En el ámbito de la instrucción del yoga comenzó a debatirse la necesidad de elaborar un código de ética que contemple, entre sus consideraciones, el consentimiento de sus practicantes, en medio de denuncias sobre abusos que se propagaron en las redes sociales.
«Tuvimos una posición proactiva ante esto. En 2019 empezamos a armar espacios de conversación sobre, por un lado, la cuestión del consentimiento y, por otro, cómo tratar cuestiones de género en las clases», dijo a Télam Barbara Abeles, psicóloga y presidenta de la Asociación Argentina de Yoga Iyengar (AAYI), donde también integra el Comité de Ética.
La instructora de yoga y presidenta de la escuela Yoga Tierra, Bárbara Weimberg, está elaborando un código que será de acceso público.
«Hay que construir un límite o un parámetro que antes no existía. Crearlo significa reflexionar, debatir, entender que si hago esto puede tener tal o cual impacto en la otra persona», señaló a Télam.
Para la instructora, «en el yoga se juegan muchas cosas; es un espacio que muchas veces involucra para la persona que viene a practicar mucha apertura y vulnerabilidad porque vienen a trabajar cosas muy profundas».
«Con estas denuncias se abrió un debate sobre cómo relacionarnos con las personas desde ese trabajo físico que les proponemos y cómo comunicarnos verbalmente», apuntó.
Por su parte, Paola Torres, psicóloga e integrante de la Red de Psicólogxs Feministas, se refirió a los discursos que promueven una «verdad absoluta» y remarcó la necesidad de pensar en los puestos jerárquicos desde la ética.
«Las relaciones de poder entre maestros y practicantes aparecen cuando hay discursos que se mueven en la verdad absoluta», dijo en diálogo con Télam.
En la misma línea, Melisa García, fundadora de la Asociación de Abogadas Feministas (Abofem), sostuvo que el problema está «cuando aparece esa voz autorizada, ese instructor o ese cura, ese consejero que ocupa un lugar totalmente asimétrico, y que tiene como la clave o la verdad en ese momento de lo que a vos te va a hacer sentir bien».
Por esto, para Torres, se vuelve necesario «trabajar en la dimensión de la ética cuando ocupamos ciertos lugares de poder».
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