La Neurociencia es el nexo natural entre las humanidades y las ciencias naturales y su relevancia prevee que el desarrollo en el conocimiento del encéfalo en el S. XXI será equivalente al estudio de los genes en el S. XX y a lo que supuso la investigación de la célula durante el S. XIX. El estudio de la formación de conexiones entre neuronas durante el desarrollo permite establecer hipótesis entre los circuitos neurales y los actos comportamentales.
La neurociencia ha surgido durante el último siglo a partir de estudios del Sistema Nervioso realizados por disciplinas clásicas y nos permite explorar el potencial humano, entrelazando los mecanismos internos con la conducta observable.
“Quizá la última frontera de la ciencia- su desafío final- sea entender las bases biológicas de la conciencia y de los procesos mentales por los que percibimos, actuamos, aprendemos y recordamos. En las dos últimas décadas se ha puesto de manifiesto una apreciable unidad entre las ciencias biológicas, unidad que ha desembocado en la fusión de la Neurociencia con el resto de la biología celular y molecular. La próxima y quizás mas desafiante etapa en esta progresiva unificación es la fusión del estudio de la conducta, la ciencia de la mente, con la Neurociencia, la ciencia del encéfalo” (“Neurociencia y Conducta”, KANDEL Eric, SCHWARTZ James y JESSELL Thomas; 1997; 5)
El dogma central de dicha unificación es que lo que acostumbramos llamar mente consiste en una serie de funciones realizadas por el encéfalo. La acción del encéfalo subyace a toda conducta, no solo a las conductas motoras relativamente sencillas, tales como andar y comer, sino a todos los actos cognitivos complejos que asociamos con la conducta específicamente humana, tales como pensar, hablar y crear obras de arte. Conforme a este punto de vista, los trastornos del comportamiento que caracterizan a la enfermedad mental son alteraciones de la función cerebral.
La tarea de la Neurociencia es aportar explicaciones de la conducta en términos de actividades del encéfalo, explicar cómo actúan millones de células nerviosas individuales en el encéfalo para producir la conducta y cómo a su vez, estas células están influidas por el medio ambiente, incluyendo la conducta de otros individuos.
Las teorías del aprendizaje se han desarrollado históricamente con una fuerte base psicológica, antropológica y social, pero la mayoría de las veces han caminado por veredas opuestas con los aportes que sobre el mismo podían hacer las ciencias naturales.
De las neuronas a la cognición.
Las neuronas están interconectadas en forma de red o telaraña y su conexión se da por medio del axón (de una neurona) por el que se desplazan los impulsos. Este desplazamiento termina en un engrosamiento el cual está separado por una pequeña luz (“cisura sináptica”) de la protuberancia en forma de pimpollo de una dendrita de la neurona destino.
La composición química de la “sustancia transmisora” que ocupa la cisura sináptica determina decisivamente el efecto que un impulso en marcha ejercerá finalmente en la neurona. Bajo ciertas condiciones puede producir un “efecto inhibidor” (eliminando así, otro impulso, de manera que éste puede provocar que la neurona se “dispare”) (Heinz von Foester en WATZLAWICK Paul, “La realidad inventada”, Gedisa Editorial, 1981, págs. 38 y ss).
¿Cuáles serán las condiciones (externas e internas) que producen un efecto inhibidor y cuales un efecto facilitador?, ¿qué modelos educativos o teorías pedagógicas actúan “favoreciendo o inhibiendo” el activamiento de la red neuronal?. Poder determinar modelos educativos que actúen favoreciendo o inhibiendo permiten concluir que aquellos que lo favorezcan estarán ayudando también a preservar la vida de las neuronas, mientras que aquellos que lo inhiban estarán ayudando a su paulatina muerte. Esto nos permitiría llegar a postular modelos pedagógicos y teorías del aprendizaje que estén directamente relacionados con el equilibrio nervioso del organismo humano.
