En una entrevista con «Aptus Propuestas Educativas», el Ilustrador Istvan Schritter, nos cuenta su historia, su pasión por el papel y su paso por la docencia.
¿Cómo surgió la idea de ser ilustrador? ¿Cómo comenzó su carrera?
Soy autodidacta. Siempre dibujé y me formé leyendo y mirando. En casa había bibliotecas con libros en doble fila y yo adoraba descubrir qué se escondía atrás. Tuve excelentes maestros que me incentivaron y fue natural descubrir El Eternauta a la par de El Greco, las efemérides en las carteleras escolares en simultáneo con Cien años de soledad. Aprendo de lo que se me cruza porque todo puede ser leído.
Mi primera incursión «profesional» en los libros infantiles fue en el año 1986, apenas salido de la secundaria, con la publicación de un libro en Ediciones del Quirquincho que se llamaba El bramido horripilante, pero antes había publicado humor gráfico en Hortensia y en diarios de Santa Fe. El primer empujón para dedicarme a esto (aparte del de mi familia, que siempre me apoyó) lo recibí cuando mandé dibujos a un concurso en Santa Fe y fui seleccionado, en la inauguración de la muestra conocí a popes como Quino y Fontanarrosa que me animaron a seguir (como en mi infancia y adolescencia nunca tuve televisión mis dibujos estaban muy descontaminados de estereotipos, y eso les llamó la atención). Hice muchos viajes a Rosario, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires, golpeé muchas puertas. Nunca fui inhibido, iba y volvía sin temor a mostrame una y otra vez. Si algún consejo puedo dar en este punto es que para que a uno lo registren hay que machacar.
¿Qué tipo de ilustraciones realiza? ¿Con qué materiales se trabaja?
Aunque podría definirse como «collage», en realidad éste implica mezcla de materiales, y yo no mezclo nada, pues mis dibujos la mayoría de las veces están hechos íntegramente con papel. “Recorte de papel” sería una forma más ajustada de describir lo que hago.
Esa es la técnica que más disfruto, pero a veces el libro (que opino que es un ser vivo y, si uno sabe escuchar sus necesidades, habla) pide otro material de trabajo, entonces empuño lo que sea necesario: pinceles, témperas, tintas, lápices… Por ejemplo, en La Durmiente (Buenos Aires, Alfaguara, 2009) trabajé con tinta y pincel, con recortes de papel y de revistas, pues el texto tiene diversas capas de sentido, así que en la ilustración necesité recrear esas capas a través de los distintos materiales. La proximidad al lector que implica ese recurso hace mucho más fácil aprehender el personaje archiconocido del ratón Pérez para luego aceptar que va a cumplir un nuevo rol más allá del de coleccionista de dientes de leche. Actualmente estoy incursionando aun más en el volumen, haciendo ilustraciones muy corpóreas, ya sea sobreelevando los papeles con pequeños cartones debajo o haciendo pequeñas esculturas de papel.
¿De qué trataban los espacios dedicados al libro ilustrado que coordinó en radio y televisión?
En radio hice un programa llamado El Frasco sin tapa, en 2006 por Radio Palermo, en Buenos Aires, en donde todo giraba en torno al arte, y allí tenía un segmento sobre ilustración en libros infantiles, en donde comentaba Libros y hacía reportajes a sus hacedores. En televisión hice Ilustración de libros para niños. El mar inexplorado, en 2001 por TelePuerto, Santa Fe, un programa educativo para chicos y docentes, en donde contaba cómo se hace un libro, cómo son los mecanismos editoriales para su publicación y otros etcéteras en torno al libro.
En Canal 7 de televisión abierta, en Buenos Aires, hice también «Gogo crea», bloque de arte para niños en el programa Gogo, mi avioncito. Salía todos los días (era muy lindo y estimulante pero bastante agotador, los tiempos de televisión son tiranos) y enseñaba desde a hacer juguetes con material reciclado hasta a entender un movimiento de la historia del arte a través de un juego. Preparando esas intervenciones es que pude capitalizar cientos de ideas de juegos y juguetes que se me ocurrían, las fui anotando y finalmente les di forma de libro: se trata de la «Serie El Señor del Arte» (seis títulos, en AZ Editora http://www.az.com.ar/catalogo/literatura-infantil-y-juvenil/) que presenté en la reciente 38° Feria del Libro.
Sus investigaciones en el campo de la ilustración lo han llevado a dictar clases en todos los niveles de enseñanza ¿Qué es lo que se enseña concretamente y cómo varía esa enseñanza en los diferentes niveles educativos?
El libro-álbum es el género que el imaginario colectivo lector asocia más directamente con la imagen típica de «libro para niños» tal vez englobando, sin pensar, a libros en donde las ilustraciones no son centrales. En mis cursos y conferencias para adultos procuro que los alumnos descubran cómo todos los lenguajes que conviven en los libros estructuran sus propios juegos internos de relaciones entre discursos. La meta es ofrecer al lector texto e imagen como discursos paralelos e indivisibles porque, sean textos ajenos o propios, el libro habla en sus códigos y se manifiesta como objeto integral. Abordo temas como el relato gráfico, la construcción de la lectura a través de la imagen (el triángulo escritor-ilustrador-lector), el libro de autoría integral y el libro en coautoría, el libro-álbum y el objeto libro. Cuando me presento ante chicos (de todas las edades) lo que hago es más un espectáculo en donde charlo con ellos, leo mis libros, actúo, improviso y hago una exhibición de cómo dibujo con tijera y papel.
