Fue una de las voces femeninas más importantes de la literatura argentina y de ciencia ficción en Iberoamérica, responsable de introducir la distopía en sus obras para retratar a una sociedad desigual e injusta.
A los 93 años falleció en su casa de Rosario la escritora Angélica Gorodischer, una de las voces más importantes de la literatura argentina y de ciencia ficción en Iberoamérica que, a través de textos como «Kalpa Imperial» o «Trafalgar», introdujo la distopía para retratar a una sociedad desigual e injusta y construyó una obra monumental que aportó lucidez y originalidad a la cultura nacional.
«No quiero morir en terapia ni en un sanatorio. Espero hacerlo en mi cama, tranquila, con alguien que me agarre de la mano. Tampoco quiero un velorio, y sí ser enterrada en un cementerio jardín, con flores, en un cajón ordinario, que se pudra pronto«, escribió en una carta que dejó y citó el diario La Capital de Rosario.
La escritora vivía desde su infancia en esa ciudad, en Tiro Suizo, barrio del sur, tuvo tres hijos y desde 1948 estuvo casada con el arquitecto Sujer Gorodischer. Su muerte fue confirmada a Télam por su familia.
Angélica Beatriz del Rosario Arcal de Gorodischer nació en Buenos Aires el 28 de julio de 1928 y durante una entrevista en 2012 contó que durante sus primeros años prefirió los libros a las muñecas y que admiraba a escritoras como Virginia Woolf y Silvina y Victoria Ocampo.
Comenzó a publicar en 1960 y en 1964 ganó el III Concurso de Cuentos Policiales de la revista Vea y Lea, por decisión de un jurado integrado, entre otros, por Rodolfo Walsh, por su cuento «En Verano, a la siesta y con Martina».
En su extensa obra narrativa figuran las novelas «Opus dos», «Kalpa Imperial», «Floreros del alabastro», «Jugo de Mango» y «La noche del inocente» y los libros de cuentos y relatos «Cuentos con soldados», «Las pelucas», «Casta luna electrónica», «Trafalgar», Como triunfar en la vida», «Las Repúblicas», «Menta», «Querido amigo» y «Las nenas».
Su cuento «La cámara oscura», la historia de una joven integrante de una colonia judía de la provincia de Entre Ríos en el siglo XIX, fue llevado al cine por la directora María Victoria Menis en 2008.
Fue pionera de la ciencia ficción en la Argentina, pero abandonó hace tiempo el género. En 2003 su novela «Kalpa Imperial», una saga cuya primera parte fue publicada en 1983, y cuyos dos volúmenes se publicaron conjuntamente en 1984) le han ganado la admiración de los lectores, fue traducida al inglés por la máxima figura femenina de la ciencia ficción anglosajona, Ursula K. Le Guin (1929-2018).
Rosarina por adopción, Gorodischer fue nombrada en 2007 ciudadana ilustre de esa ciudad, y en 2012, personalidad destacada de la cultura de Buenos Aires. A su vez en 2017 fue homenajeada en la Biblioteca Nacional durante la visita de la canadiense Margaret Atwood.
En mayo del mismo año fue distinguida con el título de doctora honoris causa por la Universidad Nacional de Cuyo (Uncuyo) y al recibir su diploma aseguró que «el libro es la puerta del universo».
Gorodischer se dirigió a los estudiantes y lectores que la acompañaron, e invitó a todos a leer y a contar para poder «descubrir el universo».
«La receta para escribir un libro es contar cosas que no le pasaron nunca a la gente, que no existieron jamás», le explicó la escritora al vicerrector de la Uncuyo, Jorge Barón, quien junto al decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Adolfo Cueto, le entregaron el título en un encuentro en el que los libros, la literatura y el placer de leer para descubrir el mundo fueron los protagonistas.
«La receta para escribir un libro es contar cosas que no le pasaron nunca a la gente, que no existieron jamás»
Gorodischer también obtuvo el Premio Mundial de Fantasía por su trayectoria en 2011, un reconocimiento que se otorga anualmente desde 1975 en la Convención Mundial de Fantasía y se celebra cada año en una ciudad estadounidense distinta.
