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Roblox bajo la lupa: cuando el juego impacta en la salud emocional

Especialistas advierten sobre el aumento de consultas por ansiedad, frustración y problemas de autoestima vinculados al uso intensivo de la plataforma. El rol de las familias resulta clave para prevenir riesgos.

Roblox dejó de ser solo un videojuego para convertirse en un verdadero ecosistema digital donde millones de adolescentes juegan, crean mundos, socializan y construyen identidades virtuales. Su popularidad crece a ritmo acelerado, pero junto con ella también aumentan las alertas de psicólogos y profesionales de la salud mental, que observan un incremento de consultas vinculadas a efectos emocionales y conductuales asociados a su uso intensivo. Así lo advierte un reciente informe difundido por el medio especializado educacion3.0.

La plataforma resulta especialmente atractiva para los adolescentes por una combinación potente: libertad de acción, recompensas inmediatas, desafíos constantes y reconocimiento social. No exige habilidades técnicas complejas y ofrece una progresión rápida, lo que genera una sensación de avance permanente. En plena etapa de búsqueda de identidad, pertenencia y autonomía, este “universo a medida” funciona como un imán difícil de soltar.

Recompensas rápidas, emociones intensas

Desde la psicología del desarrollo se señala que el cerebro adolescente es particularmente sensible a la novedad, la aprobación de los pares y la gratificación inmediata. Roblox activa esos circuitos de forma constante: niveles que se superan rápido, premios virtuales, visibilidad dentro de la comunidad y la posibilidad de mostrar creatividad o estatus. El problema aparece cuando esa lógica se vuelve dominante.

Según especialistas citados por educacion3.0, muchos adolescentes comienzan a experimentar ansiedad, irritabilidad y frustración, especialmente vinculadas al miedo a “perderse algo” dentro del juego (el conocido FOMO). A esto se suma una autoestima cada vez más dependiente del rendimiento virtual: cuántos logros se obtienen, cuántos objetos se consiguen o qué nivel de popularidad se alcanza.

El impacto no se limita al plano emocional. También se observan dificultades para concentrarse, problemas en la gestión del tiempo, alteraciones del sueño y una caída en el interés por actividades fuera de la pantalla, con consecuencias directas en el rendimiento escolar y el bienestar general.

Avatares perfectos, identidades frágiles

Uno de los aspectos más sensibles es la construcción del avatar. Roblox permite diseñar versiones idealizadas de uno mismo, ajustadas a un ideal estético o simbólico que muchas veces resulta inalcanzable en la vida real. Para algunos adolescentes, esta identidad digital se transforma en un refugio frente a inseguridades, miedos y exigencias cotidianas.

El riesgo, advierten los expertos, es que ese “atajo” debilite el proceso de construcción de una identidad real, que inevitablemente implica esfuerzo, frustraciones y aprendizajes emocionales. Cuando el valor personal queda atado al personaje virtual, el regreso al mundo offline puede vivirse como una pérdida.

Conductas adictivas y vínculos empobrecidos

Otro foco de preocupación es el sistema de recompensas económicas dentro del juego, basado en monedas virtuales y mecanismos aleatorios similares a las apuestas. Este diseño puede reforzar conductas impulsivas y favorecer patrones de uso problemático, especialmente en cerebros que aún no terminaron de desarrollar el control inhibitorio.

Además, la mayor parte de las interacciones se da a través de textos o avatares, lo que limita la práctica de habilidades sociales cara a cara: interpretar gestos, tonos de voz, emociones ajenas. A largo plazo, esto puede empobrecer la empatía y favorecer el aislamiento.

Acompañar, no prohibir

Frente a este escenario, los especialistas coinciden en que la solución no pasa por la prohibición absoluta. Si bien Roblox cuenta con controles parentales y filtros de seguridad, estos no son infalibles. El verdadero factor protector es el acompañamiento adulto.

Conocer a qué juegan los hijos, con quién interactúan, cuánto tiempo pasan conectados y, sobre todo, abrir espacios de diálogo sobre lo que sienten al jugar resulta fundamental. Preguntar, escuchar y poner límites claros —pero razonables— ayuda a que los adolescentes desarrollen una relación más consciente y equilibrada con la tecnología.

Roblox no es, en sí mismo, el enemigo. El desafío está en evitar que el juego termine jugando con la salud emocional de quienes todavía están aprendiendo a construir su lugar en el mundo real.