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Literatura y teatro

La literatura se potencia en el teatro

Cuatro novelas pasan al escenario y reversionan universos.

Literatura y teatro. Novelas clásicas como «La pasión según G.H.», de Clarice Lispector, disruptivas como «Enero», de Sara Gallardo, y otras innovadoras y más recientes como «La débil mental», de Ariana Harwicz, y «Beya. Le viste la cara a Dios», de Gabriela Cabezón Cámara, tienen por estos días sus versiones teatrales en salas porteñas mostrando cómo, cuando alguien decide apropiarse de un material literario y crear otro artefacto, una obra puede potenciarse, ampliar los sentidos y ecos de su decir.

Analía Fedra García con «Enero», Victoria Ronald con «Beya. Le viste la cara a Dios», Marcelo Velázquez con «La pasión según G.H.» e Ingrid Pelicori con «La débil mental» hicieron un trabajo de intervención sobre lo escrito por otros para un formato que no era teatral y se dispusieron a resignificarlas en versiones que logran mantener la impronta de las novelas pero les suman nuevos pliegues y dimensiones a lo planteado en la literatura.

LAS PREGUNTAS QUE SE HACEN

¿Cómo fue el trabajo de adaptación de las novelas? ¿Qué de esas piezas los llevó a pensarlas, a proyectarlas como obras teatrales?

«El gusto personal no alcanza para decidir llevar adelante una adaptación. En este caso, me parecía que, por tratarse de una novela breve, y con el personaje de Nefer hablando de sí misma como otra, me pareció que ese gesto, en sí mismo, tenía potencia escénica, juego de representación. Todo lo que sucede, pasa por la mirada de ella. Esto me permitió pensar en la adaptación como un unipersonal, en el que la protagonista es atravesada por las voces que evoca. Y siendo una novela del 58, el tema y el abordaje que hace Sara Gallardo me parecía sumamente actual. Me impactó descubrir esa actualidad», explica Fedra García.

La dramaturga y directora teatral es la responsable de la puesta de «Enero», novela de Gallardo de 1958, que se puede ver los domingos a las 20 en el Teatro El Extranjero con la actuación de Vanesa González. En diálogo con Télam cuenta que eligió este libro porque le gustan «la literatura o las obras que no bajan línea, sino que abordan un tema en toda la complejidad posible, no es moralista. Quien lee o ve puede decidir qué pensar ante cada personaje, ante cada acción o no acción, ante lo que se dice y lo que no» y eso logra su puesta, dimensionar a esa mujer que proyectó la escritora y periodista en otro tiempo histórico pero que sigue hablándole a este presente.

«Al llevarlo a escena y poner el cuerpo, se nos fueron revelando necesidades»

El trabajo de Pelicori con la novela de Ariana Harwicz fue en tramos y no lo hizo sola: «Fue muy extendido en el tiempo, y tuvo varias etapas. Lo hicimos de manera conjunta Cristina Banegas, Claudia Cantero y yo. Hubo un primer borrador bastante pegado a la novela, que luego fue sufriendo cortes, y algunas modificaciones en el orden. De hecho, al llevarlo a escena y poner el cuerpo, se nos fueron revelando las necesidades relativas a la dinámica teatral, y hasta muy poco antes del estreno seguimos cambiando cosas. Pero la adaptación es muy fiel a la novela. Por de pronto, todo el lenguaje utilizado es el de la novela, en ese plano solo hubo cortes, para reducir la extensión», explica quien actúa en la obra, que se puede ver los martes a las 20 en Área 623.

Pelicori asevera que la novela «tiene en sí misma un gran potencial de teatralidad. Hay muchas escenas dialogadas (que quedaron tal cual en nuestra adaptación, tal vez algo recortadas), hay personajes muy ricos, complejos, con muchas contradicciones; hay un trabajo de lenguaje, un plano poético de la palabra», elementos que sostiene les «interesaba hacer resonar en un escenario; un lenguaje interesante para ‘ponerse en la boca’; y por último hay también una peripecia y, a su modo, una intriga».

