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La literatura para infancias se anima cada vez más a lo complejo

Lejos del paradigma que limita temáticas a las edades, cada vez más la producción editorial orientada a infancias confía en la apropiación libre de sus lectores y alienta la creación de libros que abordan temas complejos, que trabajan sobre la experiencia de lo real o la verdad, generan preguntas sin cerrar las respuestas y se apartan de los prejuicios, como las novedades de Federico Lorenz sobre Malvinas, Matías Moscardi sobre Deleuze y Pablo Bernasconi, que acerca ideas como motores para mover el mundo.

La infancia no siempre ha sido como la entendemos ahora, porque la forma de definir a niños, niñas y adolescentes está en perpetua transformación. Y así como la idea de tiempo se problematiza, también los libros: mientras en el siglo pasado la literatura infantil pregonaba su potencial didáctico, las relecturas críticas convergieron en obras sin tabúes, imaginativas, como espacios creativos y de libertad. El entrañable autor italiano Gianni Rodari destacaba «el valor de liberación que puede tener la palabra». Y aclaraba: «no para que todos sean artistas sino para que nadie sea esclavo» como dice Milena Heinrich para Télam.

El poeta y ensayista Matías Moscardi es el autor detrás de «¡El gran Deleuze! Para pequeñas máquinas infantes» (Beatriz Viterbo), un libro «donde el concepto filosófico hace alianza con el juego». No fue pensado «para un lector determinado sino que crea su propio lector, que está convocado en el título: las máquinas infantes. Una máquina infante no tiene edad ni sexo determinado: se define por sus conexiones, sus multiplicidades, sus rizomas, sus devenires», dice.

El autor trae a cuento la posición crítica de César Aira, para quien «la literatura infantil está sobredeterminada por la industria editorial. Esto lleva a una separación tácita entre los dominios de la infancia y la vida adulta. Aira está ´en contra´ de la literatura infantil porque, para él, ´no inventa a su lector, operación definitoria de la genuina literatura, sino que lo da por inventado y concluido, con rasgos determinados por la sospechosa raza de los psicopedagogos´ (…) Y concluye: ´la literatura está brotando siempre de su fuente primigenia, la infancia, y toda separación es nefasta´».

Argentina es un gran semillero editorial de literatura infantil y juvenil con muchos sellos especializados en ficción, no ficción, ilustración.

En los últimos años, cada vez más editoriales apuesta por desterrar el miedo y la pedagogía y producen textos sobre temas difíciles con un abordaje no necesariamente ficcional, que van desde la muerte, el tiempo o la nada, como indagan algunos libros de Iamiqué, editorial fundada en el año 2000 para mostrar que la ciencia no muerde.

¿Hay temas complejos? ¿Más difíciles que otros en los libros destinados a infancias y juventudes?

«Claro que hay temas complejos, incluso muy complejos. Algunos son complejos de abordar y otros son complejos de explicar», asegura Carla Baredes, cofundadora de Iamiqué junto a Ileana Lotersztain. «En nuestro caso, seguramente por las mismas razones por las que elegimos ser científicas y divulgadoras, la complejidad suele operar como un desafío».

Su catálogo se compone de distintos autores porque en cada proyecto lo que prima es lo académico o la experiencia porque «no es lo mismo que escriba sobre pubertad alguien que trabaja con púberes que alguien que no lo hizo nunca. No es lo mismo que escriba sobre la nada alguien que hace filosofía con niños que alguien que no», advierte Baredes.

Cuando encuentran al ideal, le dicen lo siguiente: «Nuestros libros no sirven para preparar una clase ni para responder cuestionarios…para eso están los libros escolares o internet. Hacemos libros para que sean leídos con placer, por elección, en patas, tirados en un sillón».

Federico Lorenz, docente, investigador y especialista en Malvinas y Atlántico Sur, acaba de publicar «Postales desde Malvinas» (Norma).

Es un diario de viaje escrito desde la mirada de un niño escrito y en clave muy poética y curiosa sobre las islas, desde la geografía, su historia, sus disputas y sus habitantes. A diferencia de otros textos donde el autor ha trabajado esta temática, el desafío de este libro fue «resistir, a veces, al adulto que quería volver a su edad y su experiencia de vida mientras el viajero-niño escribía».

«No fue un desafío en cuanto a dificultades con el registro de escritura, sino más bien de autocontrol en el sentido de que es un tema que me apasiona, un lugar bellísimo, y a la vez atravesado por una cantidad de sensibilidades e historias, que, precisamente, no son las de los más chicos. El desafío fue volver a ubicarme en las formas del asombro que este tiene en la infancia; pensar qué cosas me llamaban la atención cuando visitaba un museo, un nuevo lugar, o escuchaba a un adulto», confía Lorenz.

Es que si de temas complejos se trata, Malvinas, está entre ellos: «Tengo una mirada bastante escéptica sobre la forma en la que los adultos tramitamos muchas cosas, y si hay algo que me vuelve optimista es el contacto con los más chicos. Mostrarles Malvinas en todos sus dobleces es la manera de dejar abierta una puerta y no reducirme a transmitir mandatos. Quería que sintieran mi amor por un lugar, pero no que lo amaran vicariamente, y sin ningún tipo de dogma asociado; quería que conocieran una forma de acercarse al mundo, sin que sea la única, ni siquiera la mejor, sino la mía. Y eso es una forma de honrar el tema del libro, también, que son unas islas atravesadas por mil historias, la guerra solo una de ellas aunque tan presente».

El ilustrador y autor Pablo Bernasconi sacó este mes el libro álbum «Para mover el mundo» (Fondo de Cultura Económica).

En este texto el autor construye puentes entre conceptos complejos de traducir e imágenes, mientras a la par va siguiendo un acrónimo que le «sirve como guía a partir de una premisa de Arquímedes: ´Denme un punto de apoyo y moveré el mundo´. El cruce de sentidos es casi mecánico (como lo es la palanca) y eso se vuelve internamente muy potente», piensa.

Bernasconi cuenta que para este trabajo volvió a poner en práctica su «confianza sobre el vehículo metafórico como transmisor gentil de ideas. En este libro, que es prácticamente de imágenes, este punto está especialmente abocado a situar en la imagen el peso semántico, y en la metáfora la percepción personal. Entonces, los niveles de comprensión se expanden y apoyan ante la arquitectura conceptual que supone un desafío así».

 

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