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Conocé los cuentos publicados del concurso rosarino Manuel Musto

La publicación tiene la particularidad de ser un trabajo 100 % artesanal y realizado enteramente en la imprenta municipal. El premio otorga difusión a nuevos autores y autoras de la ciudad.

El Concurso Municipal de Narrativa Manuel Musto para libros de cuentos es uno de los premios más importantes de la ciudad. Cada año nuevas voces envían sus textos y apuestan a visibilizar su escritura a través del certamen. En la última edición, la ganadora fue Paula Galansky con su libro El lugar en el que estoy cayendo, en categoría mayor.

Pero además de la difusión a quien lo gana, también es una visibilización para quienes quedan como finalistas. En ese sentido, la Editorial Municipal realizó una publicación artesanal de un cuento de los diez finalistas, que fueron: Juan Vitulli, Ismael Seafog, Simón Menéndez Bravo, Gregorio Molbert, Natalia López Gagliardo, Julia Mariana Sánchez, Leonardo Berneri, Delfina Medicina, Oscar Ayala y Ernesto Gallo.

LOS CUENTOS del Manuel Musto, UNO POR UNO

A veces parecen tres de Juan Vitulli (Rosario, 1975):

Dos misteriosas mujeres se alternan para visitar a un hombre viejo internado en un hospital, pero las miradas suspicaces de un enfermero y las anotaciones del propio paciente en una libreta complejizan la situación más allá del desenlace inevitable.

La mujer, el hombre y el hijo de Ismael Seafog (Rosario, 1981):

La tensa e irónica conversación de un hombre y una mujer que gira alrededor del hijo ausente.

Las aguas suben turbias de Simón Menéndez Bravo (Rosario, 1987):

En lo que parece ser un triángulo amoroso, dos chicos y una chica coronan su excursión a las islas del Paraná con un encuentro fuera de lo esperado.

Los cuentos de Crespín de Gregorio Molbert (Centeno, 1971):

Someras historias desligadas entre sí, pero con un paisaje común y un registro de lenguaje claramente definido por la dicción seca del monte, el obraje y los desheredados de la tierra.

Los tarados de Natalia López Gagliardo (Rosario, 1987):

De madrugada, dos hermanos toman cerveza sentados al borde de una pileta. La conversación, íntima, conduce a recuerdos de infancia y confesiones que modifican para siempre su imagen del pasado.

Nadie se arrepiente de un whisky de Julia Mariana Sánchez (Rosario, 1979):

Una mañana, el narrador recibe la llamada de un excompañero de trabajo, a quien hace un año que no ve. De la turbadora charla afloran viejas emociones.

Paper kid de Leonardo Berneri (San Lorenzo, 1991):

Un grupo de jóvenes, bajo la prédica de un maestro, se ejercita en el arte de plegar papel. Participan de una competencia de vuelo de avioncitos en los Estados Unidos y uno de ellos tiene la desgracia de ganar.

Perdón por no ir de Delfina Medicina (Rosario, 2002):

Una serie de pantallazos intimistas, cargados de percepciones, sensaciones y sentimientos que remiten a conflictos interpersonales.

Una calcomanía en el ataúd de Oscar Ayala (Rosario, 1985):

Un trabajo fácil en el que nada sale bien, narrado con la crudeza y los códigos de la intensa dinámica callejera.

Voz de vaca de Ernesto Gallo (Resistencia, 1997):

Un viaje de padre e hijos al campo, donde el malestar se desprende de la puesta en el acto de las lógicas de transmisión, herencia y continuidad familiar.