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El agridulce arte de crear lectores

Recién cuando sabemos para qué buscamos que el otro lea, podremos encontrar la fórmula para lograrlo.

Ante la pregunta «como promocionar la lectura» primero hay que cuestionarse ¿Para qué queremos que una persona o comunidad lea? Todos sabemos que es importante, pero no es tan fácil definir para qué.

«No leas para ser culto. Hazlo por necesidad… Lee para saber cosas que no sabías antes. Las pólizas, los contratos, las cuentas del super y el origen de los conservantes. Revisa la letra pequeña y tramposa de los bancos. No es cultura. Es supervivencia, que es más importante. Lee simplemente para salir adelante. Para defenderte y que no te maltraten». Esta es una muestra de una nota del mexicano Juanjo Cabello.

Recién cuando sabemos para qué buscamos que el otro lea, podremos encontrar la fórmula para lograrlo.

Muchas veces los bibliotecarios se enfrentan a padres desesperados que esperan que otro resuelva que su niño agarre un libro, que estudie. Cuando de niños se trata, por principio estos aprenden por copia, por lo tanto si uno como adulto desea que se amiguen con el objeto con tapas y hojas, indefectiblemente se debe empezar por uno, ejerciendo la lectura naturalmente. 

La acción de leer no se limita a tomar un tomo de la estantería del comedor, se trata de integrar los contenidos a la vida cotidiana. Asi como en las mesas familiares se prende la televisión y se habla con pasión de una telenovela, de igual manera se puede hacer con un capítulo o un cuento. Estas pequeñas acciones también se copian.

«Cuando uno le pregunta a un lector cuál fue su primer recuerdo con la lectura siempre te dicen que un tío o un abuelo tenía una biblioteca enorme» comenta Joel Morales Hernández, de la Asociación Civil La casa del Árbol que se dedica especialmente a promoción de la diversidad lingüística por medio de la lectura, ya que en México existen actualmente 62 lenguas indígenas y más de 200 variantes. «Esto quiere decir que lo copiaron de alguien que efectivamente era un lector y le contagió ese amor por las historias». 

A todos nos gustan los chismes de la verdulería, los escándalos de la televisión, las historias de familia del vecino. Relatos así hay en los libros, en las revistas, incluso en las redes sociales donde uno debe leer. También nos gustan los consejos de un buen amigo o aprender a hacer algo.

El problema es la asociación de los libros con la obligación, en lugar de diversión. Entonces deberíamos comenzar por promover la lectura en padres, maestros, abuelos, tíos y hermanos mayores.
Así como los padres creen que hacer deportes está bien y aunque no corran ni el colectivo llevan a sus hijos al club para que el niño desarrolle su cuerpo, lo mismo podría pasar con la lectura. Esto es en la práctica, llevarlos a bibliotecas aunque no les interese a los adultos, pararse ante la vidriera de una librería con el mismo interés con el que ven los zapatos.

El libro, como tal, es lo más anti natural que existe. Es un producto enteramente cultural y por lo tanto el acercamiento tiene que ser premeditado. Es decir, comprarlos o regalarlos como pelotas o muñecas.

Continúa leyendo la nota en la edición número 13 de Aptus.

Producción Aptus. Por Carolina López Scondras