La deuda más silenciosa: los primeros años
En Argentina, solo el 8 % de los chicos menores de 3 años accede a espacios de cuidado infantil. Esa cifra lo dice todo: estamos arrancando tarde.
Mientras tanto, 7 de cada 10 niños viven bajo la línea de pobreza. Es decir, crecen con hambre, sin estímulos adecuados y con familias que, en muchos casos, no tienen redes ni tiempo para acompañarlos.
Por eso este plan no habla solo de educación: apunta a garantizar derechos básicos. Y a hacerlo desde el minuto cero.
¿Qué incluye esta inversión?
El nuevo programa impulsado por el gobierno nacional con financiamiento del Banco Mundial tiene tres grandes ejes:
🔸 Acompañamiento desde el embarazo: alcanzará a más de 800.000 mujeres embarazadas con acciones concretas de salud, nutrición y educación.
🔸 Centros de cuidado infantil: se ampliará la cobertura para 120.000 chicos en situación vulnerable.
🔸 Apoyo directo a familias: se espera llegar a 1,8 millones de niños menores de 4 años, priorizando las zonas más postergadas del país.
También se fortalecerán programas existentes como la AUH, el Plan 1000 Días y la Asignación Universal por Embarazo, y se pondrá en marcha un sistema más inteligente para cruzar datos y detectar a quienes más lo necesitan.
Educación en los primeros años: una cuenta pendiente
La evidencia es clara: lo que no se logra en los primeros años es difícil (y costoso) de recuperar después. Sin embargo, hasta ahora las políticas públicas venían enfocadas sobre todo en la secundaria o en la formación docente.
Este nuevo enfoque pone el foco donde realmente importa: en la etapa en que se forma el lenguaje, la empatía, la atención, el deseo de aprender y la seguridad emocional.
Y lo hace apostando a algo clave: trabajar con las familias y no contra ellas.
¿Cómo se implementa?
La inversión está pensada bajo un modelo de “pago por resultados”: el Estado recibirá los fondos en función de los avances concretos.
Esto incluye cosas como la apertura de nuevos centros de cuidado, el acceso real a servicios por parte de la población objetivo, o el mejoramiento en los indicadores de alfabetización en los primeros grados.
En paralelo, el préstamo tendrá un plazo de 32 años y 7 años de gracia, lo que permite planificar sin ahogos financieros.
Una apuesta necesaria
Después de años de estancamiento educativo, esta iniciativa llega con ambición. Si se gestiona bien, puede convertirse en un antes y un después en la historia educativa del país.
Si se gestiona mal, será simplemente otro crédito sin impacto real.
Hoy la pelota está en la cancha del Estado, las provincias y también de las organizaciones comunitarias, que serán clave para que el esfuerzo llegue a quienes más lo necesitan.
¿Y ahora qué?
Será fundamental hacer un seguimiento transparente de la implementación. Y, sobre todo, evitar que esta inversión quede atada a la lógica electoral o a los vaivenes del poder político.
Porque cuando se trata de infancia, no hay margen para improvisar.