«Para el aprendizaje de la lectura precisamos las ganas de comprender qué cuentan los libros y la ilustración puede llevarnos a sentir la necesidad de preguntarnos eso», dice Le Huche, dibujante y escritora de Rosa-Luna y los lobos y Héctor, el hombre extraordinariamente fuerte, ambos publicados por el sello Adriana Hidalgo.
«A mí me encantaban los libros pero empecé a leer muy tarde, fueron los dibujos los que me dieron ganas de leer y sobreponerme a esa frustración de ver una imagen que te da curiosidad sin poder saber exactamente qué pasa», dice la autora que mañana dará un taller para ilustrar a Barba Azul, en la librería Galerna de San Telmo.
«Cuando era chica miraba la imagen que formaban el contorno de las letras en la página, como una ilustración más, y jugaba a darle un sentido al texto a partir de esa forma que se delineaba en mi mente; mientras que cuando empecé a leer jugaba a imaginar qué imágenes podrían ir con ese texto, es una cuestión de personalidad», ríe Le Huche, que en el marco del Filbita compartió sala con Isol y Pablo Bernasconi en el Centro Metropolitano de Diseño, en Barracas .
La autora de «Les sirenes (las sirenas) de Belpechao», un relato que aún no se edita en el país, visitará la plaza San Blas de las villas 21-24 de Barracas el próximo sábado, a las 16, donde planea realizar un mural de sus personajes junto a los niños y adolescentes que estén presentes, con la idea de darle sentido a un relato en forma conjunta más allá de la lengua.
A sus 35 años, es la primera vez que visita Buenos Aires, una ciudad con la que está especialmente intrigada porque aquí se conocieron sus padres, durante un congreso médico en los años 70.
«Ellos nunca se cruzaron en París a pesar de haber vivido durante años a una cuadra de distancia -en la rue Rennes por la que se manifestaban los estudiantes del Mayo Francés-, ni aunque hayan compartido aula en la Sorbona, él profesor y ella estudiante», se entusiasma quien finalmente recorrerá los escenarios que creció imaginando al escuchar la historia de amor que le novelaba su mamá.
De la misma manera en que ese recuerdo familiar alcanzaba ribetes literarios, en su reelaboración cada vez que se hacía preciso recordarlo adentro de casa, «la ilustración tiene su propia voz literaria», concede Le Huche.
«Un ejercicio complejo que a veces puede sostenerse sólo con imágenes y otras -las que ella prefiere- como entrelíneas del texto, trazos que aportan la atmósfera y el carácter de la historia, texturas, porosidades y otras dimensiones».
«Es un juego, porque con el dibujo ilustrás el texto pero a la vez lo abrís, decís cosas que el texto calla, jugás con lo que no se dice pero se sugiere», señala la escritora que tiene un interés manifiesto en el libro como objeto y en la promoción de la lectura.
«Apoyo las pequeñas librerías, siempre que puedo voy, así como todo lo que pueda hacerse alrededor del libro, como incentivar a los lectores», asevera sobre una situación que se complejiza ante «un escenario con mucho movimiento, el de la ilustración infantil, que sin embargo no permite vivir exclusivamente de esa actividad».
En Marruecos, Bielorrusia o Inglaterra «los niños se sorprenden de que el dibujo sea un trabajo remunerado -dice de su experiencia en las escuelas que visita durante las ferias literarias- y en Francia muchas familias no tienen libros en sus casas: La TV, los videos e Internet les ocupan mucho tiempo», grafica.
Pero «no soy pesimista -advierte-, creo que el libro no perderá su lugar, en las escuelas hay mucho interés en él y no creo que algo vaya a reemplazarlo, ni siquiera las tablets, siempre habrá dos mercados distintos».
Circuitos que Le Huche atribuye a experiencias lectoras diferenciadas, «el goce de la lectura del libro está en el papel, el tacto, el aroma, tiene una corporalidad diferente a lo digital».
«Siento una relación física con el libro, un lazo que veces se crea simplemente por la cubierta, lo que muestra su diseño de tapa; porque es un objeto suave al tacto o porque tiene muchas páginas y uno se pregunta qué puede estar contando», reflexiona.
Con el mismo optimismo, se refiere a una creciente presencia del cómic en el mercado editorial, «esas publicaciones -afirma- tienen una fuerza enorme, en Francia se edita una cantidad casi excesiva de historietas, ni siquiera los libreros pueden leerlas todas, sobre todo desde la aparición de Marjane Satrapicon con «Persépolis», qui inició una corriente totalmente nueva».
En tanto que el mundo de la ilustración infantil, revisa más cautelosa, «también se mueve, pero aunque hay muchísimos ilustradores trabajando, muchas editoriales especializadas y numerosas ferias multitudinarias como el Salón del Libro Infantil de París, es más costoso vivir de eso».
Fuente: Télam
Imagen: estrategias-lectoras-libro-album.blogspot.com