Estudio de científicos e investigadores coinciden en señalar que en la práctica de este juego milenario se estimulan varias facultades mentales y, además, se forjan patrones de conducta entre los más jóvenes.
En 1995, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) recomendó la inclusión del ajedrez en los niveles primario y secundario en todos los países miembros. Sin embargo, en la Argentina todavía no forma parte de la ley de educación nacional; su enseñanza es sui géneris, depende del interés de cada provincia, sin considerar su valor pedagógico.
Pese a que en los últimos 90 años investigadores de los cinco continentes fueron coincidentes en sus evaluaciones sobre las virtudes que desarrolla el juego, hoy no se explota el ajedrez como método transversal de enseñanza y no se valora su importancia en el aprendizaje asociado con las ciencias, en especial las matemáticas.
La inclusión de enseñanza del ajedrez en las escuelas no busca un crecimiento deportivo; de los colegios no surgirán campeones mundiales. El objetivo es que de las aulas egresen niños a los que el ajedrez les brinde herramientas para desarrollar sus talentos.
Jorge Berguier, quien desde 2003 es el coordinador nacional de Ajedrez en el Ministerio de Educación de la Nación sostiene que la ley de educación nacional 26.206 no contempla específicamente la incorporación del ajedrez en el aula: «Tenemos coordinadores en 22 de las 23 provincias argentinas; salvo Jujuy, donde por una decisión del Ministerio de Educación provincial no se juega en los colegios».
Juan Luis Jaureguiberry, coordinador del Plan de Ajedrez Escolar del Ministerio de Educación de la provincia de Santa Fe, explicó: «Que niños tan pequeños, incluso con problemas escolares, aprendan tan bien y tan rápido algo tan difícil como jugar al ajedrez motiva nuestra investigación sobre los elementos modélicos que la enseñanza del ajedrez tiene para ofrecerle a la educación en general:
1) El placer: le damos la posibilidad de divertirse mientras aprende. 2) El material concreto: el juego acompaña al niño en su proceso de construcción del pensamiento lógico abstracto desde el pensamiento lógico concreto. 3) Lo imprevisible, el problema abierto: con reglas estrictas y un espacio reducido, el juego ofrece un territorio infinito para desplegar la imaginación con problemas que tienen más de una solución válida. 4) La integración del saber: el niño tiene que utilizar todo lo que sabe en la práctica, en cada jugada, no trabaja con conocimientos teóricos compartimentados. 5) El poder: les damos poder a los niños para crearles problemas a otros niños y corregírselos. 6) La oportunidad: el niño que pierde no recibe un juicio condenatorio, sino que tiene revancha inmediatamente y eso lo motiva para aprender de sus errores y mejorar. 7) El niño docente: el niño que gana en poco tiempo empieza a enseñarles a sus compañeros de juego porque aprende a disfrutar de superar situaciones cada vez más difíciles».
El juego, en su reducido ámbito de 64 casillas, se mide con patrones muy estrictos; un error es causal de una derrota, y un acierto, de una victoria; el chico aprende que es responsable de sus actos. Algunas estadísticas señalan que con su práctica disminuyeron levemente los índices de violencia escolar, que hoy golpean las aulas.
Sin distinción de sexo, ideologías o edades, todos pueden jugar ajedrez. Quienes estudiaron los beneficios de su práctica sostienen que se rige por dos premisas esenciales: la paciencia, para el ejercicio de la reflexión, una antítesis ante los tiempos modernos de inmediatez que propagan Internet, los videojuegos y el zapping, y el respeto hacia el rival, de quien hay que esperar la respuesta para recién ejecutar el siguiente movimiento. El ajedrez es una herramienta pedagógica que enseña a pensar y lo hace de manera lúdica, entretenida. La aplicación de sus virtudes van más allá del tablero.
Fuente: La Nación
Imagen: apizaco.gob.mx