Lo hizo en reconocimiento a su incansable labor pedagógica, su compromiso con la enseñanza y su apuesta por una educación creativa y transformadora. Con 93 años y una trayectoria inspiradora, Biró representa una figura clave en la historia de la educación argentina.
El homenaje fue impulsado por el legislador Hernán Reyes (Vamos por Más), quien destacó la vitalidad y pasión de la docente:
“Me fascinó tomarme ese café en la escuela con ella y estar dos horas largas charlando. Contó su historia, su vocación por la enseñanza, su amor por los chicos, su potencia creativa, su vigorosidad, su lucha y vida. Ella está llena de vida”.
Durante el acto celebrado en el Salón Montevideo de la Legislatura porteña, Mariana agradeció la distinción y reafirmó su convicción de que la educación es el motor del desarrollo social. Sus palabras, cargadas de sabiduría y entusiasmo, reflejaron la misma fuerza con la que ha guiado a generaciones enteras desde las aulas.
Una vida atravesada por la innovación
Hija del reconocido inventor del bolígrafo, Ladislao José Biró, Mariana llegó a la Argentina a los nueve años. La creatividad y el pensamiento lateral formaron parte de su entorno desde muy pequeña, marcando su camino hacia una educación enfocada en la resolución de problemas y el desarrollo del pensamiento crítico.
En 1966, junto a su esposo, el educador norteamericano Francis Loring Sweet, fundó la Escuela del Sol, una de las primeras instituciones educativas laicas, libres y democráticas del país. Con el lema “sembrar con honestidad”, la escuela nació como un proyecto que busca fomentar el crecimiento personal y creativo de cada estudiante, apostando por una pedagogía que valora la curiosidad, la autonomía y el pensamiento original.
Actualmente, la Escuela del Sol cuenta con cerca de 400 estudiantes y se destaca por su enfoque único que impulsa la creatividad y empodera a los alumnos para convertirse en agentes de cambio, capaces de imaginar y construir un mundo mejor.
Un legado que trasciende generaciones
Mariana Biró no solo deja una huella en la historia de la educación argentina, sino también en la vida de cada niño, docente y familia que pasó por sus aulas. Su historia es testimonio de cómo la pasión por enseñar, combinada con una visión transformadora, puede construir puentes duraderos entre el conocimiento y la humanidad.
