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Los riesgos de privacidad de los dispositivos de realidad aumentada

La realidad aumentada –o AR, como se la conoce internacionalmente– ya lleva años formando parte de nuestras vidas, y su uso no hará más que aumentar. 

Para muchas personas, la realidad aumentada sigue sonando a algo más parecido a la ciencia ficción. Les parece que es necesario tener unos lentes de realidad virtual de última generación conectados a un montón de cables para poder experimentar esta tecnología. En cierta manera, este concepto de la realidad aumentada no está del todo desencaminado. Pero debemos recordar que la realidad aumentada –o AR, como se la conoce internacionalmente– ya lleva años formando parte de nuestras vidas, y su uso no hará más que aumentar.

Una de las utilidades más habituales de AR es una app tan aparentemente inofensiva como Google Lens. Esta aplicación permite usar la cámara del celular para apuntar con ella a cualquier texto escrito en otro idioma. Google Lens se encargará de detectar las palabras en ese texto mediante OCR, y las traducirá para nosotros con una imagen sobreimpresa en la pantalla del celular. Una auténtica tecnología ‘del futuro’ que tenemos con nosotros desde hace ya varios años, y que resulta muy práctica durante los viajes.

Pero las aplicaciones de la realidad aumentada van mucho más allá de traducir los envases de comida de un supermercado extranjero, y, según la empresa que las desarrolle, podemos encontrarnos ante situaciones en las que nuestros datos privados se encuentren seriamente comprometidos: más incluso que con los celulares, que ya se encargan de seguir nuestro posicionamiento GPS, nuestras búsquedas en Google, nuestros horarios más frecuentes y nuestros hábitos de compra, entre muchas otras cosas.

Facebook y el ‘Project Aria’

Inspirada en los lentes de realidad aumentada de Google –las llamadas ‘Google Glass’, que terminaron siendo un fracaso en el mercado–, la compañía ‘Meta’ está desarrollando un nuevo sistema de lentes de AR con posibles integraciones con Facebook y el metaverso de Mark Zuckerberg. Se trata de un dispositivo que se lleva en la cara de forma similar a unos anteojos cualesquiera, y que cuenta con una cámara integrada y una pequeña pantalla en los cristales.

Por supuesto, estos lentes son más grandes que unos anteojos normales, y muchísimo más caros. Pero permiten a los usuarios acceder a muchísima información en tiempo real a medida que recorren la ciudad o interactúan con otros usuarios del Project Aria. Estos lentes permiten identificar lugares, ofrecer información de precios u horarios de las tiendas, recibir mensajes y notificaciones en tiempo real, y descubrir los perfiles de otros usuarios con tan solo mirarlos. O, al menos, este es el potencial que tienen.

Facebook no es el mejor ejemplo de privacidad

El problema con este proyecto es el mismo que tenían las ‘Google Glass’: la privacidad, no solo de los usuarios de estos lentes de realidad aumentada, sino de cualquier persona que se cruce con ellos. Facebook invirtió millones de dólares en desarrollar su sistema de detección facial: ese que permitía a Facebook identificar automáticamente a tus amigos cuando subías una foto con ellos. Facebook podría implementar este sistema en el ‘Project Aria’, con lo que cualquier persona que entre en el campo visual de los anteojos quedaría identificada.

Incluso si estas personas no son usuarios de Facebook, ‘Meta’ podría saber dónde están, con quién se encuentran y qué están haciendo siempre que entren dentro del ‘marco’ de grabación de los anteojos. Estos lentes cuentan incluso con micrófonos incorporados, con lo que

Facebook podría detectar sus conversaciones y almacenarlas sin el permiso de las personas afectadas. Definitivamente, un escenario que no le conviene a nadie… salvo a ‘Meta’.

La lucha para proteger la privacidad está servida

El avance de las últimas tecnologías no solo se está convirtiendo en una carrera entre las principales Big Tech para dominar los productos del futuro –realidad aumentada, realidad virtual, inteligencia artificial–, sino que además también se traduce en una lucha cada vez más feroz entre las empresas tecnológicas y sus usuarios. En el centro de esta lucha está nuestra privacidad. Por eso necesitamos recurrir cada vez más a herramientas como una VPN Argentina, navegadores privados y software anti-malware para proteger nuestros datos.

Los recientes avances en realidad aumentada, sumados a estrategias especialmente voraces con el consumo de los datos privados de las personas, como ocurre con Facebook, evidencian los peligros a los que nos enfrentamos durante los próximos años en materia de privacidad. Los marcos legales no están siendo capaces de adaptarse a la misma velocidad con que evoluciona la tecnología, así que cada vez depende más de nosotros que adoptemos las medidas adecuadas para proteger nuestros datos online.

La medida más eficaz, por supuesto, pasa por la prevención, la prudencia y la inhibición de participar en plataformas que ponen en riesgo nuestra privacidad. Cuanta menos información compartamos online, mejor. Y, cuando los anteojos de realidad aumentada empiecen a llenar nuestras calles, tendremos que tener una conversación muy seria con nuestros amigos para concientizarlos del peligro que suponen estos dispositivos, tanto para su propia privacidad como para las de las personas que los rodean.