La comprensión es la habilidad de pensar y actuar con flexibilidad a partir de lo que uno sabe. Según Lipman (1998) es la combinación de lo conceptual con lo procedimental, es convergente y divergente y, principalmente, se vehiculiza a través del lenguaje, pero no como diálogo de palabras, sino de estilos de pensamiento, de perspectivas epistemológicas y metafísicas.
Comprender supone comparar, analizar, extrapolar, justificar, vincular, codificar, decodificar, hacer analogías, aplicar conocimientos y hacer cosas usando conocimientos previos para resolver situaciones nuevas. Esto implica un amplio abordaje del contenido a enseñar y habilidad por parte del docente para usar las estrategias metodológicas adecuadas. Desde esta perspectiva se requiere del pensamiento complejo, un pensamiento que examina su metodología y sus puntos de vista y que puede reflexionar sobre los temas a enseñar. Este pensamiento complejo no es lineal, sino que sus articulaciones abarcan múltiples sentidos y direcciones, implica hacer un proceso metacognitivo por parte de un docente crítico y reflexivo. Con esto, hago referencia al proceso de reflexión sobre contenidos, valores, contexto, aspectos técnicos y los propios procesos de pensamiento para conocer sobre el proceso de conocimiento que realizábamos. Supone leer críticamente la realidad y tomar decisiones ante rutinas, incidentes, situaciones problemáticas y dilemas a fin de poner en acto teorías vulgares y científicas para construir el conocimiento profesional.
Ahora bien, para enseñar a comprender, hay múltiples actividades escolares que favorecen el desarrollo de la comprensión y las capacidades metacognitivas. Algunas de las posibles pautas de acción para trabajar en la clase, para trabajar con los estudiantes podrían ser: solicitar fundamentación de sus juicios, confrontar ideas previas con situaciones problemáticas, generar hipótesis de lo que podría pasar, ejercitar la autoevaluación, trabajar mediante redes conceptuales, predecir soluciones, entre otras.
Litwin (1997) plantea que no es posible desarrollar el pensamiento crítico en el alumno, sino se cuenta con un profesor que genere para sus propias comprensiones esta manera de pensar. Señala que no se trata de una estrategia cognitiva que pueda enseñarse fuera de los contextos de las actuaciones compartidas en la escuela.
Ser buen profesor no implica manejar cantidad de información, sino distinguir cómo emplear lo que se sabe, cómo acceder y cómo abordar la información, explicar bien, cómo aprender más y, por sobretodo, realizar actividades metacognitivas con los conocimientos adquiridos; esto implica reflexionar sobre lo que se enseña y lo que se aprende.
La enseñanza es un proceso de construcción cooperativa y, por lo tanto, los alcances del pensamiento reflexivo y crítico se generan en el salón de clase con los sujetos implicados.
Fuente: Carina Cabo Imagen: Archivo de imágenes.