La resiliencia, la tolerancia a la frustración o la introducción al pensamiento simbólico son algunos de los beneficios de utilizar el juego en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Pero no se aprende lo mismo a todas las edades. Este es uno de los motivos que ha llevado al British Council a elaborar una guía en la que recoge los diferentes beneficios que tiene esta actividad a lo largo del desarrollo físico y emocional de los estudiantes.
En Jardín de Infantes
La autoestima se consolida en la medida en que la actividad lúdica refuerza la idea de autonomía y capacidad para gestionar la frustración. El juego, al ser libre y espontáneo, produce una satisfacción que contribuirá a que el alumnado refuerce su conducta lúdica. Esta actividad transformadora les ayuda a rebajar sus niveles de omnipotencia en favor de una conexión con la realidad más ajustada. Ya puede entonces, aceptar que tiene ciertas limitaciones sobre la realidad que en etapas anteriores no conseguía comprender.
Hacia los tres años más o menos, tienen una autonomía motriz que les facilita el juego funcional, es decir, el juego que les satisface a través del movimiento. Moverse, tomar cosas, hacer y deshacer, los sonidos, las canciones, etc. hacen que desarrollen su motricidad fina y gruesa además de cognitivamente favorecer la atención, la memoria y concentración.
En Primaria
Hacia los seis años, el mundo para los estudiantes es ya un lugar donde las normas y las reglas les permiten interaccionar con otros, y es entonces cuando el juego social adquiere un importante auge. Es el juego simbólico el que ayuda a entrar en contacto con lo posible, con la imaginación y la creatividad como señalamos más adelante. En este momento, el juego grupal adquiere una importancia trascendental porque aprenden a compartir actividades con otros. Las normas se deben cumplir y si se saltan, las consecuencias son claras: se deja de jugar. La capacidad para tolerar la frustración se lleva a límites que antes no se habían alcanzado.
A partir de los 8 años, los juegos grupales son mucho más elaborados y el juego en solitario pierde fuerza. El juego con otros es importante porque se introduce un elemento clave en el desarrollo emocional de los estudiantes: la resolución de conflictos. Es una de las oportunidades que tienen de poder enfrentarse a los deseos y necesidades de otros mediante la negociación o renuncia a sus propios intereses. La percepción egocéntrica de sus necesidades se va diluyendo cuando empiezan a ser capaces de lidiar con las emociones que estas circunstancias les crean, ayudándole a pensar en la pérdida de amigos. Esta tarea implica el uso de recursos emocionales como la paciencia, la empatía, el autocontrol, las habilidades sociales que son elementos constituyentes de la inteligencia emocional. Así, aprenden a dar prioridad a la idea de que el juego tiene que salir adelante y las metas propuestas deben prevalecer sobre las necesidades personales, lo que apoya el desarrollo de la socialización.
También los videojuegos
Los videojuegos y juegos electrónicos cumplen también una función importante en el desarrollo de los menores, según la guía. Así, empleados con moderación y bajo supervisión de un adulto, pueden ser adecuados para desarrollar su capacidad de concentración, la autonomía y se conciencia del esfuerzo que hay que realizar para alcanzar una meta dada. De hecho, muchos estudiantes diagnosticados con un Trastorno por Déficit de Atención (con o sin hiperactividad) pueden concentrarse en este tipo de juegos porque reciben una gratificación inmediata cuando cumplen los objetivos.
Imagen: archivo de imágenes Fuente: educaciontrespuntocero.com
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