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La capacidad temprana para discriminar el bien del mal en los bebés

Neurociencias y educación por la Lic. Sandra Inés Vigo.

Recientes investigaciones realizadas con bebés de 3 a 18 meses de edad, demuestran la capacidad que éstos presentan para diferenciar entre comportamiento útil e inútil como indicador de potencial del desarrollo hacia un sentido del bien y del mal.

“La batalla entre el bien y el mal caracteriza a la vida cotidiana y emerge muy temprano. Actuar de modo egoísta o cruel puede ser inherentemente muy desagradable” expresa el Dr. Paul Bloom, profesor de Psicología en Infant Cognition Center de la Universidad de Yale en Connecticut, EEUU.

Estudios llevados a cabo junto a la Dra. Karen Wynn y su equipo, demostraron la capacidad que tienen los bebés para distinguir entre acciones benevolentes y otras contrarias, y el sentido rudimentario de justicia y equidad que aparece antes de los 18 meses de edad.

Los especialistas plantean que existe una serie de capacidades humanas que necesitan ser mejor exploradas, desarrolladas y valoradas, como la imaginación, la compasión y la inteligencia.

Los resultados a partir de sus investigaciones dejaron expuesto que en los bebés hay una marcada preferencia por quien ayuda o colabora (acción benevolente), inclusive antes de aprender otras cuestiones relacionadas al bien o al mal dentro de su comunidad. Pero también, se ha demostrado con bebés de 3 y 5 meses, los orígenes de sesgo o tendencia a preferir a otros que son similares a ellos, elegir -el parecido-, independientemente de aquellas acciones benevolentes y preferidas de su entorno.

Una cuestión para analizar, porque el problema de este sesgo o tendencia sobre -el parecido- que emerge en el ser humano desde temprana edad, es que automáticamente segrega lo diferente. De ahí la importancia, no solo de reconocer la existencia de estos comportamientos en la primera etapa de la infancia, sino aprovechar el inicio de los mismos para poder establecer aquellas intervenciones educativas oportunas, necesarias y trabajar con los niños pequeños el concepto -del otro-, siendo un concepto complejo en el desarrollo y educación infantil.

Generar en el interior del hogar, a partir de la educación inicial un espacio organizado, visibilizado y construido como un espacio común de experiencias y participación activa en relación a este tema, presupone evitar principalmente, la fragmentación entre teoría y práctica, pudiendo aprovechar estas características incipientes en los primeros años de vida humana, y avanzar con acciones explícitas en la construcción de la convivencia y proceso de socialización.

En definitiva, abordar como familia, escuela y sociedad, el debate sobre ¿qué es ser parecido? ¿qué es ser distinto? conlleva una dinámica potencialmente indicada que nos permite posicionarnos y reflexionar a partir de estas primeras conclusiones investigativas, donde son los bebés los que nos dejan en claro que tenemos más características en común, que lo que nos diferencia, y a su vez, la gran capacidad de poder moldear nuestros cerebros desde los primeros años de vida para lograr ser personas más resilientes, empáticas y altruistas. Es vivir la experiencia de pensar junto a otros, generar sentido común, ofrecer la oportunidad de practicar acciones movilizadoras, especialmente hoy, donde nosotros, necesitamos saber cómo ser mejores y cómo crear una sociedad más humana.

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