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El Círculo de los escritores

III Congreso Internacional de la Lengua Española In memoriam

Por Mell Tinnirello

Diez años

La ciudad se vistió de palabras, aunque ellas navegaban por el Paraná desde tiempos inmemoriales. Brotaron del río. Huyeron de las cátedras y los diccionarios. En audaz fuga, abandonaron a sus autores y viajaron por las calles de la ciudad para citarse en Laprida y Mendoza. También, Don Quijote. El caballero andante -quien continuó andando por las centurias- desde un recóndito sitio de papel divisó el mismo destino que las palabras, escapando una vez más de su ficticia realidad. Nuevas aventuras en un español globalizado. De hojalata, enjuto de rostro, yelmo herrumbrado de batallas pero con el mismo ímpetu, aguardó en la puerta del teatro. Y los escritores y académicos del nuevo siglo abrazaron su bienvenida: Carlos Fuentes, Héctor Tizón, José Saramago, Ernesto Cardenal, Juan José Sebreli, Tomás Eloy Martínez, Mempo Giardinelli, Ernesto Sábato y tantos otros.

El teatro

Sede de inquietudes idiomáticas. Restaurado delicadamente para la ocasión, lució de fiesta. Desde el escenario hasta las tertulias, aún guarda el esplendor de un universo de significaciones; aún permanece el color, el tono, la densidad de las palabras que allí fueron defendidas y alabadas. El Círculo fue el artístico paisaje para inaugurar y culminar un nuevo foro de discusión, reflexión y alumbramiento, con el estandarte Identidad lingüística y globalización. Los temas debatidos fueron ordenados en secciones: “Aspectos ideológicos y culturales de la identidad lingüística”, “Identidad y lengua en la creación literaria” y “Español internacional e internacionalización del español”. Voces de cuatro días que preludiaron semillas para el futuro de la lengua.

Solemnidad

Dos Discursos. Inauguración y clausura de un círculo de palabras cargadas de tradición, confrontación y honda soledad. Carlos Fuentes y José Saramago fueron los protagonistas verbales de dos homenajes: el primero, honró a la lengua; el segundo, a Ernesto Sábato.

17 de noviembre. El escritor mexicano en su discurso inaugural situó a la lengua en el extenso paisaje americano, y rememoró con prestancia los orígenes, la historia y el valor. “Óiganlos. Los indios fueron los primeros poetas, cantaban con las palmas de las manos para enumerar las metáforas del mundo”. En defensa de los pueblos originarios de nuestro suelo. En defensa de la libertad, de la riqueza multicultural y lingüística: “…en su lengua maya o quechua, el indio de hoy puede guardar la intimidad de su ser y la colectividad de su intimidad, pero necesitará la lengua española para combatir la injusticia, humanizar las leyes y compartir la esperanza con el mundo mestizo y criollo.” Hispanohablantes. En América. En España. En el mundo. Ayer, hoy y también mañana. Pluralidad. La lengua une a los pueblos e instituye su identidad. “¿Y qué decimos? ¿Qué hablamos? ¿Qué escribimos? Nada menos que el diccionario universal de las pasiones, las dudas, las aspiraciones que nos comunica con nosotros mismos, con los otros hombres y mujeres, con nuestras comunidades, con el mundo.” El don de la palabra. Legado verbal. Popol Vuh. Martín Fierro. Rubén Darío. Pablo Neruda. Todos poetizaron, poetizamos, en castellano.

20 de noviembre.  Apogeo de la lengua. Un teatro profuso ovaciona de pie a la sencillez y profundidad literaria. Desde un palco del teatro, Sábato manifiesta su emoción por el reconocimiento. Lágrimas que quizá logran apagar el fuego tantas veces encendido para consumir páginas vacilantes e insatisfechas. Aplausos que soplan sobre el pesimismo y el peso de la existencia un hálito de nueva esperanza. Y José Saramago, a escasos metros de las lágrimas, con tono de reminiscencia, entona el homenaje a su amigo entrañable abandonando la lengua materna: “Mi iniciación en el universo narrativo de Ernesto Sábato, y también en lo que podríamos llamar su cosmos personal, sucedió hace mucho tiempo, hacia el final de los remotos años 50, cuando, en un ya desaparecido café de Lisboa, nos reuníamos unos cuantos amigos para hablar de libros en voz alta y de política en voz baja…”. El escritor portugués, en aquel café, conoció el exotismo de una tierra lejana en Martín Fierro, Don segundo Sombra, El señor presidente, Doña Bárbara, Los ríos profundos, Bestiario, El Aleph, La invención de Morel, La región más transparente… obras cumbres de aquellos años que, en latitudes diversas de América, ficcionalizaban la gesta de los pueblos. Santos Lugares. Evocó, también, la visita y el diálogo que entablaron su la lengua común: la de la literatura. Y, hacia el final del discurso, el auditorio pareció desvanecerse. Quedaron solos, hermanados por el recuerdo y el amor a la palabra. Entonces, Saramago, estilo directo, enunció con voz de despedida: “Entre el temor y el temblor en que nuestras vidas discurren, la tuya no podía ser una excepción. Aunque quizás no se encuentre en los días de hoy una situación tan radicalmente dramática como la tuya, la de alguien que, siendo tan humano, se niega a absolver a su propia especie, alguien que a sí mismo no se perdonará jamás su condición de hombre. No todos le agradecerán la violencia. Yo te pido que no la desarmes.”  Sábato caviló en castellano; escribió en castellano. Y, en el teatro El Círculo, la lengua le ofrendó su homenaje.

Lee este artículo en la edición N°22 de Aptus Propuestas Educativas: www.aptus.com.ar/revista/

 

Imagen: Gentileza Teatro El Círculo. Ph. Verónica Tibaldi y Raúl Bambi García.