Por Stella Maris Andretich. Licenciada en psicopedagogía.
Podríamos comparar el momento con la expectativa que nos generó escuchar la primera palabra pronunciada por nuestro hijo… o con el día que soltó nuestra mano y dio sus primeros pasos solo…
Pero tal vez, aparezcan ahora otros “condimentos” que hacen de la adquisición de la escritura un desafío que moviliza sobremanera y llega a desvelar a muchos papás.
«…Juliana lee y escribe desde salita de tres», «dispara» con orgullo su mamá en una charla de amigas. «¡Uhh, Mateo todavía no logra escribir más que su nombre, y ya está en preescolar», responde otra madre con notoria resignación.
Es que aprender a leer y escribir es un hito en la vida de cualquier niño, con su correlato en cuanto a la expectativa depositada en estos logros por el mundo adulto.
Y es acá donde aparecen las comparaciones, las preocupaciones y muchas veces se instala también la ansiedad, que puede volverse en nuestra contra, ya que seguramente el niño en cuestión percibirá esta intranquilidad de sus padres, lo cual puede generar en él una actitud negativa -y hasta de rechazo- hacia la escritura, e incluso traer aparejados otros trastornos tales como inseguridad, angustia, inhibición, que retardarán aun más dicho aprendizaje.
Pero entonces, ¿a qué edad debe comenzar un niño a aprender a escribir? O dicho de otra forma, ¿cuándo preocuparnos? Si bien hay posturas encontradas en cuanto a una edad de inicio determinada, está claro que, a partir de los 5 años, un niño que presenta una maduración general acorde a su edad cronológica, y que ha pasado por las actividades de preescritura propias del nivel preescolar, estará en condiciones de comenzar a realizar producciones escritas.
El “qui” de la cuestión
Pero vayamos más allá de la edad de inicio. Preguntémonos cómo y por qué comienza un niño a adueñarse de las palabras y de las producciones escritas.
No debemos olvidar que la lengua escrita tiene una función social, es un instrumento de comunicación en sentido amplio –comunicación con los demás y con uno mismo- y no puede ser una actividad aislada dentro del contexto escolar. Si dentro del aula la lengua escrita pierde su función social (por ejemplo, al proponer a los chicos copiar del pizarrón oraciones vacías de significado) se está transmitiendo un mensaje tácito: la lectura y la escritura son actividades inútiles. Por el contrario, la escuela debe lograr que las actividades tomadas de situaciones auténticas de la vida cotidiana se conviertan en experiencias interesantes y significativas de aprendizaje.
Desde edades tempranas el niño recibe una cantidad de “material útil” que no debemos desatender ni desaprovechar, y que no tiene por qué “desvanecerse” al ingresar éste a la escolaridad formal: periódicos, envoltorios, álbum de figuritas, recetario de cocina, adivinanzas, recetas médicas, cartas y cualquier otro material significativo para la edad de los chicos serán grandes disparadores para nuestro cometido.
Abonando el terreno…
Antes de iniciar la enseñanza directa de la escritura, es menester que el niño haya pasado por lo que en otras épocas se denominaba “aprestamiento”. Son los ejercicios que –realizados en edad preescolar- facilitarán luego la escritura propiamente dicha.
Algunas de estas actividades para colaborar desde casa en la etapa de “preescritura” son:
- De coordinación visomotora: Modelar con arcilla y plastilina, recortar y picar papel, hacer nudos, colorear figuras, encastrar, armar rompecabezas.Y con papel y lápiz en mano: realizar bucles, espirales, cruces, ondas, círculos y rectas en diferentes posiciones.
- De percepción visual de formas, colores y tamaños: Discriminar semejanzas y diferencias. Encontrar el elemento que no pertenece a un grupo. Dibujar más grande que / más chico que.
- De orientación en el espacio: dibujar su cuerpo, dibujar y pintar dentro – fuera; arriba – abajo; derecha- izquierda
Es fundamental que la escuela asuma como propio el uso social de la lengua escrita para ofrecer un ámbito auténticamente alfabetizador, así como es indispensable que desde el hogar estimulemos a nuestros chicos para que puedan acercarse de manera natural y habitual a la escritura.
- Respetar los tiempos de maduración de cada niño: alentarlos sin apresurarlos.
- No hacer comparaciones con compañeros, hermanos o amigos que ya escriben o que lo hicieron antes que él/ella.
- Felicitarlos ante pequeños logros y avances… (un sellito, dibujarles una carita feliz, o simplemente una gran sonrisa, son excelentes estímulos positivos).
- Nunca reprenderlos o mortificarlos porque presentan alguna dificultad.
- “Alinear” esfuerzos con el docente: escuchar sus sugerencias, mostrar lo que se practique en casa.
- Tener siempre a mano blocks de hojas y un lapicero, para poder relacionar la actividad de escribir con los intereses del niño. Por ejemplo, que trate de anotar los nombres de sus equipos favoritos, resultados de partidos, hacer juntos pequeñas listas de compras o breves recetas como si fueran doctores.
Encontrá esta entrevista en la edición N°21 de Aptus Propuestas Educativas www.aptus.com.ar/revista/
Imagen: sxc.hu