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El valor del libro en la era digital

Desde el Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (IECH, CONICET-UNR), Sandra Contreras, reflexiona acerca de la continuidad del libro como unidad de sentido

Finales del siglo XX y principios del XXI vieron surgir distintos diagnósticos en relación a las consecuencias del avance de las tecnologías digitales y lo que suponía que empezaba a gestarse como la “decadencia de la cultura del libro”. En ese marco, desde el Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (IECH, CONICET-UNR), Sandra Contreras, reflexiona acerca de la continuidad del libro como unidad de sentido.

Sandra Contreras, investigadora independiente del CONICET, en relación a las consecuencias negativas del peligro de la pérdida del lugar del libro en la educación y en la formación del ciudadano, señala: “Aparecieron diversas voces pesimistas y también perspectivas negativas de aquellos que frente a este panorama contemporáneo ensayaban una visión nostálgica de las bondades de la cultura del libro, en el sentido de una defensa de la cultura humanista. Es algo que puede verse, por ejemplo, en el diagnóstico que hacía Georges Steiner, ya en 1972. Por otro lado, estaban aquellos que por el contrario, lo apostaban todo a la ponderación de las virtudes positivas y liberadoras de las tecnologías digitales”.

Frente al panorama negativo que, desde el punto de vista editorial, pronosticaba una mala época para el libro, la doctora Contreras indica: “Pasados los primeros 15 años del siglo XXI, puede verse que las premoniciones acerca de la desaparición del libro no son tales en absoluto. Recuerdo sobre todo hacia el 2010, principios de la segunda década, cuando había una muy fuerte preocupación de que la aparición del libro digital tuviera como consecuencia la desaparición del libro impreso. Precisamente al respecto, los especialistas en la cultura e historia material del libro, como Roger Chartier, señalan que nunca se han publicado tantos libros como ahora, es decir, que el texto impreso, a pesar de sus dificultades de edición y distribución, sigue teniendo una vigencia importante”.

“El valor del libro pasa, por un lado, por la vigencia que tiene en cuanto a soporte, como objeto material, pero básicamente su valor pasa por ser una unidad de sentido. Cuando se habla de la decadencia de la cultura del libro se habla de la pérdida de una experiencia de lectura lineal, completa, frente a la lectura fragmentaria, hiperconectiva que propicia la cibercultura, el hipertexto”,  destaca Contreras y continúa: “Cuando leemos libros en pantallas, sean en computadoras, celulares o tablets, estamos expuestos a la conexión con otras posibilidades que se abren y es importante pensar el modo en que el libro como unidad de lectura convive con esas otras posibilidades”.

A principios del siglo XXI también comienza a plantearse la pregunta acerca de si el uso de las nuevas tecnologías digitales atentan contra la capacidad de leer y escribir. Al respecto, Contreras señala “Para navegar por la web y desarrollar la lectura en pantalla, se necesita una destreza que tiene que ver con la escritura, y por eso tal vez la gente nunca haya escrito tanto como ahora, porque hasta la misma comunicación cotidiana pasa por la escritura: vos escribís un mensaje en el celular en lugar de hablar. Roger Chartier, al respecto, dice que en este momento la cultura escrita, que es una cultura de larga duración, se ve multiplicada en tres formas: la escritura de mano, que sigue existiendo, los textos impresos y el mundo digital, y sostiene que el desafío del presente pasa por la articulación contemporánea de esas tres formas de producción, comunicación y apropiación de lo escrito”.

“Hay muchas experimentaciones literarias y artísticas en relación a la mutación del libro como objeto material que me parecen interesantes en la medida en que ponen en lenguaje artístico una experiencia de la era contemporánea. En ese sentido, hay escritores como César Aira, que a lo largo de los últimos 30 años jugó, por ejemplo, con el adelgazamiento del libro hasta su mínima expresión pero también con su multiplicación proliferante. O autores como Sergio Chejfec, que teoriza sobre las posibilidades de la escritura en una pantalla desconectada como una “escritura pensativa”. Hay prácticas de la escritura que también pasan por cultivar esos espacios de reserva, frente a la enorme disponibilidad de las tecnologías, un ejemplo son los blogs que tienen algunos escritores, especialmente lúcidos, como Daniel Link. Eso es interesante, es ahí donde se empiezan a volverse interesantes estos modos de vivir con esta nueva forma de la cultura escrita”, concluye al respecto de este tema Sandra Contreras.

Fuente: www.rosario-conicet.gov.ar

Imagen: teracuamx.webs.com

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