El pasado mes de marzo, la profesora estadounidense Nancie Atwell recibió el premio al Mejor Profesor del Mundo otorgado por la Varkley Foundation, del magnate Sunny Varkley. Un premio dotado con un millón de dólares que reconocía los 42 años de carrera de la docente responsable de haber fundado el CTL (Center for Teaching and Learning) en Maine, una escuela destinada a la investigación y difusión de nuevos métodos educativos que ha conseguido convertirse en una referencia en Estados Unidos.
A través del desarrollo de la enseñanza de la lengua como un taller de escritura y lectura, Atwell consiguió que sus alumnos de octavo grado lean un promedio de 40 libros al año, «cuando lo habitual en Estados Unidos es entre seis y ocho», explicó. Su método quedó descripto en el libro «In the middle», del cual vendió medio millón de ejemplares. Su Centro de Enseñanza, fundado en 1990, busca niños de familias desfavorecidos para trabajar con grupos de estudiantes que representen la diversidad socioeconómica y logró que el 97 % de sus graduados se matricularan en la universidad.
En una entrevista ofrecida a Edutopia, Atwell brinda algunas pistas sobre los métodos que, a su juicio, mejor funcionan y que ha llevado a la práctica en su centro:
- No hay que conformarse con un alumno dócil: «A menudo, en educación, nos contentamos con la simple docilidad del estudiante”, recuerda. “La gente comete el error de pensar que los niños o se resisten o son obedientes”. Es una dicotomía peligrosa en cuanto que produce alumnos fracasados y alumnos sumisos. En realidad, el objetivo debe ser otro: el compromiso del estudiante que, en caso del CTL, se traduce en una gran libertad a la hora de elegir sus actividades y lecturas. El problema surge cuando se considera que el profesor no es capaz de dirigir a los alumnos en la dirección correcta.
- Que lean: Cuando se habla del CTL es habitual encontrar referencias a la voracidad lectora de sus estudiantes, que leen de media unos 40 libros al año, de todos los géneros. La diferencia frente a otros programas de lecturas es que ellos “pueden elegir” entre uno y otro. “Sus esfuerzos están alimentados por su interés”. La profesora recuerda que de pequeña no fue una gran lectora, puesto que sus padres (una camarera y un cartero) apenas tenían libros en su hogar. No fue hasta que tuvo que quedarse en cama durante meses por una fiebre, que leyó el libro que cambiaría su vida, «El jardín secreto» de Frances Hodgson Burnett, y que leyó seis veces. Como ocurre con sus alumnos, “probablemente no leí ninguno de los libros que me mandaron durante el instituto, pero siempre leí. Tenía un currículo underground”.
- Confía en los profesores y los alumnos: Como en alguna ocasión hemos recordado, el mundo educativo es peculiar, en cuanto que no son sus principales protagonistas (profesores y estudiantes) los que tienen voz y voto sobre las leyes, sino otros actores que raramente pisan un aula. Para Atwell, una de las dificultades clave es no confiar ni en unos ni en otros. “El problema surge en no confiar en las buenas decisiones de los chicos”, explica. “El problema surge de no confiar en que los profesores dispongan los recursos suficientes para llevar a los alumnos en la dirección correcta”.
- Hay que divertirse: Para muchos padres, directores e incluso profesores, la diversión en el aula es sospechosa. Frente a ello, cada vez más docentes recuerdan que es un prejuicio del que hay que librarse. “Los americanos parecen pensar que si los chicos disfrutan, es que algo va mal”, explica Atwell, cuyo centro suele utilizar la palabra “divertido” con frecuencia.
- Pero la diversión debe venir de dentro: La profesora matiza esta búsqueda de la diversión. Atwell explica cómo algunos centros parecen perseguirla de la manera equivocada, “regalando bicicletas a los chicos que leen más libros” o “haciendo que el director se tiña el pelo de verde si todo el mundo lee 10 biografías”. La motivación debe ser intrínseca, no extrínseca, y por ello, los estudiantes deben amar los libros que leen, los temas que investigan y los ensayos que se ven obligados a escribir. La clave no se encuentra en disfrazar lo aburrido de divertido, sino de conseguir que los estudiantes sean lo suficientemente inquietos como para no considerar nada aburrido. Los profesores se limitan a abrir la caja y leer el guion, que les han dado, pero la buena enseñanza no tiene nada que ver con eso.
- Profesores sin límites: En la misma línea del punto anterior, Atwell cree que las nuevas leyes instauradas en Estados Unidos han convertido al profesor en un mero eslabón entre los contenidos que las instancias superiores consideran que el alumno debe conocer y este. Sin embargo, el futuro de la educación se encuentra en una mayor libertad del docente, como explicó en The Huffington Post: “el nuevo currículo y los tests que los acompañan están tratando a los profesores como técnicos. Se limitan a abrir la caja y leer el guion, y la buena enseñanza no tiene nada que ver con eso. Es una empresa intelectual que ha sido reducida al máximo”.
- Nada de tests: Como consecuencia de ello, Atwell rechaza los tests, tan de moda en lugares como la Comunidad de Madrid como monitorización del proceso de los alumnos. No se trata más que de una serie de “ejercicios amañados, ni siquiera rigurosos y un poco ridículos que no tiene nada que ver con el disfrute de las historias y el ejercicio de la autoexpresión”. Tan sólo dan a lugar a un clima cargado de papeleo en el que los tests y la rendición de cuentas determinan todas las decisiones del docente. “Necesitamos mirar los logros de los niños de forma individual en cada disciplina, de forma auténtica y personal”. En el CTL cada estudiante debe explicar su proceso educativo, en lugar de plegarse a evaluaciones estándar externas.
Fuente: El Confidencial Imagen: Archivo de imágenes
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