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Perspectiva Daniel Brailovsky

Autor del libro «El juego y la clase», sostiene «si los maestros integran el juego en el aula, le otorgan un sentido real al aprendizaje, porque esto genera motivaciones muy genuinas desde la perspectiva de los chicos».

Licenciado en Educación Inicial (USAL), Maestro de Nivel Inicial, Prof. de Educación Musical (CMMF) y Especialista en Educación con orientación en Gestión Educativa (UdeSA), Daniel Brailovsky forma parte del equipo del Área de Educación en la Universidad Torcuato Di Tella e investiga en el área de Pedagogía e Historia de la Educación.

Brailovsky ha participado en numerosos encuentros y congresos, y ha escrito artículos sobre temas de nivel inicial, pedagogía, género y didáctica, que fueron publicados en revistas de educación, y en libros, de los que participó como autor, coautor o compilador. Entre ellos se destaca «El juego y la clase», un libro centrado en las discusiones acerca del encuentro entre dispositivos de enseñanza y propuestas lúdicas, que ocupan un lugar central en el debate educativo, ya que no son sólo debates metodológicos, sino que constituyen también la expresión de una sostenida contienda entre modelos educativos que, bajo distintas denominaciones, ha atravesado la historia de la pedagogía.

Hasta ahora, las posibilidades lúdicas de la enseñanza han quedado relegadas al jardín de infantes. Pero cada vez se plantea con más fuerza la necesidad de incorporarlas también en la primaria y el resto de los niveles.

Que los chicos aprenden cuando juegan es ya un aceptado axioma. Si a esto se suma que jugar es innato en los niños, la ecuación se presenta perfecta: jugar en clase es aprender por instinto. Sin embargo, las cuentas a veces no dan y cuando los chicos juegan en clase o a la hora de los deberes, en lugar de felicitaciones, se escucha un contundente ¡no juegues, andá a estudiar! 

En este caso para Daniel Brailovsky, al juego le pasa lo mismo que a las computadoras, «se lo avizora como una gran promesa, pero una vez en la escuela, no se sabe bien dónde ponerlo», expresa y destaca que «si los maestros integran el juego en el aula, le otorgan un sentido real al aprendizaje porque esto genera motivaciones muy genuinas desde la perspectiva de los chicos».

«La enseñanza lúdica puede adoptar diferentes expresiones, actividades que tienen nombre de juego (rayuela, dominó, mancha) y que pueden jugarse en la escuela, «puras o modificadas». Propuestas de enseñanza que toman apenas algún detalle de los juegos infantiles, como un juego de carta o de ingenio. Clases tradicionales que ponen en escena rasgos lúdicos: humor, dinamismo, desafíos, competencia, cooperación y nuevas reglas», sostiene el especialista.

Fuente: educacion.flacso.org.ar