De acuerdo a los últimos datos de la Cámara Argentina del Libro (CAL), en 2013 se publicaron en el país 9.689.438 volúmenes con obras destinadas a los más pequeños, 5.753.168 más que en 2003.
Mientras que según datos de ese informe en 2003 los títulos para niños y jóvenes fueron 673, el año pasado la cifra trepó a 2577. Y un 24 % del total de ejemplares editados en 2013 correspondió a literatura infantil y juvenil.
Los principales actores de la industria del libro coinciden en que las compras que se realizan desde el Ministerio de Educación de la Nación inciden fuertemente en el crecimiento de ventas.
La escritora Liza Porcelli Piussi destacó que «Las compras del Ministerio que se distribuyen entre las editoriales grandes y las más pequeñas permitió que subsistan muchos emprendimientos editoriales que son ‘geniales’ pero que quizá en otro momento no hubieran podido mantenerse».
En ese sentido, voceros de la cartera educativa explicaron que desde 2003 se adquirieron y distribuyeron 80 millones de libros en las escuelas y que casi el 60 % de las compras fueron efectuadas a empresas nacionales, aunque existen otros factores para este auge de obras para niños.
La editora de este género de Penguin Random House, María Amelia Macedo, explicó que los datos estadísticos muestran un aumento de las ventas, tanto en las compras realizadas a nivel privado como aquellas financiadas por el Estado.
La cantidad y variedad de oferta que brindan las editoriales más un Estado activo en la promoción de los libros y la lectura influyen en que este índice resulte tan favorable, manifestó.
La escritora María Teresa Andruetto, ganadora del Premio Hans Christian Andersen, dijo a Télam que «hubo mucho crecimiento en el campo de la literatura infantil en estos últimos años: mucho desarrollo editorial, de autores, de ilustradores y de especialistas».
«Existe una industria fuerte, muchos emprendimientos editoriales, calidad de edición, algunas librerías especializadas, circuitos de ventas, compras estatales para que los libros lleguen a las escuelas y creciente interés académico», consideró.
En tanto, la escritora Silvia Schujer planteó que el boom sucedió en los 80 con el retorno de la democracia, «cuando se pensó el género desde la literatura, desde una posibilidad de goce estético y no desde la pedagogía y se publicaron textos realmente interesantes, cuidadosos del bello uso del lenguaje y vanguardistas».
«A medida que ingresó a la escuela, se empezó a publicar mucho más pero con menos libertad; es decir, pensando que debían cumplir una premisa terrible para la literatura: ser políticamente correctos», señaló, aunque está de acuerdo con su incorporación escolar sin que eso implique recortes pedagógicos.
A su vez, el escritor y diseñador Pablo Bernasconi subrayó la proliferación de obras infantiles, «lo que no significa que eso se traslade a mayor calidad y añadió que hay mucha más cantidad de libros, muchas más editoriales que avanzan sobre el terreno de la literatura infantil -lo que me parece bueno- pero me preocupa cuando está anclado solamente a un fenómeno comercial».
Natalia Ginzburg, jefa del departamento editorial División Libros de Editorial Atlántida, evaluó que «la literatura infantil y juvenil vive, desde hace un par de décadas, una importante expansión».
También, Ginzburg reconoció la existencia de un boom, si entendemos por ello que el mercado editorial, junto a sus actores más importantes, supieron canalizar el hecho de que, para gran parte de la sociedad el hábito de la lectura y el `objeto libro` en sí continúan siendo bienes de alto valor simbólico y de disfrute real para los niños y adolescentes».
Por último la editora aportó otro dato: «En la literatura ligada al entretenimiento o comercial, el crecimiento viene de la mano de las diferentes alianzas que se realizan entre la industria editorial, los medios digitales, personajes de cómics y dibujos animados, la industria del cine, la audiovisual y la de los videojuegos, internet y diversas aplicaciones».
Fuente: Télam Imagen: Archivo de imágenes.
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