Darle voz a un cuerpo

En el caso de Roland, al leer la novela de Cabezón Cámara, que tuvo una primera edición en 2012 para el sitio Siga leyendo y una nueva adaptación que salió por Eterna Cadencia, en 2013 en forma de novela gráfica con ilustraciones de Iñaki Echeverría, «hubo algo físico, muy contundente, era una voz para ser dicha, le da voz a un cuerpo que no la tiene, suele ser un cuerpo que está descartado en la basura».

«Me parecía interesante la posibilidad de meterse en el cuerpo de una mujer violada, drogada en situación de trata y transmitir la experiencia de esa voz. Las voces de Gabriela son muy potentes y muy performáticas, trabajan con cierta rítmica, musicalidad. Su prosa es muy poética y muy musical y mezcla muchas voces: referencias de la literatura, voces más populares que se mezclan con otras mas cultas. La idea fue amplificar esa voz aún más», explica sobre el trabajo que vuelve a escena en agosto todos los domingos de agosto a las 19 en el Teatro Xirgu Untref.

La dramaturga señala que «es una novela que trabaja con algo que bordea lo irrepresentable, son situaciones tan aberrantes que son como irrepresentables, cuesta imaginar algo tan atroz», entonces «la preocupación fue cómo no representar la novela» sino ubicarse «en una posición de creadoras performáticas, como hacer para volver esas palabras un artefacto performático». Ahí es donde aparece la convocatoria a Carla Crespo, actriz y DJ, porque eso la «corría de la representación».

A escena, luego de una traducción

Velázquez, por su parte, se cruzó con la novela de Lispector en los años 90 cuando estudiaba la carrera de Letras, años después volvió a esa historia y decidió primero traducirla del portugués al español y después adaptarla como obra que se pasa de los domingos a los sábados a las 18 en «El portón de Sánchez».

«Fue la primera vez que adapté un texto narrativo para el teatro. Es ahí donde se juntaron mis dos pasiones: la literatura y el teatro. Esto implicó la traducción primero. Trabajé mucho con el lenguaje, es una literatura muy disfrutable de leer y quería que también lo sea escucharla. Privilegié las convenciones escénicas. Me preguntaba a quién le habla este personaje», dice Velázquez.

«En teatro se le habla a alguien pero quería que fuera un monólogo con destinatarios y en el teatro son el público entonces puse en evidencia las convenciones teatrales y trabajé mucho con la actriz para que lograra esa comunión como si fueran los invitados a su casa», desarrolla sobre esa puesta que tiene como protagonista a Mercedes Fraile», señala.

El desafío de poner el cuerpo

Velázquez, actor, director y docente, montó una obra con una sola actriz, así como lo hizo Fedra García con «Enero» y Roland con «Beya». Las tres se hacen cargo del desafío de ponerle el cuerpo a protagonistas disruptivas y audaces que se intensifican en sus decires al subir al escenario.

«El teatro es acción así que necesitaba núcleo para este material tan extenso. La idea de viaje me sirvió como eje, como camino. Es un viaje introspectivo y también real en el sentido que es esta mujer la que va recorriendo su propio departamento en la gran ciudad parte por parte y realiza un descubrimiento en su propia casa», indica Velázquez sobre lo que se propuso hacer con la obra protagonizada por Fraile.

En «La débil mental», Pelicori no está sola en escena, su trabajo es cuerpo a cuerpo con Claudia Cantero en una obra que adaptaron junto a Cristina Banegas y tiene la dirección de Carmen Baliero. Las actrices reversionan a esa madre y esa hija en un vínculo intenso que se apelmaza y estalla en distintas dimensiones.

«Quisimos recrear esa sensación de aluvión que genera la lectura del texto, pero ahí ya entramos en elementos de la puesta en escena y la actuación, es decir los elementos que van más allá de la adaptación del texto y que hacen a la teatralidad que se despliega en escena», cuenta Pelicori sobre un proceso de trabajo que integra una de las propuestas teatrales de la cartelera porteña actual, en la que la literatura dice presente.

Fuente: Por Emilia Racciatti para Télam

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