Integrantes de varias universidades de Argentina buscan llegar a la Luna con la nave más pequeña y económica de la historia.
Un equipo de jóvenes graduados de distintas universidades del país fue premiado en un concurso de innovación tecnológica en Dubai por desarrollar una nave espacial de 34 centímetros de altura que pretende ser «el vehículo más pequeño y económico de la historia en aterrizar en la Luna», contaron los responsables del proyecto.
Franco Ruffini, Tomás Boschetto y Facundo Gavino, tres ingenieros aeronáuticos egresados de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) se entusiasman cuando explican la misión Pulqui XXI que aspira a convertirse en un transporte espacial de «ultra bajo costo» utilizando el estándar de diseño CubeSat, que refiere a nanosatélites conformados por cubos de 10 centímetros.
«Nuestro vehículo es un CubeSat de tres unidades de estos cubitos, por lo que en total mide 10 x 10 x 34 centímetros de altura y sería el más pequeño en llegar a la superficie lunar», aseguró Ruffini de 23 años y flamante ingeniero aeronáutico.
El grupo conformado por nueve profesionales recibió el segundo puesto en el concurso #T-TeC que se realizó el 16 de diciembre en Dubái y fue organizado por las empresas Leonardo y Telespazio, líderes mundiales en alta tecnología aeroespacial.
«Recibir el premio fue una gran validación del trabajo que veníamos realizando hasta ahora y es un gran impulso para afrontar el futuro», aseguró Tomás Boschetto, quien viajó a Dubái junto con Ruffini en representación de todo el equipo.
«Notamos que varios referentes aeroespaciales del mundo demostraron bastante interés en nuestro proyecto y esa es una de las mejores experiencias que obtuvimos del viaje», agregó Ruffini.
La misión Pulqui XXI consiste en un vehículo de aproximadamente seis kilos, lo que lo distingue de otros equipos que rondan la media tonelada, a la vez que tiene la ventaja de «acceder a cráteres de muy difícil acceso».
«Nuestra nave tiene dos partes: un satélite y una sonda que simplemente se posa sobre la superficie lunar y es capaz de aguantar el impacto. Hasta ahora siempre que se aterrizó en la Luna fue con un cohete controlado», detalló Boschetto de 25 años y oriundo de la localidad bonaerense de Zárate.
La sonda tiene la forma de una esfera y está construida por barras de aluminio encastradas siguiendo el principio de una novedosa tecnología llamada «Tensegrity» que es desarrollada en el campo académico por el profesor argentino Julián Rímoli en la Universidad Georgia Tech de Estados Unidos, pero que todavía no fue puesta en práctica en ninguna misión.
Esta tecnología permite absorber mejor el impacto del alunizaje y «es como si fuera tirar una pelota de plastilina, se deforma sin rebotar y protege lo que va en el interior», graficó Boschetto, quien actualmente cursa una maestría en la Escuela Politécnica Federal (ETH) de Zúrich en Suiza.
Otra característica para destacar de la esfera son las velocidades de impacto: «en las pruebas realizadas en el Centro Tecnológico Aeroespacial (CTA) de la Facultad de Ingeniería de la UNLP las velocidades fueron de 25 y 50 kilómetros por hora», indicó Facundo Gavino y remarcó que el costo del prototipo de esta bola fue de «menos de un dólar».
«Toda la nave tiene un presupuesto de 120 mil dólares pero la diseñamos de tal manera que se puede comprar todo en el mercado», continuó el ingeniero de 25 años oriundo de la ciudad de Berazategui.
«El objetivo principal es mostrar que se puede llegar con poco», subrayó el joven y comparó el proyecto con una de las últimas misiones de Israel que tuvo un costo de 100 millones de dólares.
En la misma línea, Boschetto planteó que «si resulta tan barato desplegar equipos, nuestro proyecto tiene un potencial enorme para la expansión de la humanidad sobre el sistema solar».
Si bien su misión no es tripulada, puede colaborar en «establecer las bases» para instalar a futuro una colonia de astronautas en la Luna, indicó Ruffini y detalló que este satélite natural tiene gran importancia porque suele utilizarse «como escala para ir a Marte».
Otro de los objetivos del proyecto es que la esfera de la nave transporte en su interior un instrumento científico que pese alrededor de 250 gramos y sirva para relevar parámetros de interés como «presencia de agua en cráteres del polo sur, composición del polvo lunar, o radiación».
Hasta el momento, los prototipos que probaron en el Centro Tecnológico Aeroespacial resultaron «positivos» y los ingenieros señalaron que «la estructura funcionó como queríamos, así que ahora estamos trabajando en optimizarla».
Respecto a los próximos pasos, indicaron que van a utilizar el premio de 6.000 euros en desarrollar parte de la misión y aseguraron que hacerlo a través de la UNLP «sería un sueño».
Boschetto explicó que «por ahora el apoyo más fuerte que hemos tenido en concreto ha sido del país: tuvimos la ayuda de muchos profesores, los ensayos los hicimos en la UNLP y queremos participar en un programa de la Universidad para hacer pruebas de nuestro satélite en órbitas terrestres».
También realizaron ensayos de propulsión en la Facultad de Ingeniería del Ejército, donde estudiantes desarrollan el trabajo final de la carrera en misiones espaciales similares.
«Creemos que contamos con apoyo suficiente para dar los primeros pasos en Argentina y después aprovechar toda la ayuda que podamos», coincidieron los jóvenes a la vez que celebraron que «se están empezando a sumar muchas personas».
El equipo Pulqui XXI
El equipo de la misión Pulqui XXI se formó para una competencia argentina llamada Open Space el año pasado y desde entonces trabajan juntos porque formaron un «re lindo grupo» que reúne a profesionales de distintas disciplinas: Franco Ruffini, Facundo Gavino, Sonia Botta, Frida Alfaro, Tomás Boschetto y Byron Escobar Benítez son ingenieros aeronáuticos por la UNLP; mientras que Santiago Manuel Labayen es ingeniero informático por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE); Lucila Hermida es estudiante de diseño industrial en la Universidad de Buenos Aires; y María del Pilar Oubiña es estudiante de publicidad en la Universidad de Palermo.
El nombre de la misión hace referencia al primer avión a reacción de Argentina, y el octavo en todo el mundo, bautizado como Pulqui I que en lengua mapuche significa «flecha» y realizó su vuelo inaugural el 9 de agosto de 1947, marcando un hito histórico en la industria aeronáutica nacional.
Como una continuación de aquel proyecto, los jóvenes ingenieros aseguraron: «Con la misión Pulqui XXI queremos ser el primer alunizaje de Argentina y de Latinoamérica. Sabemos que lo vamos a terminar haciendo».