complejo que los docentes crean que “están para mucho más”. Ganas y capacidad les sobra, pero el contexto y las trabas de años, que permanecen en el tiempo, dificultan su desarrollo profesional,
Los docentes están para más
Visito escuelas, comparto con docentes y directivos en mis clases de la universidad, me maravillan los proyectos geniales que hacen con sus alumnos. Tienen en sus manos lo más preciado que tenemos como Nación, nuestro presente y futuro y sin embargo sólo aparecen en la vidriera cuando hay malas noticias y motivos para criticarlos. Son tantos los docentes comprometidos que tienen maravillas para contar pero que, por baja autoestima, por agobio, por cansancio, no lo hacen público y dejan que otras voces representen al sector.
Estar para más significa según Daniela de Lucía, “tener más autoestima, cuidarte más, más amor y pasión por tu trabajo y por lo que haces, dar más valor a tu trabajo, verte mejor, más vida espiritual, priorizarte más y más valentía” (algo que tanta falta hace en las escuelas). Sin ir más lejos, hace poco visité una escuela que tiene una biblioheladera (heladera vieja intervenida artísticamente y que al abrir su puerta tiene todos los estantes llenos de libros), ejemplos como este, hay miles, en escuelas de todo el país, pero no se conocen, no se difunden, mientras que los docentes, a cambio, sólo son maltratados o ignorados.
En distintos lugares del mundo se empieza a sentir la crisis de la falta de docentes, es una crisis profunda, que tiene que ver con el no acompañamiento, la falta de incentivos, la escasez de apoyo en la tarea diaria, la minimización de su rol dentro del aula y en la formación de las futuras generaciones.
Estamos acostumbrados al compromiso docente con el aprendizaje, a su deseo de transformar las vidas de sus alumnos, a su capacidad de adaptarse a los diferentes contextos, y a su voluntad de seguir aprendiendo. Pero todo esto hay que alimentarlo, es hora de darle al docente el reconocimiento que se merece, es momento de dejar de poner trabas y más trabas, es imprescindible dejar de fomentar la cultura del “no se puede”.
(*) Sobre Victoria Zorraquín
Victoria Zorraquín es licenciada, profesora y especialista en Educación. Fundadora de la ONG Educere: “Docentes por un Mañana”. Hace más de 25 años que Victoria se dedica a hablar acerca de la necesidad de recuperar el prestigio docente. Ha recorrido escuelas de todo tipo y condición en la Argentina y en el mundo. Estuvo al frente de la Dirección de Escuelas Secundarias, Agrarias y Rurales, que depende del Ministerio de Agroindustria de la Nación. Durante 2019, ocupó el cargo de directora de Formación Continua en la Provincia de Buenos Aires.
Además, Victoria es autora del libro “Esperanza en la Escuela, que cuenta la historia de Silvina, Mona, Yago y su equipo de educadores, desde el punto de vista de una alumna y el de una madre que también es educadora. Silvina es una maestra como tantos cientos de maestras. Mona es directiva. La voz de Esperanza, la alumna, expresa lo que no queremos volver a ver en las aulas, y también lo que soñamos y esperamos que sea posible. Este libro muestra una institución que necesita de riquísimos vínculos humanos. Una escuela con adultos trabajando en equipo, confiando entre ellos, creyendo en lo que hacen, convencidos de que vale la pena construir juntos la escuela que necesitamos.
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