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Traductores y editores de Virginia Woolf relatan el primer encuentro con su obra

Adeline Virginia Stephen, reconocida como Virginia Woolf, nació en Londres en 1882, produjo una obra en la que se encuentran las novelas «La señora Dalloway» y «Las olas» y el emblemático ensayo «Un cuarto propio» y algunos de los traductores y compiladores responsables de sus reediciones más recientes comentan a Télam sus primeras lecturas sobre la escritora que se suicidó en 1941 en Sussex, arrojándose al río Ouse.

Micaela Ortelli, una de las traductoras de la edición de los «Cuentos completos» de Godot, recuerda que lo primero que leyó de una de referentes centrales del modernismo anglosajón y de la literatura del siglo XX en general fue «La señora Dalloway»: «Tenía 20 años -tengo 35- y por alguna razón sentí identificación con esa señora tan antigua, con un quehacer que nunca me iba a tocar a mí -anfitrionar una reunión de gente de la alta sociedad-. Creo que era la primera vez que leía tanto pensamiento, y seguro fue eso lo que me hizo sentir la cercanía, porque también solía vivir muy en mi cabeza, preocupada y pendiente del qué dirán».

En tanto, Eric Schierloh, editor y traductor de «Leer y reseñar», dice que su primera lectura de Woolf fue «‘Orlando’ (una novela autopublicada, por cierto)», a la que define como «un texto alucinante» y le pareció «una cosa sumamente audaz; era una escritura que estaba produciendo sus propias condiciones de existencia y que hacía de ese proceso parte de su asunto».

«Orlando» también fue lo primero que leyó la editora y traductora Carolina Orloff: «Me encontré con una edición de segunda mano apenas aterricé en el Reino Unido por el 97, 98 y fue una experiencia absolutamente única en el sentido que nunca había leído una cosa similar, por el estilo, el universo y el contexto que desafía y cómo lo desafía», explica.

Orloff cuenta que primero leyó las novelas de Woolf y después fue por los cuentos. En esa línea advierte que tanto «Orlando» como «La señora Dalloway» son de «las novelas más accesibles en lo que es la multiplicidad de corrimientos que hace con su lenguaje y sus planteos narrativos».

Laura García, responsable de la traducción de «Tres guineas», relata que también se sintió atraída por el universo de Woolf a partir de «‘Orlando’, en traducción de Borges,-que, tal como demuestra Patricia Willson en ‘La constelación del Sur’, es como leer a Borges más que Virginia Woolf».

«Es un libro muy particular dentro de su obra, no tan centrado en la experimentación formal. Hoy podría leerse como una novela de aventuras transgénero donde la protagonista, Orlando, atraviesa siglos de historia primero como varón, luego como mujer. A su vez, es una biografía imaginaria de un gran amor de Woolf, Vita Sackville-West. Una tiene la sensación de que lo escribió con una sonrisa en la cara», subraya.

A su vez, Manuela Barral, editora y prologuista de la correspondencia entre Woolf y Victoria Ocampo publicada por Rara Avis, rememora que su encuentro con esta autora fue a través de los «Relatos completos» en una edición de Alianza que le regaló una amiga. «Tenía 15 años y los devoré en unas vacaciones. Me impactó la mezcla contundente entre lo bello y lo crudo de su escritura. Además, tengo una relación afectiva con Virginia Woolf porque mi madre hace años da talleres de lectura sobre su obra y se la pasa hablando de Virginia como una amiga. Ella me recomendó ‘Un cuarto propio’ y creo que me pasó lo que nos pasa a todas y todos con ese libro: se me hacía difícil creer que fue escrito en 1929. Allí Virginia anticipa las problemáticas que estudiarán los feminismos más adelante (la pobreza endémica de las mujeres, la escasez de registro sobre su lugar en la historia y el descrédito a su capacidad intelectual y artística) con extraordinaria lucidez», apunta.