Darío Sztajnszrajber dejó por un rato su inmersión en los libros y los claustros para meterse en los medios y las tablas. Y así se propone traducir lenguajes para audiencias más vastas que las que pueden hallarse en las aulas. Viene seguido a Rosario: con su obra Desencajados estuvo en Plataforma Lavardén y en septiembre participó de la vigésima edición del Festival Latinoamericano de Video.
¿Cómo lograste sacar la filosofía de las aulas, su ámbito natural, para «soltarla» en la tele, en la radio, en el teatro?
Lo primero que hay que decir es que todo es producto de la casualidad, no es parte de una estrategia premeditada. Cuando digo casualidad, tampoco quiere decir que sea algo malo. Hay un proyecto en pie que es el proyecto de canal Encuentro que venía buscando la renovación de cierto formato a partir de la novedad que significaba la política comunicacional de Encuentro, y en ese marco dando clases en FLACSO tuve de alumna quien en ese momento era la directora de contenidos del canal y viendo la clase ella pensó que yo era la persona indicada para hacer un programa de televisión sobre filosofía para jóvenes y ahí empieza la movida. Por eso es interesante puntualizar que no hay un corte en el sentido de pensar que la filosofía que hacemos por ir a los medios deja de hacer lo que hacía en la academia y pasa a ser otra cosa, sino que lo que nosotros hacemos es rescatar la experiencia del aula para poder llevarla a la televisión y en ese sentido es importante repensar qué se hace en el aula. Nuestra tarea docente no se agota en el formato tradicional del dictado de una clase, venimos con años de trabajar en las aulas pensando que toda clase también es una puesta que implica la necesidad de seducir a un público, de que te escuchen y bajar los conceptos a una realidad más cotidiana. Entonces ese trabajo es algo que ya veníamos haciendo en las aulas y el objetivo fue lograr traducirla al formato televisivo, luego radial y ahora a los escenarios. Pero lo que hay que decir es que no hubo una modificación sustancial y todo esto descubre el trabajo permanente de los docentes en las aulas que despliegan una serie de estrategias muy interesantes, cercanas a lo que es una puesta en escena.
Desde tu experiencia docente ¿Crees que hay etapas de la vida más filosóficas que otras?
Para el tipo de filosofía que a mí me gusta, que es una filosofía que cuestiona la cotidianeidad, básicamente buscando interrumpirla para salirse de esos valores hegemónicos típicos de la cotidianeidad, los que podemos llamar momentos productivos de la vida, son momentos en dónde la filosofía se te escurre bastante. Tanto en la adolescencia temprana como en la vejez, uno puede tomar un respiro, para hacer filosofía. Yo como docente trabajé siempre muy bien con estos dos extremos, con gente muy grande y gente muy chica, no niños, pero si chicos de 14 o 15 años. Son momentos en donde hay otros valores que están presentes en las búsquedas del sentido y no perseguidos por la búsqueda de resultados. Es decir, se puede perder el tiempo en esos momentos, y la filosofía es un espacio para hacerse preguntas que no tienen una productividad directa en sus resultados.
¿Qué preguntas existenciales te hacías cuando eras un niño?
Yo tuve una formación religiosa y al haber hecho la primaria en un colegio religioso, toda la temática de Dios y de la creación, las temáticas típicas de lo religioso siempre estuvieron presentes en mi vida desde muy chiquito. Lo que me pasó es que me peleé con las respuestas religiosas, sin embargo esa pelea era una pelea con las respuestas que la religión daba a temas que a mí ya se me habían incorporado como temas de interés y aunque lo cuestiono debo reconocer que fue en un colegio religioso donde se me inculco el tema. Es muy distinto, porque en los colegios religiosos Dios está presente todo el tiempo, exista o no exista, pero como tema está. A mí no me pegó tanto por la cuestión de la muerte. En general se dice que la filosofía contempla las preguntas sobre la muerte y sobre el origen… a mi me pegó más por este segundo lugar, por el origen. Mis preguntas primeras tenían que ver con eso, con cómo se creó todo.
Conocemos tu vínculo con la filosofía, pero con la música ¿Cómo te llevas? ¿Qué te gusta escuchar?
Con la música lo que me pasa es que como cualquier persona, vivo en una cultura dónde la música tiene un peso muy importante. Mi adolescencia la viví en los años ´80 en lo que fue una de las tantas efervescencias del rock nacional y de alguna manera todos esos músicos, Charly, Spinetta, Fito Páez, constituyeron lo que yo escuchaba diariamente. Mi vínculo con la música esta directamente relacionado con mi lugar de proveniencia, con todo ese bagaje existencial y con mis búsquedas que también tenían un dialogo con la música. En ese sentido siempre me relacioné con la música desde un lugar más bien filosófico, tratando de escuchar también algo más. Así encontré muchas de las canciones que hoy hacen a Desencajados, canciones que además de gustarme tiene ese otro elemento con el que en su momento me enganché y que en ahora en la obra nos permite sacar a la luz esa conversación entre una canción y un texto filosófico.
¿De qué manera dialogan música y filosofía en DESENCAJADOS?
Es una manera de sacar a la filosofía de los lugares tradicionales, pero DESENCAJADOS no es como el programa que hago en Encuentro que tiene el objetivo de popularizar la filosofía y llevarla al alcance de un público más amplio. Acá lo que se busca no es tanto una cuestión pedagógica sino más bien poética, es como poder ir a un espectáculo de filosofía, sin que se convierta en algo duro, rígido, extraño como si fuera un ensayo filosófico subrayando con lápiz las ideas principales, acá lo que buscamos es mostrar que la filosofía tiene mucha poesía, que hay musicalidad en la filosofía, con relatos , ideas, reflexiones, conflictos y lo que se logra en el escenario es esta conversación manifestando esa identidad de la filosofía que nos parece mucho más cercana a un arte que a una ciencia.
Lee esta nota en la edición N°17 de Aptus Propuestas Educativas: http://www.aptus.com.ar/revista/
Imagen: Prensa Ministerio de Innovacion y Cultura
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