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Las escuelas feed lot

Carina Cabo, especialista en Educación, se pregunta si es útil continuar con una visión de la institución en la cual el alumno estudia contenidos memorísticamente para pruebas que requieren de un conocimiento atomizado

La escuela es la institución por naturaleza encargada de transmitir la cultura. Y si bien hace ya muchos años que se la piensa como espacio de construcción del conocimiento entre alumnos y docentes, en algunas sigue vigente un modelo de enseñanza verticalista, homogeneizante y rígido.

Los puntos críticos estarían dados por la gran distancia entre la cultura escolar y la cultura de los jóvenes, por las multiculturalidades que emergen en el campo de trabajo, por la pretensión que todos aprendan todo o por la intención de mantener viejas prácticas en un mundo versátil y cambiante.

“A la escuela se viene para aprender”, repiten algunos docentes, en referencia a la tarea específica de la institución escolar. Y el apuro por concretar la planificación anual prevista hacen el resto para que algunas escuelas tengan prácticas al estilo feed lot.

Feed lot es un término inglés, de uso corriente en algunos países Iberoamericanos como Argentina, para designar la versión contemporánea de lo que antes eran los corrales de engorde de ganado. Surgió ante la necesidad de intensificar la producción, y consiste en encerrar los animales donde reciben el alimento en comederos a fin de mejorar los resultados.

Esta visión de la institución, enmarcada en la metáfora del feed lot, donde el alumno estudia contenidos memorísticamente para pruebas que requieren de un conocimiento atomizado, ¿es útil para el estudiante?

Me animo a decir que no. Quizás, al decir por los resultados, muchos jóvenes son exitosos y logran los objetivos institucionales, pero, me pregunto si aprenden, si comprenden que lo que se les pretende enseñar o si pueden recordarlo un tiempo después como herramienta para la vida cotidiana.

Litwin se plantea que una buena enseñanza equivale a preguntar si lo que se enseña es racionalmente justificable, digno de que el estudiante lo conozca, lo crea o lo entienda. Y, si bien en la escuela de hoy enseñar y aprender parece una tarea imposible, se pueden planificar estrategias acordes a las características de vida que tienen los estudiantes, enmarcadas en intereses comunes.

El puntapié inicial podría ser pensar en las múltiples actividades escolares que favorecen el desarrollo de las capacidades metacognitivas. Debatir las estrategias con los alumnos, solicitar argumentación de sus juicios, confrontar ideas previas con situaciones problemáticas, ejercitar la autoevaluación, aprender a definir conceptos, trabajar con redes conceptuales, predecir soluciones, son algunas de las posibles pautas de acción para trabajar en la clase a fin de lograr la comprensión.

En palabras de Trillo, el objetivo es traspasar el control sobre el conocimiento y el aprendizaje del educador al educando en orden a que este alcance su autonomía, de modo que el alumno adquiera plena conciencia de su papel activo en el control y en la evaluación de su experiencia, lo que permitirá que asuma mayor responsabilidad. Cuando se desmantela el andamiaje cuantitativo, cuando dejamos de calificar al estudiante de manera tan estricta y estereotipada, descubrimos que las ideas de fiabilidad y validez dependen cada vez más de la responsabilidad profesional del profesor, que consiste en hacer juicios sobre la calidad del aprendizaje. Para ello, resulta urgente involucrar a los estudiantes en la regulación de su propio proceso de aprendizaje.

Por tanto, es necesario formar a los docentes como profesionales capaces de tomar decisiones en contextos adversos e inciertos, con posibilidades de planificar otras formas de enseñar y evaluar y con una mirada abierta sobre el aprender. Más allá de la materia que cada uno pretenda enseñar, a la escuela se va para hacer experiencia con el otro, para interpretar y reflexionar sobre algunos contenidos indispensables para la vida y otros no tanto y para ayudar a transformar no sólo el pensamiento, sino también el accionar del estudiante, en un marco de autonomía.

Es necesaria una escuela secundaria que rompa con la mecánica del feed lot, de “llenarse” de contenidos vacuos, a fin de abrirse a otras formas de estar en la escuela. Esto evitará el desgranamiento, la deserción e incitará el entusiasmo perdido no sólo de los estudiantes, sino también de los docentes.

Por: Carina Cabo, especialista en Educación.

Imagen: www.mentalhealthy.co.uk