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Las historias detrás de las historias: cómo se aprende Literatura en el Ludueña

Una profesora, que hace 20 años que dicta clases de Literatura en la escuela Don Bosco, comparte su experiencia dando clases en el barrio, priorizando la escucha y utilizando los propios relatos de los jóvenes como materia prima para enseñar

Miriam Pavlinovic es profesora de Lengua y Literatura en la escuela Don Bosco del barrio Ludueña desde hace 20 años. Siempre supo que iba a ser docente y cuando llegó a esa escuela, decidió quedarse, “por convicción, por compromiso”, como ella cuenta. Hoy ese lugar terminó siendo el espacio donde tuvo que deconstruir toda su formación docente para aprender otra forma de dar clases, que consiste más en escuchar que decir, incorporando el relato de los jóvenes como materia prima de trabajo.

“Cuando empecé en la escuela Don Bosco iba con la idea de ´enseñar´. Traía mucho conocimiento adentro de un bolso, para leer, para escribir, y sin embargo, tuve que desaprender todo, desarmar, volver a empezar, acercarme, mirar, abriendo mucho más el oído que la boca y cuando empecé a ver de verdad, observé que tenía un montón de jóvenes que traían inmensas historias, inmensos relatos como los que yo traía para leer”, narra Miriam.

La historia de Miriam es la de los que hacen de un obstáculo, una oportunidad, de una encrucijada un atajo: “Tuve que aprender a establecer prioridades, a darme cuenta que tenía que escuchar, a aprender de la soledad con la que llegaban muchos chicos a clases, con todos sus problemas a cuestas”.

“Así entendí nuestro lema salesiano ´educar es cosa del corazón´. Supe que para que pudieran escucharme tenía que poner pasión, para tratar de andar juntos, de comprendernos, de imaginar, de trabajar por esos otros mundos posibles, y ahí pongo mi corazón”, agregó.

Atender las prioridades

A la escuela Don Bosco asisten diariamente, entre el turno mañana, tarde y noche alrededor de 1100 alumnos, de jardín,  nivel primario, nivel secundario, la escuela orquesta del barrio Ludueña,  los talleres y el EEmpa de la escuela Nazareth.

 La escuela tiene comedor, donde diariamente se entrega la copa de leche, almuerzan y cenan: “Todas las escuelas tienen sus particularidades pero en instituciones como estas se suman realidades muy duras que tienen que ver con la alimentación, la vestimenta, la vivienda”, narra Miriam y cuenta una problemática actual: “Hemos tenido que adelantar los desayunos porque los chicos, en muchos casos, vienen sin haber cenado. No se puede aprender con hambre y tampoco el docente puede y enseñar a alguien que tiene hambre”.

Este tipo de realidades hace replantear cómo se trabaja día a día: “Hay que ir con la prioridad del momento. Si hay que ir a hacer mate cocido y no dar clases, hay que hacerlo”. Lo mismo pasa con la vestimenta: “Son adolescentes y les da vergüenza el hecho de no poder ir a clases porque no tienen un par zapatillas. A veces las conseguimos pero no son las zapatillas con las que quieren mostrarse  frente a sus pares porque en este mundo de consumo,  parece que ser es tener y es una señal de éxito, Y lamentablemente, así también lo piensan y sufren nuestros jóvenes”

La peor cara del barrio es la muerte, y a Miriam le tocó vivirla de cerca, en varias oportunidades: “La muerte se ha naturalizado en el barrio. CUANDO estás ahí y conocés la historia, conocés la familia, conocés lo que se pudo hacer, lo que no. Como dice la charla de Rodrigo Azziani en TEDxRosario, algunos no tienen más movidas. A veces todo se articula para que vaya a un solo lugar. Hay muchas cosas que se hacen, pero no alcanzan”.

Estar para ser con otros

Pero la historia que elige contar Miriam es la del lado b de la adversidad y sostiene que aún así, “a pesar de todo lo malo que sucede, esos jóvenes eligen todos los días levantarse e ir a la escuela”. ¿Y por qué van? Porque es un lugar de pertenencia, de encuentro. “No para buscar conocimiento, creo que ninguna escuela es ese lugar. Eligen estar para ser, para aprender del otro”.

A pesar de la violencia y la muerte que golpea tanto al barrio, siguen. “Enojados, por supuesto, porque las noticias del barrio siempre resuenan cuando tiene que ver con estos temas, pero en Ludueña pasan otras cosas también. Hay mucha vida detrás del barrio. Hay escuelas dentro de las escuelas, hay una cooperativa escolar, hay talleres, hay arte. Mucha gente que trabaja tratando de perseguir una sociedad más justa, más equitativa”, resalta Miriam.

La única salida posible tiene que ver con la educación”, afirma como sentencia irrefutable la profesora del Ludueña y aclara:No la educación de meter cosas en la cabeza, de saber mucho de una disciplina, la idea es aprender con, con-vivir, estar con”.

Aprender desde los propios relatos: de Borges a Calle 13

Enseñar Literatura sin libros, sin internet, parece algo imposible. Sin embargo, Miriam supo capitalizar esa carencia y utilizar la inmensidad de textos que tenía en el aula. “La carencia de recursos es un problema grave. Además, los chicos no estaban acostumbrados a leer en extensión, de manera individual, en silencio. Tuvimos que crear nuestros propios textos. Por ejemplo, tuvimos muchos años en distintos cursos muchos raperos y utilizamos sus canciones para trabajar. Siempre se escucha decir que los jóvenes + no leen, no escriben´, pero hacen muchas otras cosas. Tal vez no leen a Borges, pero podemos trabajar desde Calle 13”.

Si bien la profesora de Literatura explica que ministerialmente hay un rango de contenidos que se trabajan o se sugieren, las planificaciones se fundamentan y a partir del grupo que tiene, arma y desarma. “No me detengo en la teoría y la gramática, si bien la damos como apoyatura, tratamos mucho de poder leer, entender, escucharnos. De leer lo que no está escrito, de la intención del otro, sobre todo cuando habla, cuando escribe, en la falta de inocencia, en la cuestión del poder de la palabra”.

Esto no quiere decir que no se traten algunas cuestiones gramaticales en la escritura pero, según la docente de la escuela Don Bosco, “es fundamental ser hablantes y yo les digo que las cuatro habilidades que tenemos que trabajar, que son hablar, escuchar, escribir y leer, nos van a perseguir toda la vida y por eso hay que trabajar para ser buenos usuario de la lengua”.

También hacen muchas salidas culturales: “Vamos mucho a los galpones del CEC, nos encontramos con otras escuelas, para poder salir del estigma de pertenecer a un barrio de periferia”. Cuando se encuentran con otros jóvenes entienden que todos tienen las mismas inseguridades, miedos, problemáticas, con más ropa o menos ropa, pero iguales. Salir de la escuela, del barrio, estar en contacto con pares, es muy enriquecedor”, cuenta la docente.

Por último, Miriam expresa: “Admiro la fuerza que tienen, me contagian su energía con la que todos los días enfrentan un nuevo día. Aprendí a ser muy agradecida por la posibilidad de poder pensar junto a otros, por el privilegio de empezar  a ver al otro, a que las cosas no me sean indiferentes. La pasión contagia, si  me quedo sin ideas o si estoy cansada no sirve. Es día a día, levantarse y un nuevo desafío”.

Imagen: pcworld.es

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