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ESI

Infancias y ESI: por una vocación sin estereotipos de género

Javier Elena, coordinador de proyectos de Grow, género y trabajo, organización cuyo propósito es generar espacios de trabajo diversos, inclusivos y libres de violencia brinda su mirada en la temática.

En agosto Argentina celebra el Día de las Infancias, una oportunidad para reflexionar acerca de qué modelos estamos proponiendo a niños y niñas, y cómo los estereotipos de género influyen en las elecciones que hacen en el futuro. ¿Cuál es la relación entre la Ley de Educación Integral (ESI) -sancionada en 2006- y el mundo del trabajo?

Implementar la ESI desde los primeros años de la escolarización es fundamental para que toda persona, independientemente de su género, pueda desarrollar sus intereses de manera genuina, y en el futuro pueda elegir horizontes laborales sin tantos condicionamientos ya que cómo se trabaja en las aulas, qué habilidades se estimulan y qué se espera de las personas según su género, tiene efectos concretos.

¿La vocación tiene género?

En Argentina, aunque haya más mujeres que varones cursando estudios superiores (alrededor del 60%), esa distribución es desigual en distintas ramas: mientras que las mujeres representan más del 70% en ciencias humanas y ciencias de la salud, solamente son el 37% en ciencias aplicadas (Ministerio de Educación, 2020). Vale aclarar que la falta de datos estadísticos respecto de las personas de otras identidades de género hace que tengamos que hablar de forma binaria, de varones y mujeres.

¿Y cómo se llega a eso? Las infancias están expuestas desde temprana edad a discursos que promueven estereotipos a partir del género. Y la escuela muchas veces reproduce estos discursos, estimulando a los varones en habilidades más vinculadas a lo que son las disciplinas duras (pensamiento analítico); y a las mujeres en las llamadas habilidades blandas (lengua). Lo que espera de unos y de otras, en lo que se cree que «son mejores», termina marcando un camino que restringe un universo de posibilidades.

En Argentina, si entre los 6 y los 8 años alrededor del 30% de niños y de niñas se siente bueno/a en matemáticas, en la franja de 9 a 10 ese porcentaje cae a 20% en los niños y hasta 11% en las niñas (CIPPEC). Esa autopercepción tiene sus resultados: en las pruebas PISA 2018, los varones superaron a las mujeres por 15 puntos en matemáticas y por 10 en ciencias.

Este fenómeno es lo que se denomina tuberías rotas: en los ámbitos vinculados a la tecnología, las mujeres y personas de la comunidad LGBTIQ+ se ven, a lo largo de su vida, expuestas a diferentes obstáculos que las excluyen de esas disciplinas, por ser consideradas propias de los varones. Y esto, que comienza en la infancia, tiene sus resultados en el mundo laboral.

¿Qué es posible hacer ante este escenario?

Es importante implementar la ESI de forma transversal y a lo largo de toda la escolarización. Pero también es necesario trabajar en la formación docente para evitar promover habilidades diferenciadas según el género. Al mismo tiempo, alentar la participación de mujeres en actividades vinculadas a las disciplinas duras, ya que contar con más modelos a seguir hará que más mujeres se sientan en condiciones de elegir otros caminos.

Nuestro objetivo es que todas las personas puedan elegir y desarrollar su vocación de manera libre, promoviendo una sociedad con igualdad de oportunidades. Esto favorece a las personas, a las organizaciones empleadoras y a la sociedad en su conjunto.

 

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