ENTREVISTA. Luisa Brumana es titular de la entidad de Naciones Unidas para la infancia en la Argentina y reseñó los datos que surgen de la Tercera Encuesta sobre el impacto de la Covid-19 en los niños y adolescentes.
Unicef es una de las organizaciones multilaterales que advirtió en torno al impacto emocional y cognitivo, además de educativo, que la pandemia produjo en chicos y adolescentes durante el año pasado: cuatro de cada 10 de quienes tienen menos de 6 años experimentó cambios de sueño y alimenticios, según un relevamiento local de su filial en Argentina.
En tanto, y siempre conforme a la Tercera Encuesta sobre el Impacto de la Covid-19 realizada por Unicef Argentina, los adolescentes revelaron datos preocupantes vinculados a su salud mental: el 24 por ciento de los consultados estuvo angustiado y el 12 por ciento, deprimido, en ambos casos a causa de la incertidumbre que les generó el contexto pandémico.
Frente a esos y otros efectos socioeconómicos que provocó la pandemia, Unicef viene bregando en Argentina y el resto del mundo porque «las escuelas sean lo último en cerrar y lo primero en abrir» en base a un consenso multisectorial y a la implementación de medidas sociosanitarias.
También es una de las que advirtió sobre el «impacto devastador» que tuvo la pandemia en la educación y escolaridad de los alumnos de todo el mundo, sobre todo en aquellos pertenecientes a sectores vulnerados.
Italiana, médica cirujana, especializada en epidemiología en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (Reino Unido), Brumana brindó un reportaje escrito a la Agencia de Noticias Télam en el que consideró: «Estamos frente a un escenario cambiante y que requiere de los actores implicados una capacidad de flexibilidad y adaptación a los imponderables que surjan».
¿Qué rol puede desempeñar Unicef Argentina en el regreso presencial o mixto a las escuelas?
Brumana: Entendemos que el impacto de la interrupción de las clases presenciales en el marco de la pandemia no sólo afecta los aprendizajes, sino a la protección de los derechos y bienestar de los chicos, sobre todo los que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Desde el punto de vista de la salud pública, la decisión de cerrar o reabrir las escuelas debe guiarse por un enfoque basado en el riesgo, teniendo en cuenta la epidemiología a nivel local, la capacidad de las instituciones educativas para adaptar su sistema a fin de operar con seguridad; el impacto de los cierres de las escuelas en la pérdida de la educación, la equidad, la salud en general y el bienestar de los chicos.
¿Qué premisas deben guiar la apertura o cierre de establecimientos?
B: La interrupción uniforme de clases presenciales a nivel nacional debe evitarse en la medida de lo posible. Evaluar el riesgo de transmisión a nivel local debería ser un factor determinante en las decisiones relacionadas con el funcionamiento de las escuelas. Allí donde existan altos niveles de transmisión comunitaria, los sistemas de salud estén sobrecargados y el cierre de las escuelas sea inevitable, deberán establecerse medidas alternativas y fortalecer las condiciones para asegurar la continuidad de los aprendizajes y el seguimiento de la situación de los alumnos, con especial énfasis en el acompañamiento de aquellos que residen en contextos de mayor vulnerabilidad, aislamiento o que tengan necesidades particulares. El cierre de las instalaciones educativas solo debe considerarse cuando no hay otras alternativas.
¿Cuál debe ser el núcleo de acuerdo para garantizar un regreso a las escuelas seguro?
B: Volver de forma segura y planificada implica poner en marcha múltiples y diversas estrategias como sistemas de alternancia, grupos reducidos y el uso de distintos espacios públicos y escolares. Es clave fortalecer el uso pedagógico de nuevas y viejas tecnologías; asegurar el acceso al agua y mecanismos de higiene y desinfección, ampliar la conectividad y distribución de equipamiento; informar a las familias y comunidad educativa; acompañar y fortalecer las condiciones de trabajo y las habilidades de directivos y docentes para transitar esta emergencia.
¿Cuáles son las experiencias de escolaridad presencial en pandemia que Unicef registró a nivel global y en América Latina?
B: A nivel global, el impacto por el cierre de las escuelas ha sido devastador. En el momento álgido del confinamiento por la pandemia afectó al 90% de los estudiantes de todo el mundo y privó de acceso a la educación remota a más de una tercera parte de los chicos en edad escolar. La evidencia demuestra que la educación presencial no parece ser el principal promotor de los incrementos de la infección, los estudiantes no parecen estar expuestos a mayores riesgos de infección en comparación con el hecho de no asistir a la escuela cuando se aplican medidas de mitigación, y el personal escolar tampoco parece estar expuesto a mayores riesgos relativos en comparación con la población general. A su vez, una revisión de 47 estudios publicados determinó que el riesgo de transmisión de niños a la comunidad, en especial a los ancianos, era relativamente bajo.
¿Qué aprendizajes cree que dejó la experiencia educativa en 2020? ¿Qué desafíos?
B: Desde Unicef reconocemos los esfuerzos realizados para garantizar la continuidad a través de la educación remota. Sin embargo, menos de la mitad de los hogares cuenta con acceso fijo a internet de buena calidad y uno de cada dos no cuenta con una computadora disponible para usos educativos. Según datos oficiales, cerca de un millón de chicos matriculados en algún nivel de la educación obligatoria mantuvo bajo o nulo intercambio con su escuela, lo que coloca en severo riesgo su continuidad escolar. Además, según la tercera encuesta de Unicef sobre impacto de la Covid-19 en hogares, el 58% de los estudiantes tuvo complicaciones para mantener la atención durante las clases virtuales, mientras que el 31% no pudo sostener una rutina relacionada con el aprendizaje. Por otra parte, la pérdida de ingresos empujó a los adolescentes a incorporarse tempranamente al mercado laboral: el 16% de ellos manifestó realizar actividades laborales destinadas al mercado y el 46% no lo hacía antes de la cuarentena. Es un desafío, entonces, es revincular a los chicos que no pudieron sostener su escolaridad, entendiendo que estamos frente a un escenario cambiante y que requiere de los actores implicados una capacidad de flexibilidad y adaptación a los imponderables que surjan.
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