¿Sabías que lo que comen los chicos puede potenciarlos o, por el contrario, ponerles un freno a su capacidad de atención, memoria y concentración? Este artículo busca ofrecer una guía práctica, con base científica pero sin vueltas, para entender cómo impacta la nutrición en el aprendizaje en cada etapa de la infancia y la adolescencia.
Primera infancia (0 a 5 años): construir las bases del cerebro
En esta etapa, el cerebro se desarrolla a un ritmo vertiginoso. La alimentación no es solo energía: es materia prima para construir conexiones neuronales.
Lo que necesitan:
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Grasas saludables (como las del aceite de oliva, palta, huevo y pescado): fundamentales para el desarrollo cerebral.
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Hierro, zinc y vitamina B12: claves para la atención, la memoria y la prevención de la anemia.
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Frutas y verduras variadas: aportan antioxidantes que protegen el sistema nervioso.
¿Qué evitar?
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Exceso de azúcares (jugos artificiales, golosinas): hiperactivan momentáneamente, pero luego generan bajones de energía y concentración.
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Ultraprocesados: muchos snacks “para chicos” tienen más colorantes y conservantes que nutrientes.
🧠 Tip clave: A esta edad, el paladar se forma. Lo que prueban y disfrutan ahora marcará su relación futura con los alimentos.
Edad escolar (6 a 12 años): energía sostenida para aprender
En el inicio y durante toda la primaria, los chicos necesitan combustible para sostener la atención durante varias horas, incorporar conocimientos nuevos y desarrollar habilidades más complejas.
Lo que necesitan:
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Desayuno completo: con cereales integrales, proteínas (lácteos, huevo) y frutas. Saltarse el desayuno afecta directamente el rendimiento escolar.
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Proteínas magras (pollo, pescado, legumbres): esenciales para neurotransmisores como la dopamina (motivación) y la serotonina (estado de ánimo).
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Hidratación constante: el cerebro necesita agua para funcionar bien, y la deshidratación, aunque leve, disminuye la capacidad cognitiva.
¿Qué evitar?
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Consumo excesivo de bebidas azucaradas o energizantes: producen picos y caídas de energía.
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Golosinas como premio escolar: fomentan una relación emocional con el azúcar que puede ser difícil de revertir.
🧠 Tip clave: Un niño bien alimentado no es el que está “lleno”, sino el que está nutrido. Revisá las etiquetas: muchos productos “infantiles” están lejos de ser saludables.
Adolescencia (13 a 18 años): entre la independencia y los malos hábitos
La adolescencia es una etapa crítica en la que, por primera vez, los chicos empiezan a tomar decisiones alimentarias por su cuenta. El problema: muchas veces lo hacen mal. Y eso impacta directamente en su capacidad de organizarse, regularse emocionalmente y sostener el estudio.
Lo que necesitan:
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Aporte elevado de hierro, calcio y vitaminas del grupo B: fundamentales para un cerebro que sigue desarrollándose y un cuerpo que cambia.
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Omega 3 (pescado, semillas, nueces): mejora la concentración y la memoria.
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Snacks inteligentes: frutas secas, yogures, barritas caseras. Comen mucho fuera de casa, pero no todo tiene que ser comida chatarra.
¿Qué evitar?
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Ayunos prolongados o dietas de moda sin supervisión: afectan el rendimiento escolar y pueden generar trastornos de la conducta alimentaria.
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Consumo excesivo de cafeína (energizantes, cafés fuertes): alteran el sueño y provocan irritabilidad y ansiedad.
🧠 Tip clave: Aunque busquen independencia, los adolescentes aún necesitan estructura. Tener comida sana al alcance y dar el ejemplo en casa sigue siendo clave.
¿Cómo ayudarlos desde casa? Algunas ideas prácticas
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Planificá el menú semanal: evitás improvisaciones con delivery y ultraprocesados.
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Involucralos en la cocina: cuando los chicos eligen o preparan su comida, es más probable que la coman.
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Dales opciones reales: no se trata de imponer, sino de ofrecer elecciones saludables dentro de un marco acotado (“¿preferís frutas o yogur para la merienda?”).
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No uses la comida como castigo o premio: genera una relación emocional poco saludable con la alimentación.
Como adultos, no podemos controlar todo, pero sí podemos ser guías, modelos y facilitadores de hábitos que los ayuden a crecer con salud física y mental.