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Educación intergeneracional

Educación intergeneracional: cuando el aprendizaje cruza generaciones

La educación intergeneracional emerge como un puente que une experiencias, saberes y sensibilidades

Cada vez más escuelas están impulsando proyectos que vinculan a niños, niñas y adolescentes con personas mayores, generando espacios de encuentro donde todos aprenden y enseñan.

La idea es simple, pero poderosa: crear instancias en las que generaciones distintas compartan tiempo, actividades y saberes. Puede ser un taller de escritura, una huerta comunitaria, un proyecto de historia oral o una clase de tecnología inversa donde los chicos enseñan a usar celulares o apps. Lo importante no es solo el contenido, sino el vínculo.

¿Qué gana cada parte?

Para los chicos, el contacto con personas mayores es una fuente directa de historias, valores y otra manera de ver el mundo. También representa un ejercicio de empatía, escucha y respeto por los tiempos del otro. Para los adultos mayores, estos espacios reafirman su rol social, los conectan con nuevas generaciones y les permiten seguir aprendiendo.

Pero más allá del intercambio, lo intergeneracional trabaja sobre una idea de comunidad que trasciende la escuela. Nos recuerda que el aprendizaje no tiene edad, y que educar —como criar— siempre fue una tarea colectiva.

Proyectos que inspiran

En algunas escuelas de nivel primario, los estudiantes visitan residencias de personas mayores para hacer entrevistas y armar una línea de tiempo comunitaria. En otras, son los abuelos quienes asisten a clases como “invitados especiales” y enseñan oficios, cuentos o juegos tradicionales. Incluso hay experiencias en las que escuelas y centros de día comparten espacios verdes o actividades semanales como ajedrez, cocina o lectura.

Más allá del currículum

Estos proyectos no siempre responden a contenidos específicos del programa, pero impactan de lleno en la formación integral de los estudiantes: fortalecen habilidades socioemocionales, trabajan la memoria colectiva y ofrecen modelos de vida diversos, reales, palpables.

En tiempos donde el aislamiento social y la hiperconexión digital tienden a alejar a las generaciones, estas experiencias recuperan el cara a cara, la mirada compartida, el valor de la palabra dicha con pausa.