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El avance del homeschooling y la educación por fuera del sistema formal

En los últimos años, un fenómeno silencioso pero creciente empezó a abrirse paso en las conversaciones educativas: cada vez más familias eligen educar a sus hijos e hijas fuera del sistema escolar tradicional

Ya sea bajo la figura del homeschooling, la educación personalizada, los colectivos de aprendizaje o incluso la no escolarización, esta tendencia empieza a sacudir algunos de los pilares más estables de la educación formal.

La pandemia, con su encierro obligado y sus pantallas omnipresentes, hizo de catalizador. Muchas familias se vieron forzadas a asumir el rol docente —al menos parcialmente—, y algo cambió. Algunas descubrieron que podían organizar la educación de otro modo; otras simplemente no volvieron a confiar en las instituciones escolares como antes. Lo cierto es que hoy existe una corriente alternativa que ya no es marginal, y que interpela al Estado, a las políticas públicas y también a la sociedad.

¿Por qué algunas familias eligen salirse del sistema?

Los motivos son diversos y no responden a un único perfil. Hay quienes lo hacen por convicciones pedagógicas profundas: buscan una educación más flexible, centrada en los intereses del niño o la niña, más conectada con la vida real y menos estandarizada. Otros se alejan por insatisfacción con el sistema: sienten que la escuela no contiene, no acompaña o incluso que perjudica el desarrollo de sus hijos. También existen motivaciones prácticas: problemas de bullying, barreras para estudiantes con necesidades específicas no resueltas por la escuela o dificultades de adaptación a estructuras rígidas.

En los casos más radicales, se trata de familias que desconfían de la escuela como institución: no creen en la enseñanza obligatoria, cuestionan los contenidos curriculares y entienden la educación como un proceso estrictamente familiar, libre y desescolarizado.

¿Qué pasa con los no escolarizados?

Dentro del fenómeno también emergen los llamados “no escolarizados”, que no siempre se vinculan al homeschooling tradicional (con planificación y acompañamiento adulto), sino a situaciones en las que niños y jóvenes quedan directamente por fuera del sistema educativo. Aquí el abanico es más preocupante: hay desde decisiones conscientes de las familias hasta condiciones de extrema vulnerabilidad que dificultan o impiden la escolarización. En todos los casos, el Estado queda ante una encrucijada: garantizar el derecho a la educación sin desconocer la autonomía de las familias y los nuevos paradigmas de enseñanza.

Una tensión sin resolución clara

El crecimiento de estas modalidades paralelas desafía directamente el modelo escolar clásico. ¿Puede el sistema tradicional absorber esta demanda de mayor personalización? ¿Debe regular estas prácticas alternativas o dejarlas crecer con autonomía? ¿Quién certifica los aprendizajes por fuera del aula? Y, sobre todo, ¿qué implica, en términos sociales y políticos, que miles de chicos y chicas transiten su escolaridad sin pisar una escuela?

En algunos casos, los colectivos de familias que optan por estas vías han generado redes, materiales, estrategias de evaluación y propuestas comunitarias que sostienen procesos educativos ricos y significativos. En otros, la ausencia de una institución intermedia deja a los chicos navegando un mar incierto, sin el acompañamiento adecuado.

¿La escuela está en crisis… o en evolución?

Quizás, más que ver este fenómeno como una amenaza, haya que pensarlo como un síntoma. La escuela está siendo interpelada, y eso puede ser una oportunidad. Si las familias eligen salirse del sistema, vale la pena preguntarse: ¿qué no está ofreciendo la escuela que sí se encuentra fuera de ella? ¿Cómo se puede recuperar la confianza social en el hecho educativo compartido?

La expansión del homeschooling y las formas alternativas de educación nos obligan a debatir qué entendemos por educar, cómo queremos hacerlo y qué rol cumple —o debe cumplir— la escuela en esa tarea.

Porque tal vez, como dice la pregunta que flota en el aire, estamos frente a una nueva escuela que ya no está necesariamente en un edificio, con aulas, timbres y pizarrones… pero sigue siendo escuela.