Las vacaciones son tiempo de relax y placer, donde los horarios son más laxos, las rutinas más flexibles y las actividades de los niños no tan regladas. Sin embargo, no hay que perder de vista que hay que mantener la convivencia familiar a flote y, si no hay límites, el hundimiento es inminente.
No obstante, muchos padres se preguntan si hace falta poner límites en el poco tiempo de ocio que la familia eligió para vacacionar o si es necesario educar en los días que uno se toma de descanso. Y la pregunta obligada es cómo poner límites sin autoritarismo o cómo educar a los hijos para convivir sin altercados, especialmente en vacaciones. Esta es una ardua tarea que no se da de la noche a la mañana, sino que implica un trabajo desde que son muy pequeños.
Al año de edad, un niño entiende el “no”; por tanto, desde que gatean podemos enseñarle qué pueden tocar y qué no. Y, aunque no tengan un lenguaje expresivo hasta los dos años, van adquiriendo un lenguaje comprensivo y es función de los padres enseñarles a hablar y escuchar, base fundamental para un diálogo fluido.
No caben dudas que los tiempos cambiaron. Quienes nos educamos algunas décadas atrás teníamos claro lo que estaba permitido de lo que no y sabíamos que si no aceptábamos ese límite, tendríamos alguna penitencia o llamada de atención. Sin embargo, hoy por hoy, no hay demarcaciones claras entre lo autorizado y lo prohibido, pareciera que no hay transgresión a la norma cuando no se cumple con el mandato. La palabra de los padres, incuestionable, en otros tiempos, ya no cuenta con la solidez y el poder de antaño y se muestra sin autoridad, provocando una reducción del disciplinamiento típico de otro momento histórico.
Más allá de los cambios de época, es sabido que los límites siempre estructuran, dan seguridad y protección y preparan a los niños para vivir en sociedad. Sin embargo, poner límites a los hijos siempre fue un desafío, pero lo es mucho más en los tiempos que corren, en la cual lo más chicos comúnmente tienen libre albedrío en el hogar y son dueños de sus decisiones, incluso disponen qué hará la familia, si irán a tal o cual lugar o si el dinero se gastará en esto o aquello.
A pesar de ello, es fundamental que los niños se ocupen de temas relacionados con su edad y aquellos otros, propios de los adultos, tales como objetos de consumo, sean decisiones tomadas por los mayores. Pero, para lograr consensos, lo primordial es el DIÁLOGO permanente desde muy pequeños. La transmisión de valores tales como respeto, compromiso, solidaridad, cooperación, no sólo se enseñan desde el discurso sino con hechos y esto implica coherencia entre el decir y hacer adultos. Respetar las normas es un aprendizaje que no podemos obviar, ni aun de vacaciones, pero debe ser con autoridad sostenida.
En definitiva, la cuestión es disfrutar de la vida con los niños, a sabiendas de la importancia de los límites, ya sean impuestos o acordados. Y, si bien hay reglas dadas de antemano, imposible de discutirlas, hay otras que las podemos debatir entre todos los miembros de la familia. Las vacaciones son un tiempo para disfrutar, pero sin dejar de educar, tarea permanente de los padres.
Imagen: Archivo de imágenes.
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