¿Qué significa personificar a los personajes de un cuento?
Siempre digo que el libro habla y pide, es sólo cuestión de escucharlo. Generalmente voy primero a la técnica de trabajo que más disfruto y por la que soy más conocido, la ya citada del recorte de papel, pero algunas veces pasa que el libro pide otra cosa, entonces allí me pongo a investigar cómo responder a ese llamado.
El personaje debe ser también el que justo tiene que ver con esa necesidad del libro, por ejemplo: si en mi libro «El ratón más famoso» (Ediciones del Eclipse, Buenos Aires, 2003) yo hubiera hecho los originales de tal manera que se vean bidimensionales, se hubiera perdido la intención central del libro que es implicar al lector en el centro del asunto. El ratón tiene un libro entre manos que es el mismo libro que el lector tienen entre manos, eso pone en jaque al lector respecto de a dónde quedó la realidad y adónde la ficción… ¿es el ratón que pasó a ser parte de la realidad o el lector que pasó a integrar la ficción del libro? ¡¿el ratón está afuera o el lector está adentro?!… la forma técnica de responder a ese desafío fue crear al personaje fotografiando un juguete corpóreo y articulado que sostiene y desarma el mismo libro que el lector sostiene.
¿Cómo dialoga el texto y la imagen en los libros ilustrados?
Cuando el trabajo es de autoría integral (o sea, textos y dibujos son de mi autoría), me gusta pensar todo al mismo tiempo y descubrir cómo la palabra brinda espacio a la ilustración y viceversa. Cómo todo se funde y revaloriza en el proyecto gráfico. Cómo uno se ve obligado a reescribir porque redibujó o rediseñó. O redibujó porque reescribió. Estos entrecruzamientos de los lenguajes me fascinan. Generalmente el puntapié inicial el una idea de proyecto gráfico, una visualización del libro como un todo, en donde algo va a pasar porque del paso de una página a la otra, del tránsito de la palabra a la imagen, sucede algo que obligará al lector a replantearse su lugar pasivo socialmente generalizado.
También hay libros (sean con textos propios o de otros autores) que en realidad no necesitan de ilustraciones, y el ejercicio de dibujarlos implica ciertas operaciones muy distintas a otros que sin las ilustraciones cambian de sentido o dejan de tenerlo (es el caso de los álbumes, en donde la comunión de texto de imagen es lo que da significado): quién sabe qué ilustraciones deben ir en un libro es quien supo escucharlo (al libro), pues ese «objeto-libro» tiene todas las respuestas a sus necesidades. Si el creador sabe darse tiempo para meditarlas, rumiarlas, esbozarlas todo lo necesario, encontrará lo justo a incluir y a articular, como para que cada discurso no se superponga y explote en sentidos a la hora de la lectura.
¿Qué se siente saber que los más pequeños explayan su imaginación mediante sus recortes de cartulina?
Es muy gozoso ver la sorpresa de los chicos (y grandes) ante el descubrimiento de los papeles ínfimos, de que todo, absolutamente todo, es papel. Apelo mucho a la capacidad de sorpresa y me encanta el asombro…
Goce, sorpresa, asombro, palabras mágicas y felices que llevan a imaginar. Siento felicidad ante eso.
¿Cómo ve la educación de hoy? ¿Qué opina de los libros de texto actuales? ¿Y de los e-books?
Siento que la educación se ha abierto a los libros ilustrados, es muy placentero descubrir el interés que hay en el tema, voy mucho a escuelas y lo compruebo. Además los docentes están muy interesados en tomar cursos sobre ilustración o literatura infantil en general, eso habla bien de la educación actual.
El libro de texto es un género que nunca me pareció interesante. La pretensión de englobar todo el saber sobre un tema en un mismo libro es, al menos, una vanidad. Apuesto a la diversidad y a aprender a partir de múltiples fuentes de saber y, en ese camino, me entusiasma mucho más que las lecturas y los libros sean, entonces, diversos. Creo que el docente de hoy está entendiendo eso y tomando el manual como un elemento ordenador, pero abriéndose a todas las lecturas posibles. El mundo se recorta si el libro de texto es tomado como libro único, porque el saber está en todos lados, no en un solo lado, y siempre se cruza con otros saberes.
Los libros electrónicos me parecen un interesante nuevo soporte, aunque a nivel totalmente personal no me seduzca. No soy apocalíptico y no creo que reemplacen al soporte papel: el libro es uno de los grandes inventos de la humanidad y ha sobrevivido durante cientos de años en su formato de códice (y miles de años en otros formatos: rollo, papiro, etc.),entonces creo que convive perfectamente con la pantalla como espacio de lecura… lo que lamento lo que lamento profundamente es que esos soportes nuevos sean irremediablemente efímeros y no ofrezcan la misma capacidad de perdurabilidad: la garantía de que un libro electrónico no dura más de unos pocos años (porque se deteriora el material con que está hecho, porque los dispositivos para reproducirlo se actualizan con demasiada rapidez y se transforma en algo imposible de reproducir) me lo transforman en algo menos interesante que el libro en papel, que está confirmado que puede conservarse de generación en generación.
Para conocer más sobre Istvan y sus ilustraciones, encontrá esta entrevista en la próxima edición de la Revista «Aptus Propuestas Educativas».
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