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Decidir una profesión: entre la vocación y la elección

La tarea de elegir «para siempre» lo que proporcionará el medio de vida

En estos días muchos jóvenes están pensando su nueva carrera profesional. Generalmente son momentos de mucha inseguridad e incertidumbre. Lo cierto es que deberán elegir «para siempre» lo que les proporcionará el medio de vida.

Hasta hace unos años, cuando se hablaba de  vocación, vocablo que proviene de vocatio, onis: que significa invitación; del verbo voco, asáre,  llamar, convocar, invitar,  remitía a una «voz interior», de desconocida procedencia,  que revelaba cuál era la misión de  cada uno en la vida. Ese llamado, se entendía, al principio, como un llamado de Dios y hacía referencia a esos dones que éste le daba a cada hombre para desempeñar un papel en la creación divina. Existía una imagen de médico, de abogado  o de  docente ideal, a la cual debía seguirse como modelo único.

Esta vieja concepción acerca de la vocación, debería superarse  planteando la idea de elección profesional, como la posibilidad de tomar una decisión y, por ende, de hacerse cargo de lo elegido. En ella intervienen factores que, a veces, cada uno conoce y, otras, desconoce. Cierta idealización  de alguien en determinada función, la historia personal, el placer por determinada actividad, el deseo, conciente o inconciente, hacen que cada sujeto elija uno u otra carrera para su futuro.

Hoy se puede plantear que no existe un profesional ideal, aunque sí un ideal de profesional. La identidad laboral debe ir construyéndose, como se construye la identidad personal. Debe ser una elaboración propia que se va componiendo y re- componiendo en el día a día, que se va alimentando con la experiencia cotidiana y que tiene un fuerte arraigo con la historia de cada uno. Este ideal deberá basarse en el respeto por el otro, por aquel cliente o paciente, por aquel semejante diferente con el que se deberá trabajar, deberá basarse en la responsabilidad, de lo que se hace y se dice o de lo que no se  hace o no se dice, en el compromiso para con ese destinatario, para con la institución en la que se trabaja y, por sobretodo, para con la sociedad en la que vive, porque fue la sociedad quién otorgó, a través de una entidad determinada, un título para el desarrollo individual y social de ese profesional. Pero, por sobretodo, deberá  tener una actitud crítica permanente, porque es esta actitud la que le permitirá crecer, la que le permitirá aprender de los errores y  re- elaborarlos en una propuesta alternativa. Sin revisión crítica continua de la práctica, no habrá posibilidades de cambio o de aprendizaje.

Nadie nace en el momento que se “recibe de…”. Si bien llega con un bagaje importante al mundo del trabajo, su historia profesional continuará con libros, también, pero, por sobretodo cuando deba ir apropiándose de las instituciones,  cuando tenga aciertos y errores,  idas y vueltas, tristezas y alegrías.

Muchas veces los adultos, sin querer, obligan a decidir precipitadamente la carrera; otras veces, a través del  “hacé la tuya”, típica frase de los días que corren, creen que se  deja en libertad al joven, pudiendo elegir libremente, cuando, en realidad, se lo está enmarcando o posicionado en un determinado lugar.

En el libro «El tren de los adolescentes», los autores plantean que los jóvenes ya saben qué se espera de ellos: que hagan algo para no perder el tren, que hagan suya la carrera. Esto, lejos de apaciguarlos, los intranquiliza más. Los tiempos del adolescente parecieran  no coincidir con la pretensión de la velocidad de la vida posmoderna que exige que el mundo marche sobre ruedas.

Algunos podrán tener muy claro, de antemano, la elección de su carrera; algunos otros, deberán conocer y/ o recorrer las instituciones para hacer efectiva dicha elección y, otros, por último, podrán pedir ayuda profesional a psicólogos que trabajen en el tema para encontrar su lugar en el mundo.

Más allá del tiempo que cada uno necesite para la elección, lo importante será ver a la profesión como el proyecto de vida, como el trabajo, pero no solo como retribución económica, sino, como aquello que cada hombre le podrá devolver a la sociedad, como una actividad creativa y recreativa que cada sujeto irá forjando con los otros.

Por Carina Cabo - Pedagoga



Imagen: rinconpsicologia.com