En época de exámenes, ríos de café, nervios y noches sin dormir ocupan los días de muchos estudiantes, pero en algunos de ellos hay otro elemento que les dificulta su estudio: la ansiedad. Más del 25 % de los alumnos ve su rendimiento afectado por culpa de este factor.
La preocupación excesiva por las pruebas produce pensamientos negativos recurrentes sobre la propia competencia o las consecuencias de un posible suspenso. A ello se le unen síntomas fisiológicos, como ritmo cardíaco acelerado, sensación de ahogo, dificultad para respirar, sudoración excesiva, sequedad de boca, mareo, náuseas, dolor de tripa o diarrea, e incluso síntomas motores como tartamudeo, temblores, rigidez o hiperactividad motora.
Estos niveles altos de ansiedad y, por tanto, problemáticos a la hora de estudiar o de enfrentarse a un examen pueden ser, a su vez, de dos tipos: racional o irracional. Un alumno presenta ansiedad racional cuando no estudia correctamente o directamente no lo hace. En estos casos, se dice que el problema surge porque no tiene hábitos y técnicas de estudio adecuados. Por su parte, un alumno presenta problemas de ansiedad irracional cuando sí estudia y lo hace correctamente, pero se pone nervioso en el examen y rinde peor de lo que podría haber hecho. Los motivos que desencadenan esta ansiedad irracional pueden ser muchos. En algunos casos, surge cuando el alumno ha tenido algún tipo de bloqueo en un examen. Si este alumno centra su atención en esa única vez que se bloqueó y no en las veces que tuvo éxito, es posible que sufra un proceso de condicionamiento: anticipará futuras situaciones de examen, lo que le hará sentir malestar.
Estos son algunos de los consejos que se ofrecen a los estudiantes:
- No hay que evitar la ansiedad: la ansiedad es una activación del organismo para hacer frente a situaciones difíciles o inciertas. Es inútil evitar sentirla, pero debemos saber que aumenta justo antes de ponernos a estudiar y disminuye una vez que nos hemos puesto manos a la obra. El problema real aparece cuando no vamos a un examen por encontrarnos nerviosos o no nos ponemos a estudiar porque nos encontramos con malestar.
- Comer, dormir y pasarlo bien: en exámenes hay que dormir entre 7 y 8 horas, sin modificar el horario y sin abusar de sustancias excitantes y tranquilizantes. Asimismo, conviene comer cinco veces al día y seguir una dieta equilibrada. Nos ayudará tomar alimentos que contengan triptófano, como la leche, las nueces, el pavo o los plátanos, ya que este aminoácido regula los niveles de serotonina en el cerebro, reduciendo el estrés, la ansiedad y el insomnio. Por otro lado, también debemos encontrar tiempo para descansar y relajarnos si queremos rendir al máximo. Oxigenarnos, relacionarnos y divertirnos es una necesidad y nos proporcionará equilibrio si lo compaginamos con el estudio.
- La importancia de la planificación: muchas veces la ansiedad se debe a una incorrecta planificación. Comenzamos a estudiar demasiado tarde y no prevemos tiempos de repaso o no utilizamos las técnicas adecuadas, lo que hace que los contenidos no se consoliden bien en la memoria. Esta situación nos generará inseguridad y miedo al olvido.
- Aprender a relajarse: existen técnicas muy efectivas para disminuir la activación fisiológica cuando ésta aumenta y nos impide rendir bien. La respiración diafragmática o abdominal y la relajación muscular progresiva son dos de ellas.
- Controlar los pensamientos: lo que nos genera ansiedad no son los acontecimientos, sino la interpretación que hacemos de ellos. Anticipamos acontecimientos o consecuencias que aún no han sucedido y nos paralizamos. Es importante aprender a identificar pensamientos negativos y desmontarlos dando una respuesta realista y positiva, lo que contribuirá a resolver los problemas y no a agrandarlos.
Imagen: depsicologia.com
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