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La escuela secundaria de hoy

Es necesario reformular los significados de aprender y enseñar en una escuela con contextos variados y complejos

La escuela secundaria fue consensuada, a mediados de S. XX con dos grandes fines: la apropiación de cultura general y la inserción al mundo laboral. Pero, pasado unos 60 años, hoy estos objetivos deberían replantearse. Está más que claro que ningún joven podría insertarse en un trabajo apenas salido del nivel medio y la cultura que ha recibido no sólo es escasa, sino memorística y arbitraria. En un mundo complejo, se exige cada vez más especialización y, además, toda la información está al alcance de la mano a través de múltiples pantallas. Pese a ello, muchos docentes siguen sosteniendo un aula tradicional, con el claro interés que los alumnos miren el frente en silencio.

Pareciera que no alcanzan las leyes ni las resoluciones ministeriales que indican que el cambio ya está en marcha. Como vimos anteriormente, la Ley de educación nacional (2006) sustenta la idea de formar sujetos responsables, que sean capaces de utilizar el conocimiento como herramienta para comprender y transformar constructivamente su entorno social, económico, ambiental y cultural. No obstante, este sustento sigue siendo una ilusión quimérica.

¿Qué es lo que pasa en nuestras escuelas que no puede identificarse las culturas juveniles de los estudiantes, con las consabidas subjetividades, que no se pueden romper con los juegos de poder que se sostienen en su interior?

Es necesario, en primera instancia, superar la visión de los jóvenes a través de estereotipos rígidos; esta medida ayudará a romper con la mirada cristalizada de ellos dentro de la escuela. Y, en segunda instancia, es menester reformular qué significa aprender y enseñar en una escuela con contextos variados y complejos.

A los jóvenes de hoy la escuela les resulta tediosa y monótona, mucho más que a los jóvenes de otras épocas. Por ende, lejos de culpabilizar a los estudiantes, habría que tomar conciencia de las responsabilidades de los adultos, dar lugar a la reflexión del propio accionar docente e institucional como fuente de mejora en el comportamiento estudiantil. De lo contrario, habrá que seguir recomendando que en la escuela secundaria se debe aprender “zafar”, tratar de pasarla lo mejor posible en un sistema panóptico, de vigilancia y control, donde la autoridad oficia de observador con un poder que actúa sobre el cuerpo de los sujetos, sus gestos, sus discursos y su aprendizaje.

Es deseable pensar que otra educación es posible, más libre, más inteligente y más creativa. Al menos, debería ser un compromiso individual y social de todos y cada uno de los que transitamos las escuelas.

Por Carina Cabo - Doctoranda en Educación (UNR). 
Extracto del libro: "Escuelas reales en tiempos digitales"

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