En 1988, la escritora ganó una beca Fulbright, gracias a la cual participó en el International Writing Program de la Universidad de Iowa y en 1991, también con una beca Fulbright, enseñó en la University of Northern Colorado.
Organizadora del Encuentro Internacional de Escritoras de 1998, 2000 y 2002, Gorodischer se definía como «feminista» y sus personajes femeninos los pensaba lejos de los estereotipos trágicos de las heroínas: «En general aquellas mujeres terminaban suicidadas o borrachas o en la cosa más siniestra. Caramba, no todas terminan así. Hay muchas mujeres que consiguen lo que querían sin hacer una revolución, sino naturalmente, como puede hacerlo un hombre. Eso se llama feminismo», dijo al ser homenajeada en la Feria del Libro de Rosario en 2018.
Los que la visitaban contaban que en una de las bibliotecas tenía un cartelito amarillo en que se podía leer «El futuro es mujer».
«Hay muchas mujeres que consiguen lo que querían sin hacer una revolución, sino naturalmente, como puede hacerlo un hombre. Eso se llama feminismo»
En 2016, de visita en Buenos Aires por la presentación de su libro de cuentos «Las nenas», donde las protagonistas son niñas que desafían las reglas, escapando de situaciones opresivas impuestas por la lógica masculina, decía a Télam que estaba «cansada de las mujeres vencidas en nuestra sociedad falogocéntrica, que terminan muertas, alcohólicas, suicidadas» y aseguraba que «quería cortar con eso literariamente hablando. Una nena también puede revelarse desde su lugar en la sociedad, que no es solamente obedecer a mamá».
Su picardía se transformaba en desparpajo al escribir sobre diversidad de temas con humor y originalidad. «El humor me sale solo, no lo salgo a buscar, es un anzuelo para atrapar lectores y otra cara de la realidad. De alguna manera termina de construir la parte siniestra, me parece una manera de enriquecer el texto. Cuando una escribe, tiene que estar lo más lejos posible del texto, en absoluta distancia y frialdad, a nadie le importa lo que yo siento o cuáles son mis ideas. Yo escribo las peripecias de los personajes que invento a medias porque también hay elementos de la realidad», decía en la misma entrevista con esta agencia.
En 2011, contó cómo atravesaba un cáncer en «Diario del tratamiento» y en 2012 volvió a publicar ficción con «Las señoras de la calle Brenner», novela a la que le siguió «Palito de naranjo» en 2014: después escribió la colección de relatos «Coro cuentos», en 2017.
En junio del 2020 Clara Obligado, Lola Robles, Martín Felipe Castagnet y Ximena González presentaron «Tumba de Jaguares», la reedición de su novela barroca (originalmente editada en 2005) junto a sus nouvelles «Variables ocultas», «La incertidumbre» y «Contar desde cero», que tematizaban la desaparición de una persona y la imposibilidad de recuperar el cuerpo.
«El humor me sale solo, no lo salgo a buscar, es un anzuelo para atrapar lectores y otra cara de la realidad»
La publicación fue parte de la Serie de los Dos Siglos de Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires), una colección de clásicos de la literatura y el pensamiento argentinos que la editorial lanzó con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo.
La autora, que solía usar aros y pelo cortísimo de colores que fueron pasando por una amplia gama de los naranjas, estudió en la Escuela Normal 2 de Profesoras y empezó a cursar una carrera en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral pero abandonó. Además trabajó como bibliotecaria en una editorial médica hasta que en 1963 obtuvo el primer premio del Club del Orden y comenzó un camino de publicaciones a partir de su primer libro, «Cuentos con soldados» (1965).
En 2018 recibió el Gran Premio a la Trayectoria Artística del Fondo Nacional de las Artes (FNA) «por su aporte a la cultura argentina» y porque «en sus 55 años de carrera, se transformó en una de las voces femeninas más importantes de la ciencia ficción», ponderó la institución.