Por Lara Pellegrini. Lic. en Comunicación Social
En el extremo suroeste de la ciudad de Rosario funciona una Fábrica de Juguetes. Se trata de un espacio que da vida a objetos lúdicos diversos a través del trabajo manual y la reutilización de materiales. Así, retazos de madera, telas en desuso, sobras de arcilla y lana vieja son algunas de las materias primas que se utilizan para confeccionarlos, materiales que en vez de ser descartados en la basura, cobran nuevos sentidos cuando ingresan a la lógica del espacio.
“Periférico, objetos lúdicos”, es el nombre que lleva el micro emprendimiento y hace referencia directa al lugar donde son confeccionados: ahí dónde se cruza el lateral sur con el oeste de la ciudad, al que sólo llega una línea de colectivo, aún no hay redes de agua potable y las calles, en su mayoría, son de tierra: en el llamado Barrio Toba de Rouillón y Maradona. Así se lo conoce informalmente porque allí se emplaza uno de los más grandes asentamientos de la comunidad Qom en Rosario, pequeñas patrias migrantes -también los hay mocovíes, guaraníes, paraguayos y correntinos- que arribaron a la gran ciudad buscando otra vida y encuentran, muchas veces, en estos espacios, una trama que los contiene.
La Fábrica de Juguetes funciona dentro de la gran estructura del Centro Cultural El Obrador, una institución que, a través del arte y la cultura principalmente, descomprime algunas de las necesidades del territorio complejo en el que habita. El trabajo cooperativo, la reutilización de materiales y el rescate de las tradiciones originarias del pueblo Qom son algunos de los pilares que cimentan su trabajo.
Desandar la mirada
“Mucho de lo que hacemos surge con la mirada de los niños, no pensamos una idea y vamos a
comprar los materiales, el proceso es inverso: con lo que tenemos, lo tocamos, lo exploramos, lo miramos e inventamos posibilidades”, dice Mariela Mangiaterra. Ella es psicóloga y ludotecaria, y junto a Elsa Albornoz, artista plástica y también ludotecaria, llevan adelante el proyecto. Relata sobre un proceso de trabajo complejo, que requiere dejar atrás ciertos lugares comunes y abrir los ojos a nuevas ideas, expandir la creatividad y desandar la mirada. No todo está dado de una vez y para siempre, no todo pierde su utilidad por estar roto, viejo o en desuso. Los objetos cobran nuevas formas y funciones.
“Que tenga ruedas tiene que ver con que usamos retazos de madera redondos”, explica Mariela cuando cuenta cómo surgió la propuesta de hacer los “Bichos”, una suerte de pajarracos coloridos, con adornos en lana, pirinchos en la cabeza y ruedas como patas. Es que la madera utilizada fue donada por un artesano de la Feria del Boulevard que fabrica lámparas: lo que sobró de los calados, fue a parar a la Fábrica de Juguetes. Así, la forma predeterminada del material se convirtió en una posibilidad y no en una limitación. Por su lado, las mamasitas, muñequitas de tela que se presentan en tríadas –la más grande, la mediana y la pequeña–, también sostienen esta lógica, ropa en desuso o retazos sueltos afloran en ideas y renuevan sus colores. Así, todos los objetos que se fabrican reafirman esta práctica donde se combinan saberes diversos, el rescate del trabajo artesanal y un fuerte compromiso ecológico a partir del proceso de reutilización de materiales. Además, el emprendimiento funciona de manera cooperativa, realizando talleres de capacitación y convirtiéndose en una alternativa laboral para los vecinos del barrio.
El camino de la arcilla
El origen de la Fábrica de Juguetes data del año 2008, cuando Mariela y Elsa fueron convocadas al Centro Cultural El Obrador con un desafío entre manos: fabricar objetos lúdicos que integren los saberes de los maestros ceramistas de la comunidad Qom desde una estética contemporánea. Producto de aquellas búsquedas e intercambios es que surgieron los juguetes originarios, dispositivos de juego que rescatan en su diseño las técnicas, las creencias y las tradiciones de la comunidad Qom.
“Fueron meses de trabajo de charlas investigación de las que participaban también los otros talleristas del Obrador y de la comunidad del barrio”, recuerda Mariela y lo nombra Arsenio Borgez, maestro ceramista Qom cuyo aporte fue esencial en el trabajo: “Arsenio nos mostraba como modelaba la arcilla e iba desplegando historias, casi todas vinculadas a los animales del monte. Entonces empezamos a pensar juntos qué hacer con todos esos bichitos, que eran muchos más que los que conocíamos de la artesanía callejera toba”, explica Mariela. Nace así el Ajedrez del Monte, una versión del tradicional juego de mesa en clave Qom. Las fichas emulan a los animales del monte chaqueño, según su importancia y rol dentro del sistema natural del Impenetrable, pero el formato y las reglas de juego se mantienen tal cuál en la tradición occidental. Las tortugas son los peones, mientras la reina es la abeja y el puma, el rey. El guasuncho reemplaza al caballo, el ñandú al alfil y la choza es la torre. Cada una de las piezas es hecha a mano y moldeada en arcilla por los maestros ceramistas de la comunidad que comparten sus saberes en la Fábrica de Juguetes. Asimismo, la arcilla que utilizan es recuperada de los descartes de una cerámica industrial. El Montecito, una adaptación del monte chaqueño en formato de diorama, y Las Comiditas, una versión en arcilla del tradicional juego de té de las niñas, son también parte de esta serie de juguetes originarios.
Lee este artículo en la edición N°20 de Aptus Propuestas Educativas: www.aptus.com.ar/revista/
Imagen: Isis Milanese |www.isismilanese.com.ar
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