Este salto está vinculado a la expansión de programas escolares a distancia que permiten a los alumnos cursar desde casa, ya sea de forma parcial o total. Las razones que impulsan la elección son diversas: mayor flexibilidad horaria, adaptación a necesidades particulares, reducción de traslados y, en algunos casos, búsqueda de entornos de aprendizaje más personalizados.
La nueva ley estatal SB 569 refuerza esta tendencia. La norma exige que los distritos escolares informen a las familias sobre las opciones virtuales disponibles, consideren esta modalidad antes de aplicar sanciones como expulsiones, y establezcan mecanismos de control y calidad. Con este marco, el estado busca garantizar que la enseñanza a distancia no solo sea más accesible, sino también más efectiva.
Expertos en educación señalan que el desafío ahora está en mantener la calidad académica y la equidad. Si bien el modelo virtual ofrece oportunidades para estudiantes con distintas realidades, también exige infraestructura tecnológica adecuada, conectividad estable y docentes capacitados para enseñar en entornos digitales.
El caso de Texas se observa con interés en otros estados y países, que siguen de cerca cómo se equilibran las ventajas de la flexibilidad con la necesidad de asegurar aprendizajes sólidos y evaluaciones confiables.