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La importancia del movimiento y el juego libre en la infancia

Todas las habilidades intelectuales, psicológicas y sociales se hallan integradas en el juego, pero para que el niño realice un auténtico aprendizaje, se lo debe dejar jugar en libertad

El niño necesita moverse en libertad para formarse íntegramente como ser humano. Desde que comienza a andar y hasta los siete años, el niño debe tener la oportunidad de crecer en un ambiente de juego libre donde pueda explorar y descubrir el mundo y a las personas que le rodean.

En la mayoría de las escuelas se tiende a trabajar el intelecto por encima de todo pensando que así, el niño llegará a tener un futuro asegurado de empleo y amplios conocimientos. Esto es un tremendo error. Si en la primera infancia se lo mantiene sentado, concentrado, prestando atención y llenando fichas, nada tiene sentido para él. Todo esto se propone, además, desde la exigencia de un aprendizaje que no se corresponde con el desarrollo intelectual del niño en esta etapa, por lo que se desmotiva con facilidad, se muestra apático y pierde el interés por ir al colegio.

El juego es el verdadero trabajo del niño. Todas las habilidades intelectuales, psicológicas y sociales se hallan integradas en el juego, pero para que el niño realice un auténtico aprendizaje, se lo debe dejar jugar en libertad. El adulto debe suponer para él, un ejemplo digno a imitar, por lo que es importante que las actividades que haga delante del niño sean de utilidad para él. Cualquier labor del hogar o de bricolaje podría ser una gran lección para el niño, sobre todo, cuando se lo hace con conciencia y delicadeza. De este modo, se le está transmitiendo que con esfuerzo, paciencia y dedicación, se puede hacer cualquier cosa.

Cuando el niño juega en libertad y en contacto con la naturaleza, hace uso de su fantasía pero su aprendizaje es real. Puede jugar a fabricar una cabaña con troncos o colocarlos formando un camino mientras uno de ellos se convierte en un auto, o pueden ser animales que suben montañas o teléfonos para hablar entre ellos… un mismo tronco puede tener innumerables posibilidades pero el niño está jugando con un material verdadero, que tiene formas irregulares, una determinada textura, un peso, un olor, un color… El niño descubre el mundo a través del juego. Una torre formada a partir de piezas de plástico encajables no tiene muchas opciones de juego pero una torre formada con troncos de diferentes tamaños, formas y pesos, es una verdadera obra de arquitectura en la que el ingenio y la destreza son protagonistas. Por lo tanto, es labor de los adultos ofrecerle una amplia variedad de materiales (piedras, conchas, bloques de madera, lanas, telas,…) con los que jugar e imitar a los mayores y un espacio donde pueda correr, saltar, cavar, trepar… y desarrollar su motricidad con toda libertad.

Tras el juego llega el momento de guardar y aquí es donde el adulto debe tener presente que no solo se trata de dejarlo todo en orden sino que éste supone un auténtico trabajo de selección y clasificación. Si se dispone el espacio del niño de forma que cada cosa se coloque en su lugar correspondiente, se lo estará ayudando a hacer un reconocimiento de los materiales en profundidad.

Si se deja que los niños se muevan y jueguen en libertad, se les estará asegurando una infancia feliz y una vida adulta llena de posibilidades, ganas de emprender y seguridad para enfrentarse a las dificultades.

Fuente: psicorazon.com
Imagen: tvcrecer.com