La pandemia produjo y seguirá produciendo cambios en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana.
Algunos de ellos vendrán para quedarse y otros, producto principalmente del miedo y el desconocimiento, irán acomodándose a una nueva normalidad.
El distanciamiento, los agrupamientos controlados y las medidas sanitarias (uso de barbijo en determinadas situaciones, la desinfección permanente de los espacios comunes y la higiene personal) serán moneda corriente de aquí en adelante. Pronto se irán transformando y lo que hoy nos sabe a impedimento, en algún momento será parte de la cultura colectiva. Los espacios y nosotros mismos iremos adaptándonos como siempre lo hicimos y, como siempre, habrá algunos que se resistirán a estas transformaciones y habrá otros que las profundizarán.
Mientras muchos aspectos de la sociedad necesitarán actualizarse a esta nueva normalidad, la escuela, indefectiblemente, deberá ser, además de actualizada, transformada.
Esta transformación implica centrarse en dos aspectos fundamentales. Por un lado, de la nueva presencialidad producto de las limitaciones en los agrupamientos, deviene una nueva regularidad, una nueva forma de pensar la «presencia» de los estudiantes en la Escuelas. Por otro lado, la idea de construir nuevos formatos para el aprendizaje, currículos ya no pensados a partir de la distribución de contenidos, sino del desarrollo de capacidades, de habilidades que permitan la apropiación de nuevos aprendizajes.
Los formatos escolares en la nueva regularidad
La Escuela deberá comenzar a imaginarse como un nuevo espacio de trabajo colaborativo, de aprendizaje con el otro. Ya no podremos seguir pensando en un aula con 15, 20 o más estudiantes, sino en un edificio acondicionado para el trabajo en pequeños grupos, con la posibilidad de acceso a herramientas tecnológicas, de información y de comunicación y con espacios y tiempos flexibles.
Una nueva estructura organizacional que permita y facilite instancias de formación presencial, de trabajo colaborativo y de trabajo autónomo, encuentros de articulación y socialización; espacios para el desarrollo personal (donde los estudiantes puedan construir su proyecto de vida y su vocación); espacios donde se puedan poner en común los aprendizajes alcanzados.
Debemos construir una nueva regularidad no relacionada estrechamente con la presencialidad y la asistencia, sino con el logro de objetivos y el desarrollo de esas capacidades y habilidades de las que hablamos anteriormente.
El currículo y los formatos escolares deberán pensarse en consecuencia
Estructuras curriculares pensadas a partir de amplios «Escenarios para el Aprendizaje basados en Logros», diseñados y articulados de tal manera que permitan un abordaje multidisciplinar inclusivo, flexible y colaborativo, que promuevan la autonomía y la relación con el otro, y que faciliten la autoevaluación y la evaluación entre pares, en medio de un nuevo formato para la validación de los aprendizajes.
Esta Nueva Escuela obligará a restablecerla relación entre el proceso de aprendizaje y la certificación de los mismos al final de cada etapa de escolarización, dando efectivo lugar a las capacidades que hoy demanda la construcción de una sociedad más justa en medio de los desafíos que nos enfrentan, cada vez más complejos y que cada vez con mayor frecuencia.
Por: Prof. Ariel Rotondo
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