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Reflexiones sobre las adolescencias y lo tóxico

El problema de las toxicomanías -varias-, es un tema de la psicopatología, pero también lo es de la comunidad y de la ciudadanía

Los adolescentes están en una zona de ambigüedad, de frontera, entre el ya no de la infancia y el aún no de la vida adulta, entre dependencia/autonomía, y en un momento crucial de constitución subjetiva.

Hablar de “adolescencias” permite preservar la diversidad y singularidad de los casos, tanto en lo que remite al psiquismo como a los factores socioculturales que los configuran y modelan. Los adolescentes quieren ser adolescentes, que no los entendamos, pero el encuentro con ellos exige que el adulto se involucre.

Quieren tomar distancia y nada peor que un adulto que quiere estar cerca -peor aún, muy cerca- siendo difícil pero necesaria esta moderación de la distancia. Están entre lo regresivo, lo progresivo y lo transgresivo. Lo transgresivo es parte de su territorio, por lo que es importante diferenciar cuando las transgresiones están al servicio de eros, de preservar lazos, de construir un territorio propio, de las transgresiones que están al servicio de la destrucción, donde corren y hacen correr grandes riesgos.

Esto se agrava en tanto habitan espacios plagados de legalidades transgresivas, que lejos de acotar lo impulsivo lo potencian al infinito. Funcionan frecuentemente con una lógica del instante más que una lógica de la anticipación, que a su vez es armónica con una contemporaneidad que valora muy poco el futuro y los proyectos.

Con cierta frecuencia, no diferencian la lealtad de la traición, lo que está bien de lo que está mal, predominando el principio de placer más que el de realidad, es decir con un aparato psíquico precariamente constituido.

Dos cuestiones son fundamentales: el lugar de un adulto responsable y la representación de futuro. Los lugares vacantes de los adultos, su falencia, su impotencia, crean en las bandas y tribus urbanas inquietantes y preocupantes caricaturas de poder y saber. El aplanamiento generacional (la simetría, igualdad, indiferencia entre adultos y adolescentes) potencia los riesgos, en tanto que las diferencias generacionales -sin autoritarismos- los reducen.

Sin embargo las dificultades por las que consultan no son solo por la ausencia de funciones parentales adecuadas, sino también por la presencia de una cultura que pregona la imagen en detrimento de la palabra, la acción en detrimento de la reflexión y sitúa lo tóxico para estar “up” en el centro de la escena. Como ellos enuncian: un ganador -el éxito como ideal- consume en “la previa”, en el “durante” y en el “after”, por lo que una de las más difíciles responsabilidades que tienen es la de desobedecer los mandatos del mercado. El problema de las toxicomanías -varias-, es un tema de la psicopatología, pero también lo es de la comunidad y de la ciudadanía.

El trabajo con adolescentes, tiene su especificidad, como lo tiene el trabajo con niños, con adultos, con mayores- y es innecesario decirlo- no es lo mismo trabajar con ellos en el ámbito educativo, jurídico, institucional o clínico.

Es importante la articulación entre el tiempo de la evolución que ordena el funcionamiento de parte de las zonas erógenas y de la reproducción, el tiempo fundamental de la estructuración del psiquismo y una temporalidad más vinculada a las marcas de época, ligada entre otras cuestiones a las diferentes formas de la sociabilidad y a diferentes organizaciones familiares.

Se trata de elementos de la subjetividad que responden a diferentes temporalidades , que todos son estructurantes de la subjetividad y mantienen entre si tensiones y conflictos (Galende, E.).

Es necesario considerar la articulación en cada historia singular con las marcas de época: medianía, superficialidad, vertiginosidad y uno fundamental la espectacularidad. Si tomamos en cuenta solo las marcas de época corremos el riesgo de superficializar la mirada si escuchamos a los adolescente sin esas marcas, corremos el riesgo de pensar en sujetos extemporáneos y olvidarnos que esas marcas hoy les producen mucho sufrimiento.

Por Stella Maris Firpo. Dra. en psicología de la UNR. Docente de la Facultad de Psicología de la UNR.

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