Representaciones internas de los fenómenos mentales (input y output procesacional)
“Se ha dicho que la belleza está en los ojos del espectador… hay ciertamente un mundo real de árboles, personas, coches e incluso libros; y éste tiene bastante relación con nuestra experiencia de tales objetos. Sin embargo, no tenemos un acceso directo inmediato al mundo, ni a ninguna de sus propiedades…” (Ulric Neisser, 1967).
Las representaciones mentales que poseemos del mundo externo son constructos individuales que están directamente relacionadas con nuestra historia personal. Si pudiéramos “navegar” por nuestra mente tal como lo hacemos por Internet, nos asombrarían las complejas y extrañas combinaciones de imágenes que conforman a su vez una telaraña de sentidos e ideas.
Nuestro comportamiento social responde a estos esquemas precisos de acción, y estos sistemas previos de acción, y estos esquemas internos adquieren relevancia en nuestro aprendizaje, puesto que la “manera” de aprender estará determinada por las posibilidades reales que podamos tejer en aquella telaraña interna.
Esta “matriz” interna de aprendizaje no permanece idéntica durante toda nuestra vida y esto se debe a la plasticidad neuronal, la cual permite la modificación de nuestras conductas. El que nuestra especie tenga un sistema nervioso evolucionado permite plantear estas ideas con respecto al aprendizaje. ¿En que nos basamos para estas afirmaciones? La rana, por ejemplo, que tiene un sistema nervioso muy elemental, ante un estimulo externo (como por ejemplo un elemento extraño en su campo visual) salta inmediatamente a la zona mas oscura de su campo visual. Muchas veces esta conducta le hace caer en manos de su enemigo y como consecuencia de eso, pierde su vida, pero es que la rana no puede articular otra respuesta más compleja porque su sistema nervioso no se lo permite.
Esta idea fue trasladada en su momento por la psicología experimental al aprendizaje humano, e incluso se inscribe en esta línea la obsesión de los conductistas de medir respuestas observables a estímulos controlados. Los conductistas consideraban irrelevantes para el estudio científico de la conducta todos los procesos que intervienen entre input y el output comportamental. Por eso ignoraron en gran medida los procesos cerebrales constructivos que subyacen a la percepción, la acción, la planificación, el pensamiento, la atención y las formas complejas de memoria.
Sin embargo, el hombre posee capacidad craneana con posibilidad de dar respuestas mas complejas, por tanto el modelo estimulo-respuesta no es valido para especies (como la humana) que tiene una escala evolutiva mayor y por tanto poseen capacidades cerebrales distintas. Esto permite al cerebro humano actuar por inhibición de respuestas, o lo que es lo mismo, ante situaciones de estímulos externos nuestro sistema nervioso tiende por su desarrollo evolutivo a inhibir las primeras respuestas (que son simples) para construir o “pensar” respuestas mas complejas y distintas. El aprender entonces es una capacidad que en los humanos toma aspectos distintivos con respecto a otras especies, puede afirmarse por tanto que cuando más se retarda una respuesta más inteligente será la misma.
Estas ideas nos exigirán redefinir conceptos tan aceptados como “inteligencia” y “aprendizaje” entre otros. La plasticidad neuronal, a la que hacíamos referencia, no es otra cosa que el permanente movimiento sináptico que hace que el cerebro se mueva. De esta plasticidad depende nuestra capacidad de aprendizaje, y es claramente observable como con el correr del tiempo y llegando ya a la ancianidad nuestra capacidad de aprender se ve limitada dado a que se va perdiendo lentamente la plasticidad neuronal.
El aprendizaje es una propiedad neuronal propia de cada ser vivo y que seria el resultado de una serie de informaciones que continuamente aportan las distintas regiones del cerebro. Estas regiones a su vez reciben la información de manera constante a través de los estímulos (tanto externos como internos de cada individuo) y actúan como “filtros” lo cual motiva que experiencias que viven simultáneamente distintas personas sean “interiorizadas”, en definitiva “aprendidas” de formas muy distintas.
¿Se puede, por tanto, hablar de “aprendizaje”, e incluso plantear teorías del aprendizaje desconociendo nuestro sistema nervioso?