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¿Qué ambiente creamos para los jóvenes?

La educación y el desarrollo de los jóvenes no sólo necesitan de escuelas y una familia, sino de toda una sociedad

Partido de hockey, sábado por la mañana. Dos equipos de nenas de 11 y 12 años disputan un partido oficial. Algunos espectadores, mayormente padres y madres, dan un marco tranquilo al encuentro. Solo se oyen las voces las jugadoras, los entrenadores y el silbato del árbitro. De repente, una de las jugadoras rompe la monotonía del juego, se saca de encima a una rival, a otra y se dirige decidida al arco rival. Un grito desaforado de un padre llama la atención de algunos, pero no de todos. “¡Matála!”, es la indicación inconfundible que sale de su boca con el rostro enrojecido.

Situaciones como estas no son aisladas en nuestra sociedad. Se repiten en canchas de hockey, fútbol, rugby y cualquier disciplina deportiva. Tampoco son exclusividad del deporte ni de los padres. Hay una constante violencia que se manifiesta todos los días en situaciones mínimas: un auto estacionado en doble fila, un papel que se tira a la calle, el no respeto por las reglas de tránsito, dirigentes que se tildan de enemigos, programas de TV que promueven las peleas y los rumores. Este contexto de violencia objetiva, aquella que se manifiesta en no tener en cuenta al otro ni en cómo  afecta a los demás, se ha transformado en un terrible problema para la educación y el desarrollo de nuestra juventud. Los chicos y los jóvenes son esponjas que absorben absolutamente todo lo que les transmitimos, seamos o no conscientes de ello. Y la educación y el desarrollo de los jóvenes no sólo necesitan de escuelas y una familia, sino de toda una sociedad. Es responsabilidad de los adultos de crear ambientes sanos para que todos los chicos puedan crecer en una marco de paz, tolerancia y tranquilidad. ¿Estamos realmente creando ese contexto? ¿Nos estamos haciendo responsables de la situación? ¿Cuántas veces tuvimos en cuenta el ejemplo que damos con nuestras actitudes y conductas?

Llaman la atención los sucesos ocurridos hace unas semanas en la ciudad de Rosario, donde aparentemente estudiantes de una institución educativa privada vandalizaron colegios “rivales”. Indignación, sorpresa y acusaciones cruzadas fueron las mayores respuestas de directivos, padres y vecinos en general. “¡Estos chicos son unos inadaptados, deberían estar estudiando! ¿Dónde están los padres y las instituciones?”. Ese fue el reclamo masivo. Pocos  se preguntaron por qué los chicos se manejan de manera violenta, y qué mensajes les estamos dando diariamente.

La sociedad en su conjunto debe entender que está educando y enviando mensajes constantemente a los jóvenes con cada pequeña acción, comentario y actitud. Y no puede desentenderse confortablemente de su educación cargando las responsabilidades en la escuela y la familia, o desligándose por no tener hijos. Que los chicos se desarrollen nos debe interesar a todos no por una cuestión altruista, ni filantrópica ni de sensibilidad social. Es simplemente una cuestión de visión: si queremos progresar como país vamos a necesitar que los futuros adultos puedan desatar sus talentos para solucionar problemas, innovar, crear ciudades felices, investigar y en definitiva, aportar a todo un país sus mejores dones. Asegurémonos entonces de cuidar nuestra mejor inversión a futuro. Necesitamos que los futuros adultos sean mucho mejores de lo que somos nosotros.

Por: Mario Raimondi
Director ejecutivo Fundacion El Desafío

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