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Perspectiva: Alejandro Castro Santander

«La adaptación emocional-social de un niño a largo plazo, así como su desarrollo académico y cognitivo y su sentido de ciudadanía deben ser estimulados en diversas oportunidades para fortalecer la competencia social durante la niñez».

Alejandro Castro Santander es Psicopedagogo Institucional (Universidad Católica Argentina), Especialista en Gestión de la Convivencia Social y Escolar, Licenciado en Gestión Educativa (Universidad del Aconcagua) y Profesor de «Problemática educativa de niñez, adolescencia y familia» en la Lic. en Psicopedagogía, entre otros. Asimismo es Asesor General Escolar de instituciones en sus tres niveles de educación y ha desempeñado funciones docentes, de orientación personal, directivas, de asesoramiento familiar y de formación de formadores por más de 30 años.

Expositor en numerosos congresos, seminarios, jornadas y talleres nacionales e internacionales sobre la temática de la Convivencia y la Violencia en los ámbitos familiar y escolar, coordinador del «Observatorio de la Convivencia Escolar», miembro de la «Red Iberoamericana de Observatorios de la Violencia Escolar» (Universidad Católica de Brasilia, Brasil) y miembro del Comité Científico para la 4º Conferencia Mundial sobre Violencia en las Escuelas (a realizarse en Lisboa 2008) brinda algunos conceptos sobre La Competencia Social en los niños.

«Hoy poseemos suficiente información como para fundamentar la importancia de que los niños y niñas, a la edad de 6 años, hayan adquirido la habilidad de socializarse por lo menos en un grado mínimo, ya que de lo contrario, existiría una alta probabilidad de riesgos en diversos ámbitos de su vida adulta. Investigaciones recientes sugieren que la adaptación emocional-social de un niño a largo plazo, así como su desarrollo académico y cognitivo y su sentido de ciudadanía deben ser estimulados en diversas oportunidades para fortalecer la competencia social durante la niñez».

«Unos de los aspectos más importantes a tener en cuenta en los niños y que contribuye al desarrollo cognitivo y social y el grado de efectividad con que actuamos luego como adultos, es el de las relaciones entre iguales. Hartup estableció que: «…el mejor indicador en la niñez de la adaptación en la vida adulta, no son las notas escolares, ni el comportamiento en clase, sino la capacidad con la que este niño se relaciona con otros niños. Los niños que generalmente no son aceptados por otros niños, que son identificados como agresivos o destructores, que son incapaces de sostener una relación estrecha con otros niños y de ubicarse en la cultura a la que pertenecen sus demás compañeros corren serios riesgos» subrayó el Psicopedagogo.

«Estos riesgos pueden ser: salud mental disminuida, abandono escolar, bajo rendimiento, dificultades escolares de diversos tipos y luego, historial laboral limitado. Ya que el desarrollo social del niño comienza al nacer y luego durante la etapa preescolar avanza rápidamente, es muy importante que los programas de educación para la niñez, incluyan oportunidades para el juego social espontáneo ya que a través del juego simbólico los niños pequeños se desarrollan en lo social e intelectual» finaliza Santander.

Fuente: http://www.rieoei.org / http://www.editorialbonum.com.ar