En los últimos años, la inclusión digital se consolidó como uno de los ejes centrales de la política educativa en Argentina. El acceso a la tecnología dejó de ser un complemento para convertirse en un derecho indispensable para la igualdad de oportunidades y la calidad educativa.
Programas nacionales y provinciales impulsaron la entrega de dispositivos, la ampliación de la conectividad escolar y la creación de contenidos digitales interactivos. Estas acciones permitieron que miles de estudiantes de todo el país pudieran acceder a computadoras, tablets y recursos virtuales que antes estaban fuera de su alcance.
Sin embargo, la inclusión digital no se reduce a la disponibilidad de equipos. Supone también capacitar a docentes, generar entornos de aprendizaje mediados por tecnología y garantizar que cada estudiante pueda usar las herramientas de manera significativa. En ese sentido, los planes de alfabetización digital y los espacios de formación continua para educadores son piezas clave para que la tecnología se integre de forma pedagógica y no solo instrumental.
El desafío, hoy, es sostener la equidad en un contexto de desigualdad territorial. Mientras algunas escuelas cuentan con conexión estable y plataformas educativas consolidadas, otras aún enfrentan dificultades básicas de acceso a internet o mantenimiento de equipos. Superar esas brechas requiere políticas de largo plazo, inversión sostenida y articulación entre los distintos niveles del sistema educativo.
Aun así, los avances son indiscutibles. Cada vez más escuelas se convierten en verdaderos espacios de inclusión digital, donde los estudiantes pueden crear, investigar, programar y aprender en comunidad. En ese proceso, la tecnología se transforma en una herramienta de libertad: un medio para que los jóvenes imaginen, diseñen y construyan su propio futuro.