La cantidad de días no siempre asegura calidad
El calendario oficial marca 190 días de clase por año, pero informes recientes muestran que, en la práctica, las horas efectivamente dictadas son mucho menores. A las interrupciones por paros docentes y emergencias edilicias se suman jornadas institucionales, actos escolares extensos y ausencias no cubiertas.
En comparación, países como Chile o Uruguay alcanzan entre 850 y 1.000 horas anuales efectivas de enseñanza, mientras que en Argentina, según el Observatorio Argentinos por la Educación, la cifra puede caer hasta un 25% por debajo de lo planificado.
Lo que se pierde cuando se pierde clase
La pérdida de tiempo escolar no afecta a todos por igual. En escuelas con mejores recursos, las familias tienden a compensar con clases particulares o actividades extracurriculares. En cambio, los estudiantes más vulnerables quedan con menos horas de contacto pedagógico, profundizando las desigualdades.
Además, cada interrupción implica recomenzar rutinas, revisar contenidos ya dados y reacomodar grupos, lo que reduce aún más el tiempo efectivo de aprendizaje.
Más horas, mejores resultados
Los organismos internacionales insisten en que más tiempo de enseñanza correlaciona con mejores aprendizajes, siempre que ese tiempo se use de manera eficiente. Finlandia, por ejemplo, no tiene un calendario escolar más largo que el argentino, pero aprovecha cada hora con planificación precisa, fuerte apoyo docente y materiales adecuados.
El desafío en Argentina no pasa únicamente por sumar días al calendario, sino por blindar las horas de clase ya previstas y garantizar que estén centradas en lo esencial: alfabetización, resolución de problemas, pensamiento crítico.
Una agenda pendiente
Hoy, la discusión sobre el tiempo escolar aparece diluida frente a otras urgencias educativas. Sin embargo, distintos especialistas coinciden en que asegurar más horas efectivas en las aulas es condición indispensable para mejorar aprendizajes.
¿De qué sirve debatir sobre innovaciones curriculares si el aula no está garantizada? En un contexto de bajo rendimiento en alfabetización y secundaria, la Argentina tiene un punto de partida claro: más tiempo, mejor aprovechado.